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Luz y Vida — Núm. 28 — Presentación | Luz y Vida — Núm. 28 — Marzo 2012 — Índice | La evolución espiritual del hombre para el logro de la sobrevivencia mortal (primera parte) |
Tres son los niveles de la realidad universal: hecho, idea y relación. Se manifiestan en la vida de las criaturas inteligentes como cosa, significado y valor. Forman parte del ser humano como cuerpo, mente y espíritu; abarcando de este modo lo concreto, lo abstracto y lo trascendente.
La realidad de los hechos es prácticamente innegable. Sólo teorizando una perspectiva sobrehumana se puede considerar que real es aquello que o bien existe independiente del tiempo -lo eterno-, o bien persiste en el tiempo de un modo ilimitado -lo eternizado-; considerando eterno lo que lo es de por sí, y eternizado lo que ha adquirido esa cualidad por una acción externa a sí mismo. Desde esta perspectiva, todo aquello que no mantiene identidad eternamente no es real, y siendo toda realidad material efímera, ha de ser real solamente en apariencia, de un modo circunscrito, parcial e incompleto. De este modo el hecho es una realidad sólo en el nivel de lo material y lo concreto.
La idea es argamasa de la mente, íntimo laboratorio donde el ser humano plantea, planea, construye y corrige realidades -que no siendo tales en el nivel concreto, cobran allí su ser guiadas por la voluntad y moldeadas por los actos-. La mente es la única porción de la realidad universal sobre la que la criatura material puede tener un control absoluto, y la idea es allí su material de construcción. La idea es así una realidad en el nivel de de lo mental y lo abstracto.
La relación es una unión vinculante que transforma a las realidades que une en una nueva realidad, muchas veces con características inesperadas que superan la mera suma de las características de las partes.
a. Las relaciones en el nivel concreto
A modo de ejemplo consideremos lo siguiente: en el nivel concreto es poco imaginable que la unión de dos gases, dos unidades de uno altamente corrosivo y una de otro altamente explosivo, genere una nueva realidad no sólo totalmente inocua (ni corrosiva ni explosiva) sino además fundamental para el sustento de la vida tal como la conocemos: el agua líquida, con propiedades químicas y físicas únicas y diferentes radicalmente a las de sus originantes. En el nivel concreto, la relación generada entre realidades se traduce en puentes de hidrógeno, orbitales con electrones compartidos (enlaces covalentes) o francas atracciones magnéticas (enlaces iónicos); fuerzas básicas de la cohesión de la materia.
b. Las relaciones en el nivel abstracto
Albert Einstein decía que el pensamiento es un libre juego de conceptos que la mente interrelaciona, vincula y coteja; cuando encuentra una relación coherente pero inesperada, se sorprende. La idea es en sí una realidad surgida de la relación de conceptos preexistentes; así, en el nivel de lo abstracto la relación entre conceptos se traduce en nuevos conceptos.
c. Las relaciones en el nivel trascendente
Atrevernos a incursionar en el nivel de lo trascendental y lo eterno, es resignarnos a abarcarlo apenas de un modo parcial, incompleto y relativo; y me atrevo con el consuelo de pensar que si bien la deidad ha de ser infinitamente más que cualquier cosa que podamos imaginar como ideal de ella, no ha de ser-necesariamente-nada menos. Por lo tanto en la medida de nuestra capacidad- al referirnos a ese ideal estaremos acercándon os a lo que en realidad es.
El único modo que imagino para acercarme a ese nivel es a través de la extrapolación de los niveles que sí me son abarcables al menos en parte, el concreto y el abstracto.
Si en ellos hemos observado anteriormente que la relación entre realidades circunscritas, parciales y relativas es en sí una nueva realidad del mismo nivel, es lícito postular la probabilidad de que lo mismo suceda en el nivel de lo trascendental donde se encuentran supuestamente las verdaderas realidades infinitas, eternas y absolutas. De este modo creo haber justificado la posible existencia de los tres niveles, y la capacidad de los tres de contener realidades universales propias.
