© 1991 Robert Crickett
© 1991 ANZURA, Asociación Urantia de Australia y Nueva Zelanda
Por Robert Crickett
De todas las grandes desilusiones que atraviesan el corazón mortal, una terriblemente frustrante seguramente debe ser la de desear servir en el reino de los cielos según la voluntad de Dios, y tener dificultades para salir del punto de partida: cosas de «La mujer de Sicar» , en un sentido.
Suzie tiene veintiún años, es una prostituta, tiene un gran sobrepeso y tiene problemas de heroína, alcohol y enfermedades cardíacas. Ella proyecta una figura trágica: esencialmente sin amigos, sin hogar e incapaz de regresar a su nido familiar porque su padre la golpea cuando está borracho y los otros miembros de la familia son propensos a encerrarla fuera de la vista en una habitación y olvidarse de ella: al menos eso es su historia… pero claro, cualquiera que esté decidido a no hacer nada respecto a su situación tiene su historia, y la valora mucho más que tomar medidas para mejorar.
Pero por más trágica que parezca su situación, hay un punto positivo: ella es una cristiana nacida de nuevo. Ocurrió un sábado. La noche anterior la habían violado y asaltado y literalmente la habían dado por muerta en una calle de la ciudad. Una joven cristiana encontró a Suzie y la llevó a su casa, donde la bañó, la cuidó, vendó sus heridas, la alimentó y le habló sobre el gran amor que tenía por Jesús, recomendándole que Suzie también le abriera su corazón para que su vida podría cambiar. Y eso fue. Y eso fue hace cinco años.
Entonces, ¿qué salió mal? ¿Qué tan nacido de nuevo debe uno llegar a ser para que una vida que conoce a Dios se revolucione? Obviamente, un poco más de lo que Suzie pudo captar, pero es su última esperanza. ¡Es una loca de la iglesia! Ella alabará al Señor con los mejores… pero hará cualquier cosa, siempre y cuando pueda recibir.
Y ese podría ser el problema de todo el espectáculo, porque el reino se trata de aumentar el rendimiento de los frutos del espíritu, y Suzie, como el resto de nosotros, sólo puede aumentar el rendimiento dando.
Y cuando la donación cesa, o nunca comienza realmente, ¿qué más puede hacer la rama sino marchitarse y marchitarse hasta que el labrador no tenga más remedio que podarla de la vid? ¿Y qué puede decir el labrador? 'Te mostré cómo tener vida. Te mostré la alegría de amar a los demás y de sacar de ellos agua viva para que tú y ambos tengáis vida. ¿Hiciste eso?’ ‘No… pero realmente quería hacerlo.’ ‘¿Estás seguro?’ ‘¡Sí! ¡Sí!’ ‘¿Estás realmente seguro?’ ‘Bueno… er… no… Supongo que nunca he estado seguro de nada. RECORTE.