© 2000 Seppo Kanerva
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La relación de los Ajustadores con las criaturas del universo | Journal — Septiembre 2000 — Índice | Compartiendo nuestra vida espiritual |
Seppo Kanerva, Finland
La vida terrenal de Jesús estuvo dedicada un gran propósito. hacer la voluntad del Padre, vivir la vida humana religiosamente y por la fe. [LU 196:0.14] No olvidéis jamás el hecho de que el fin espiritual supremo del autootorgamiento de Miguel era el aumentar de la revelación de Dios. [LU 120:4.4]
Jesús, Cristo Miguel encarnado, es un Hijo Paradisiaco de la orden de los Migueles, un Hijo Creador, y se nos ha instruido que cada Hijo Creador tiene que ganar la autoridad indiscutible para gobernar en universo local; una congregación de diez millones de planetas habitados, miles de esferas arquitecturales, y trillones de seres mortales y celestiales. La última fase en la carrera de un Hijo Creador para ganar la completa soberanía sobre su creación es el séptimo otorgamiento, una encarnación, la cuál acontece solo una vez durante su carrera y siempre es en la semejanza humana; la más baja criatura con potencial y capacidad de supervivencia.
En el curso de los seis otorgamientos previos Miguel había hecho la voluntad del Hijo Eterno, la del Espíritu Infinito y la voluntad de todas las posibles combinaciones de los miembros de la Trinidad Paradisiaca. En el séptimo otorgamiento habría de hacer y vivir exclusivamente la voluntad del Padre Paradisiaco, el Padre de todos.
La vida de Cristo Miguel, el Hijo del Hombre y el Hijo de Dios, fue una manifestación de Dios. En y a través de esta extraordinaria experiencia Dios el Padre eligió manifestarse como siempre lo hace — de manera habitual— en la forma normal, natural y confiable de la acción divina [LU 120:4.6]. Desde el punto de vista filosófico es bueno notar que la vida y enseñanzas de Jesús no constituyeron una manifestación absoluta de la voluntad del Padre; sino mas bien una manifestación finita de ella. El aspecto finito de Dios es llamado Dios Supremo; y Dios Supremo es lo máximo que un ser humano es capaz de comprender acerca de Dios y de la Deidad. Se nos ha instruido que Jesús se embarcó en un programa de revelación del Supremo. (LU 120:0.7).
Es la voluntad del Padre que el hombre mortal se vuelva perfecto así como el Padre mismo es perfecto. En lo concerniente a los humanos, esta exhortación se refiere a la perfección finita. Jesús, el Hijo del Hombre, fue la completa verdad de esta expresión de la voluntad del Padre; Jesús el hombre, alcanzó la perfección finita durante su corta vida mortal de meros 36 años, y lo hizo como humano, sin recurrir a sus prerrogativas divinas; logró esta perfección solo con la asistencia de un Ajustador del Pensamiento y una incesante comunión con su Padre del Paraíso. Algo que todo ser humano pose el potencial para lograr. Jesús demostró a todos los humanos de este planeta, y de los diez millones de planetas de su universo, que es posible hacer verdad el mandato del Padre; es posible hacerse perfecto así como el Padre es perfecto (LU 142:7.15, LU 196:2.2, LU 196:2.4).
