© 2012 Rosette Poletti y Barbara Dobbs
© 2012 Association Francophone des Lecteurs du Livre d'Urantia
En todo el universo, no hay otra persona que sea exactamente como yo.
Yo soy yo y todo lo que soy es único.
Soy responsable de mí mismo,
Tengo todo lo que necesito aquí y ahora para vivir plenamente.
Elijo manifestar lo mejor de mí,
Elijo amar, ser competente, encontrar sentido a mi vida y orden en el universo,
Elijo desarrollarme, crecer y vivir en armonía conmigo mismo, con los demás y con Dios.
Soy digno de ser aceptado y amado exactamente como soy, aquí y ahora. Me amo y me acepto,
Decido vivir plenamente el día de hoy.
Sentirse bien consigo mismo depende esencialmente de su autoestima. Las manifestaciones de estima y amor nos ayudan a desarrollar nuestra propia imagen. Entonces, la confianza en uno mismo se vuelve esencial para construir nuestra autonomía. Finalmente, la autoestimulación es el combustible que nos da las ganas de vivir, de poner la energía al servicio de aquello que nos motiva.
La autoestima es el amor que nos fundó, que todavía nos funda. Este amor incondicional en el sentido de consideración, reconocimiento, valor al que cada uno tiene derecho como ser humano. Se trata de creer en uno mismo, de tener autoestima para poder desarrollar la confianza en uno mismo. Evaluar nuestra autoestima nos permite desarrollar confianza. Después de un autorretrato de nuestras cualidades y defectos, debemos aprender a reciclar nuestros defectos, lo que nos da un nuevo crédito de cualidades que podemos aprender a validar. Identificar situaciones pasadas en las que estábamos particularmente orgullosos de nosotros mismos. Estimar significa determinar un valor, tener una opinión. La autoestima no es una cualidad innata. Debe construirse y desarrollarse con la ayuda de los ojos de los demás.
Volverse autónomo consiste en recuperar la propia imagen y construir la autoestima siendo justo, lúcido y amable con uno mismo. La autoestima refleja el propio valor como persona y transmite confianza en lo que podemos hacer. Sin rehuir los desafíos y siendo fieles a nosotros mismos, nos felicitamos por nuestros éxitos y aprendemos de nuestros fracasos. Si tenemos autoestima, no rehuimos los desafíos. Somos fieles a nosotros mismos. Celebremos nuestros éxitos y aprendamos de nuestros fracasos.
Desarrollar nuestra autoestima significa querer convertirnos en una persona íntegra, sana de cuerpo y mente. Significa ver el futuro en positivo, comprometernos con la acción, reforzar la confianza en nosotros mismos y en nuestras capacidades. La autoestima se traduce en nuestro valor. A través de la experiencia de desarrollo personal, el nivel de autoestima aumenta y se vive en un sentimiento interior de seguridad que se traduce en una actitud positiva y segura. Una buena imagen refuerza los pensamientos positivos, lo que inducirá a un proceso de éxito y realización.
Recuerda: “¡Somos verdaderamente nosotros mismos sólo cuando nos olvidamos de nosotros mismos! Para recuperar la autoestima:
Para lograr una autoimagen gratificante:
“¡Incluso si no lo logré, soy una buena persona!” Mantener la autoestima a toda costa. Este posicionamiento correcto nos permite borrar las devaluaciones y otras culpas que obstaculizan nuestro crecimiento. Actuar responsablemente significa reconocer la realidad de nuestros errores para aprender de ellos. No podemos lograr nada si primero no lo hemos imaginado. ¡Nuestros pensamientos son, por tanto, nuestro principal aliado!
Los efectos de una buena autoestima en una vida plena y pacífica son los siguientes:
Es consciente de los valores que la guían y de sus raíces, no se deja llevar por valores irracionales aceptados por quienes la rodean.
Una persona que tiene buena autoestima está en armonía consigo misma y con el mundo que la rodea. Ella es capaz de vivir plenamente y disfrutar de calidad de vida. La autoestima incluye dos aspectos complementarios:
En otras palabras, la autoestima se trata de ser y hacer. Refleja el juicio que hacemos sobre nuestra capacidad para afrontar los desafíos de la vida, para comprender y dominar los problemas, así como el hecho de aceptar para nosotros mismos el derecho a la felicidad, la alegría, la afirmación de nuestra existencia y de nuestra importancia como seres humanos únicos e irremplazables.
Tener una buena autoestima significa verse a uno mismo como competente y digno de respeto. Tener baja autoestima significa no sentirse digno de vivir plenamente, creyendo que “no eres lo suficientemente bueno”.
La mayoría de las personas fluctúan entre una buena y una mala autoestima según sus circunstancias. Algunas personas se sienten bien con sus habilidades, pero no se sienten dignas de ser amadas. Otros se sienten dignos de ser amados y no se sienten competentes. La autoestima es siempre una cuestión de “grados”, es fluida. Cuanto más se valora una persona, más puede utilizar su creatividad en su trabajo, más relaciones interpersonales positivas establece, más trata a los demás con respeto y menos se siente amenazado por ellos. Cuanto más presente la autoestima, más posibilidades hay de vivir con alegría.