Sobre su manifestación como cosa, significado y valor digamos que «cosa» abarca todo lo inanimado, material y accesorio de la vida, ya sea concretamente un objeto o un suceso particular que involucre únicamente otros objetos inanimados, materiales y accesorios; con esta definición sería «cosa» una silla o una jeringa, pero también la caída de una fruta madura desde un árbol o un tsunami atronador que golpea contra la costa.
Significado es la interpretación que una mente inteligente realiza sobre la cosa. Así, un tsunami puede significar la agresión airosa de un dios violento o el lamentable producto del ciclo natural de deriva de los continentes, dependiendo del marco conceptual y de las convicciones de la mente que analiza.
Valor es la enseñanza adquirida, surgida tanto de la experiencia vivida como de la meditación sobre el significado de la cosa y su marco contextual. La diferencia entre significado y valor es que siendo el valor una realidad superior al significado, el valor -si bien puede ser ampliado y profundizado- es lo que es, trascendiendo la situación que le dio origen; mientras que el significado es tal tan sólo dentro de su contexto originario.
A modo de ejemplo digamos que la cosa puede ser un accidente que produzca algún tipo de incapacidad. Los significados serán tantos como las mentes que lo analicen, para unas será un castigo de los dioses, para otras una desgracia inmerecida, para otras la oportunidad de asumir la propia responsabilidad en lo sucedido… ahora bien, una vez sucedido el accidente, analizados los significados y superadas o asumidas las consecuencias, las tres perspectivas podrían haber ganado como nuevo valor de su personalidad la conciencia de la propia capacidad para superar desgracias inesperadas. Mientras que el significado de la cosa era circunscrito a la perspectiva de la realidad particular en la que surgió, este valor así adquirido es superior a las consideracionesracionales y puede ser reutilizado y reinterpretado en muchas futurasocasiones diversas. De este modo, los valores espirituales son realidades espirituales que el hombre gana a través de la lucha de su existencia material, tan reales en el nivel espiritual como lo son las realidades materiales en el mundo concreto.
La calidad del pensamiento afecta directamente a la calidad de las construcciones conceptuales que allí se edifiquen y, si estas construcciones son el andamiaje teórico de los actos del individuo, han de tener la mejor calidad posible para que ésta se refleje en el nivel concreto una vez que la voluntad y la acción le hayan dado allí su ser.
El pensamiento puro, entiéndase el pensamiento sobre conceptos abstractos y el pensamiento sobre el pensamiento mismo, son ejercicios fundamentales para aumentar la profundidad y amplitud de la capacidad mental del individuo. Pero la adquisición de valores espirituales es independiente de la capacidad mental (siempre suponiendo mentes sanas capaces de decisión moral), el mortal más ignorante puede adquirir verdaderos valores espirituales de las experiencias de su vida, aún interpretándolas desde la superstición más abyecta. De este modo compensa el universo las diversas oportunidades y capacidades que tiene el hombre a través de su vida. Si lo verdaderamente perenne es el valor espiritual adquirido y éste surge fundamentalmente de la experiencia y de la meditación sobre la experiencia, los ignorantes supersticiosos están en igualdad de oportunidades con los sabios científicos… aún sin saberlo.
En la medida que más nos asemejemos al ideal que tenemos de nosotros mismos, más reales nos tornaremos en el universo y más amigable se volverá éste para con nosotros. El universo no es una dualidad en conflicto, es una armonía de unidad en la diversidad.
Estos tres niveles se manifiestan en la personalidad humana como cuerpo (el nivel de lo concreto, material y efímero), mente (el nivel de lo abstracto, las ideas, el intérprete, armonizador, coordinador y clasificador de las experiencias del nivel concreto) y espíritu (el nivel de lo trascendente, lo eterno, donde se guardan para el futuro todos los valores espirituales surgidos de las ideas y de las experiencias y atesorados por la personalidad como verdaderas herramientas para la eterna construcción del yo espiritual).
El equilibrio armonioso de cada nivel -al que todos naturalmente aspiramos- se conoce en el día a día como salud, cordura y felicidad.
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