Dijo Jesús: «Yo conozco a la perfección toda la relación de un hijo con el Padre, porque todo lo que debéis alcanzar en la filiación en el futuro eterno, ya he alcañado. El Hijo del Hombre está preparado para ascender a la diestra del Padre, de modo que en mí está el camino, ahora abierto aún más, para que todos vosotros veáis a Dios y cuando hayáis completado la perfección gloriosa, os tornéis perfectos así como vuestro Padre en el cielo es perfecto». [LU 142:7.13]
El Padre de todos ha ordenado que el perfeccionamiento de las creaciones del tiempo y el espacio debe suceder de forma lenta pero segura, a través de largos y arduos procesos evolutivos con ayuda y ministerio abundantes proveídos por sus subordinados, los seres celestiales, pero sin directa intervención ni interferencia divinas. Jesús, el Hijo del Hombre, fue siempre fiel a esta expresión de la voluntad divina. Él experimentó las mismas arduas pruebas evolutivas, retos y decepciones que todo humano tiene que experimentar, contra las que tiene que luchar, y de las cuales debe salir triunfante. En cierto momento de su vida, el Hijo del Hombre se hizo consciente de su origen divino, de su verdadera naturaleza, pero rehusó recurrir a demostraciones de sus poderes divinos, a milagros, a la asistencia de «doce legiones de ángeles» u otras fuerzas superhumanas. No, llevó a cabo todos sus logros de forma usual, natural, y normal (LU 129:4.3-7). Jesús no habría de interferir en la constitución biológica del ser humano, en consecuencia, no dejó descendencia humana en este planeta. Jesús respetó el proceso evolutivo normal de éste planeta, incluso cuando él, siendo hijo dispensacional, tenía garantizados ciertos privilegios pertinentes al avance del status espiritual y religioso de las gentes del mundo. (LU 120:3.5).
Las instrucciones impartidas por Emanuel —en consulta con Gabriel— previamente a la encarnación de Miguel como Jesús, revelan de forma concisa en qué consistió la misión del séptimo auto-otorgamiento de Miguel (LU 120:1.1-LU 120:3.11). Estas instrucciones incluyeron los siguientes puntos y comisiones, siendo la mayoría expresiones de la voluntad de su Padre Paradisiaco: unificar la voluntad de la criatura finita y la del Creador infinito (LU 120:2.6); revelar a Dios al Hombre, y al hombre a Dios (LU 120:2.8); hacer una contribución a la soberanía del Supremo (LU 120:2.6); comulgar ininterrumpidamente con su Padre en el Paraíso (LU 120:1.4); no convertirse en un ejemplo para sus súbditos humanos a fin de que le siguieran o imitasen en detalle, sino más bien convertirse en una inspiración para ellos (LU 120:2.7); funcionar en un rol de maestro, no como sacerdote, pastor, o fundador de un nuevo culto o religión institucionalizada (LU 120:2.5; LU 120:3.6); no convertirse en sujeto de veneración idólatra (LU 120:3.7); liberar el espíritu del hombre (LU 120:2.6), limitar sus esfuerzos a la regeneración espiritual y la emancipación intelectual del hombre (LU 120:3.4); no convertirse en un líder político o embrollarse con la estructura económica del mundo (LU 120:3.4); liberar las mentes de los hombres de los viejos temores (LU 120:2.5): vivir una vida religiosa ideal (LU 120:3.4); ministrar bienestar físico y confort material a sus contemporáneos: dar «alguna atención a la realización de y ejemplificación de algunas cosas prácticas inmediatamente beneficiosas» para sus hermanos mortales (LU 120:2.5; LU 120:3.2); terminar la rebelión de Lucifer en el sistema de Satania y hacerlo como Hijo del Hombre, como un ser humano (LU 120:2.2).
Es de notar que Jesús habría de terminar con la rebelión como un mortal de un planeta corrompido por la rebelión, en debilidad hecha poder por su sumisión a la voluntad del Padre. Habría de terminar su autootorgamiento con el pronunciamiento de un juicio dispensacional y la terminación de la era post-Adánica, la consecuente resurrección de los mortales sobrevivientes y una declaración de nueva dispensación, aquella del Espíritu de la Verdad (LU 120:2.4). Jesús de Nazaret habría de derramar el Espíritu de la Verdad, y así, entre otras cosas, hacer posible el otorgamiento de Ajustadores del Pensamiento en Urantia (LU 120:2.6).
Aparte de lo que Emanuel presentó en la forma del plan que Miguel de Nebadon habría de implementar como Jesús, Josué ben José, hemos sido instruidos que cada humano necesita ganar experiencia en la crianza de niños, ya sea aquí en la tierra, o en los mundos morontiales. (LU 47:1.6).