Cuando llegamos a la edad adulta, la autoestima es una experiencia que se origina en lo más profundo de nosotros mismos. Se basa en lo que pensamos de nosotros mismos, en cómo nos vemos a nosotros mismos, en cómo nos sentimos acerca de la persona que somos.
Tomar conciencia de tus emociones ante las situaciones y responsabilizarte de ellas te permite llorar, dejar ir y a veces perdonar, poner fin a las situaciones. Todo esto te permite aceptarte a ti mismo, amarte a ti mismo y poder amar a los demás y con ello aumentar aún más tu autoestima.
Desarrollar la autoestima es importante porque:
“Aquello a lo que la mente presta atención, la mente considera.
Lo que la mente no considera, la mente lo deja de lado.
Lo que la mente considera continuamente, la mente lo cree y lo toma en serio.
Lo que la mente cree y toma en serio, la mente termina logrando.” (Anónimo)
Así, el primer requisito para poder desarrollar la autoestima en la edad adulta es reconocer, tomar conciencia de esa falta de autoestima que obstaculiza la vida.
Para tomar cada vez más conciencia, es útil preguntarse: “¿Creo en mí mismo? ¿Me respeto a mí mismo? ¿Estoy haciendo lo que quiero hacer? ¿Creo que merezco lo mejor? ¿Tiendo a culpar a los demás por lo que me pasa? ¿Me atrevo a ser espontáneo en mis relaciones con los demás? ¿Me atrevo a decir que no? ¿Me atrevo a correr riesgos? ¿Soy un buen comunicador?_”
Tomar conciencia del problema es el inicio del camino. Entonces debemos aceptar la idea de que siendo adultos, sea cual sea nuestra edad, es posible aumentar y mejorar nuestra autoestima. Se trata de decidir cambiar tu “estilo de vida”; ¡Se necesita tiempo y perseverancia pero es posible!
Finalmente, cuando hemos tomado conciencia del problema, cuando aceptamos la idea de un cambio, de una evolución positiva, todavía tenemos que darnos cuenta de que nadie más que nosotros mismos puede hacer este cambio, somos responsables de construir o mejorar. la estima que tenemos por nosotros mismos. Ya no hay nadie a quien culpar, aquí, ahora, hoy, somos nosotros y sólo nosotros los que tenemos el poder de decidir y poner en marcha.
Esto no significa necesariamente que tengamos que hacerlo todo solos. Podemos unirnos a un grupo de desarrollo personal o realizar psicoterapia. A pesar de ello, nadie más que nosotros puede tomar nuestro lugar, es nuestra elección y nuestra responsabilidad.
Esto comienza con la toma de conciencia de lo que es problemático, luego por una modificación de la comunicación interna y externa, por un reajuste de los pensamientos erróneos, por la responsabilización de la propia vida, por el desarrollo de la capacidad de compasión y por la decisión de honrar sus creencias.
Los mensajes recibidos de los padres y de todos aquellos que estuvieron presentes en nuestro entorno mientras crecíamos representan el material constitutivo de nuestra autoestima. Los registramos y, poco a poco, los incorporamos a nuestra memoria consciente e inconsciente. Aunque los padres hayan muerto hace mucho tiempo, estos mensajes recibidos permanecen con nosotros y hemos tomado el relevo de los adultos presentes durante nuestra infancia, nos los decimos todo el día, los repetimos internamente. Lo que nos dijeron y que nos resultó tan doloroso, lo repetimos a nosotros mismos, a veces en una versión revisada y ampliada, a lo largo de nuestra vida. Estos mensajes que nos damos a nosotros mismos contribuyen a mantener una baja autoestima.
Se trata de una comunicación interna, un diálogo interior a veces incesante, que colorea toda nuestra existencia y da lugar a nuestras emociones y a nuestras acciones. No son los acontecimientos los que determinan nuestras emociones y acciones, sino más bien nuestra interpretación de los acontecimientos, lo que nos decimos a nosotros mismos y lo que nos contamos sobre los acontecimientos.
El evento sólo representa un aspecto de un problema; lo que cuenta por encima de todo es la interpretación de este evento y la capacidad de uno para afrontarlo. Lo que es útil saber es que cada ser humano puede programar sus pensamientos y así influir en sus emociones y comportamientos. Somos nosotros quienes elegimos nuestros pensamientos, somos nosotros quienes ponemos en marcha los diálogos interiores devaluadores o los diálogos interiores positivos y estimulantes cuando tomamos conciencia de la forma en que nos comunicamos con nosotros mismos.
Es posible descubrir tu diálogo interior tomando conciencia de lo que dices sobre ti mismo en circunstancias difíciles de la vida.
Los mensajes dados por los padres y otras personas presentes en el entorno están tan bien integrados que la persona ya adulta sigue repitiéndolos para sí mismo sin darse cuenta.
El primer paso consiste en tomar conciencia de esta situación y luego identificar los elementos de este diálogo interno anotándolos, por ejemplo. Entonces será posible modificar los elementos de este diálogo interno dándote permiso, mensajes positivos y alentadores. ¡Al principio puede parecer artificial! Pero al perseverar, al cambiar sistemáticamente los mensajes negativos en permisos constructivos, la autoestima mejora, influyendo en la vida emocional y el comportamiento de la persona. (continuará)
Rosette Poletti y Barbara Dobbs