© 2005 The Brotherhood of Man Library
El secreto de su (Jesús) vida religiosa sin igual fue esta conciencia de la presencia de Dios; y lo alcanzó mediante la oración inteligente y la adoración sincera, la comunión inquebrantable con Dios, y no mediante direcciones, voces, visiones o prácticas religiosas extraordinarias.
En la vida terrenal de Jesús, la religión era una experiencia viva, un movimiento directo y personal de la reverencia espiritual a la justicia práctica. La fe de Jesús produjo los frutos trascendentes del espíritu divino. Su fe no era inmadura y crédula como la de un niño, pero en muchos sentidos se parecía a la confianza desprevenida de la mente de un niño.
Jesús confiaba en Dios tanto como el niño confía en un padre. Tenía una profunda confianza en el universo, la misma confianza que tiene el niño en el entorno de sus padres. La fe incondicional de Jesús en la bondad fundamental del universo se parecía mucho a la confianza del niño en la seguridad de su entorno terrenal. Dependía del Padre celestial como un niño se apoya en su padre terrenal, y su ferviente fe nunca dudó ni por un momento de la certeza del cuidado excesivo del Padre celestial. No lo perturbaban seriamente los temores, las dudas y el escepticismo. La incredulidad no impidió la libre y original expresión de su vida. Combinaba el coraje robusto e inteligente de un hombre adulto con el optimismo sincero y confiado de un niño creyente. Su fe creció a tales alturas de confianza que estaba libre de miedo o desesperación.
La fe de Jesús alcanzó la pureza de la confianza de un niño. Su fe era tan absoluta y estaba tan desprovista de dudas que era sensible al encanto del contacto con los semejantes y a las maravillas del universo. Su sentimiento de dependencia de lo divino era tan completo y tan confiado que le producía la alegría y la certeza de una seguridad personal absoluta. No había ningún fingimiento vacilante en su experiencia religiosa. En este intelecto gigantesco de adulto, la fe del niño reinaba de manera suprema en todos los asuntos relacionados con la conciencia religiosa. No es extraño que dijera una vez: «A menos que os volváis como un niño pequeño, no entraréis en el reino». Aunque la fe de Jesús era ingenua, no era en ningún sentido infantil. (LU 196:0.12)