Jesús consiguió, implementó y logró todo lo expuesto en los párrafos superiores. Ese fue su mandato, su misión. Esa fue la voluntad de Dios con relación a su séptimo auto-otorgamiento.
Jesús fue y es un hombre y un Dios. Él es esa combinación, y ello es incomprensible tanto a seres humanos como a seres celestiales. Tal combinación es un secreto de Sonarington, y por siempre permanecerá más allá de la comprensión de cualquier ser que no pertenezca a la orden de los Migueles.
Aún siendo así, Jesús nació, vivió y murió como cualquier humano en este mundo, fue un hombre entre los hombres. Experimentó el mismo crecimiento físico, mental y espiritual, las mismas luchas, dudas, incertidumbres, y esfuerzos por descubrir y conocer la voluntad del Padre, que cualquier otro ser humano experimenta. Experimentó los mismos triunfos, convicciones y certezas que todo ser humano puede experimentar, e hizo todo esto en ininterrumpida comunión con su Padre Celestial, justo como cualquier ser humano puede hacerlo. Su desarrollo espiritual fue un crecimiento gradual, asistido por el fragmento del Padre (LU 129:4.2).
Jesús de Nazaret nació el 21 de agosto del año 7 a. de J.C., y al igual que cualquier niño de su tiempo y edad, pasó los primeros siete años de su vida en Belén, Alejandría, y finalmente en Nazaret. Igualmente, de la misma manera que sucede a cualquier niño de su edad, un día llevó a cabo su primer decisión moral genuina, y un Ajustador del Pensamiento vino a habitar su mente. Ello sucedió el 11 de febrero del año 2 a. de J.C… Jesús recibió un Ajustador del Pensamiento muy experimentado, el mismo que había servido a Maquiventa Melquisedec casi 2000 años antes de esta memorable fecha. Y al igual que todos los niños de todos los tiempos, Jesús no fue consciente del arribo de su Ajustador del Pensamiento.
Desde temprana edad Jesús pasó por el desarrollo evolucionario normal de cualquier niño, incluyendo una primitiva religión personal basada en tradicionales pero incorrectas nociones acerca de la naturaleza de Dios. Fue criado por sus padres, José y María, como judío, y fue educado en las doctrinas y dogmas de la religión tradicional hebrea. Sin embargo, a muy temprana edad comenzó a cuestionar estos dogmas, y buscó en sus padres y en el chazán de la sinagoga de Nazaret —el maestro de su escuela- respuestas a sus incesantes preguntas. El joven Jesús evidenció profundo interés por todo lo que observaba a su alrededor, pero particularmente por las cosas invisibles. Asimismo desafió prácticas y hábitos judíos sin sentido, como aquel de tocar un pergamino pegado al marco de la puerta.
Solía decir sus oraciones tradicionales de la forma en que le enseñaron sus padres, pero no lo encontraba totalmente satisfactorio. Después de haber hecho sus oraciones, usualmente invertía algún tiempo teniendo «solo una pequeña plática con mi Padre en los cielos». Estos fueron los comienzos de su «estar» en constante comunión con su Padre. Nosotros nos podemos beneficiar significativamente si ponemos atención a lo que se reporta de sus platicas y comuniones de juventud con su Padre celestial: había decidido finalmente «hablar con mi Padre que está en los cielos»; y aunque no estaba totalmente seguro de la respuesta, sentía… LU 123:6.9.
Si nosotros, seres humanos de hoy en día, no estamos siempre seguros acerca de la respuesta, no hay nada de que preocuparse. Pero actuaremos sabiamente si en una situación así nos abstenemos de declarar nuestros propios pensamientos como respuestas divinas y de actuar como si estuviésemos haciendo la voluntad del Padre. A lo largo de los años he observado que mucha gente, incluyendo lectores de El Libro de Urantia, actúan de forma poco sabia en estas situaciones. La gran mayoría, si no es que todas, las dificultades que nuestra comunidad juvenil de lectores de El Libro de Urantia ha venido experimentando, tienen sus causas raíz en esta tendencia humana a declarar los pensamientos, ideas, nociones, interpretaciones y deseos de uno mismo como mandatos absolutamente divinos; como mandamientos de Dios. Esto ha resultado en fanatismo e inflexibles e insensibles formas de implementar nociones e ideas puramente humanas, incluso cuando éstas violan o frustran otros mandatos que, mas allá de la duda razonable, se reconoce han sido emitidos por nuestros amigos súper-humanos.
Una y otra vez sus padres encontraban a Jesús «sentado por el mismo en un lugar apartado, con su juvenil cabeza entre las manos y pensando profundamente». Jesús era un pensador, un profundo pensador y planeador. Descubrió la voluntad del Padre pensando con profundidad y comparando sus propios pensamientos con pensamientos que él encontraba verdaderos, bellos, buenos y amantes, y asumía que ellos debían ser los pensamientos de su Padre celestial.
El primer evento supernatural en la vida de Jesús ocurrió la tarde del 8 de abril del año 7 d. de J.C., durante su primer visita a Jerusalén para la Pascua judía cuando una oleada de iluminación espiritual atravesó la mente mortal de Jesús … y durante la noche, por primera vez en su carrera terrestre, un mensajero especial de Salvington, enviado por Manuel, apareció ante ély le dijo: «Ha llegado la hora. Ya es tiempo de que empieces a ocuparte de los asuntos de tu Padre». [LU 124:6.15]
Aparte de esta visita del mensajero de Salvington, quien al final estaba dando voz a la voluntad del Padre, Jesús mismo estaba aún incierto acerca del origen de los pensamientos en su mente, pero sentía, por ejemplo, que la matanza y sacrificio de miles de animales en el templo de Jerusalén no era lo que su Padre celestial requería ni algo con lo que estuviera complacido. Así, día a día Jesús se hacía mas y más consciente de qué sí iba de acuerdo con la voluntad de su Padre y de qué no. Y aunque Jesús aún no disfrutaba de comunicación directa con su Ajustador, sabía la voluntad del Padre, cuyos pensamientos se volvían cada vez más claros para él.
Jesús, el niño de 12 años, un «hijo de la ley» y un miembro del reino de Israel, sintió que tras su primer Pascua judía en Jerusalén tendría que pasar algún tiempo en la casa de su Padre, en el templo de Jerusalén, y, curiosamente, en este punto se olvidó de sus padres terrenales. Por algunos días participó en las discusiones en el templo desconcertando a los instruidos rabínicos con sus penetrantes preguntas y comentarios. Sin embargo, años después sintió que era pueril, y no quiso tomar parte en esas discusiones nunca más.
Esto nuevamente nos instruye acerca del hecho de que algunas veces nos sentimos muy apasionados acerca de ciertos hechos, los cuales tiempo después parecen haber perdido mucha si no es que toda su importancia. Ello es solamente un indicador del crecimiento, nada de que preocuparse o de que sentirse apenado.
Sin embargo el incidente del templo también refleja la lucha de Jesús por encontrar solución a su dilema de lealtades y obediencias: ocuparse de los asuntos de su Padre o ser un hijo obediente de sus padres terrenales. La decisión que pronunció fue: «Aunque debo hacer la voluntad de mi Padre celestial, también obedeceré a mi padre terrenal». [LU 125:6.11] De ahora en adelante, él habría de enfrentarse constantemente a la necesidad de decidir entre los asuntos de este mundo y la contemplación de su relación con los asuntos de su Padre [LU 126:0.2]. Solo poco tiempo después Jesús tendría que determinar si se involucraría en el movimiento patriótico o no, si en este asunto habría de frustrar la voluntad y decepcionar los deseos de su madre y sus parientes, o no. Enfrentó una situación similar cuando hubo de determinar si se uniría a las academias rabínicas, y también cuando hubo de definir si se convertiría en rabí de la poderosa sinagoga de Alejandría. En su caso estas dos opciones de involucramiento político y educación rabínica, corrían en contra las instrucciones que le habían sido dadas por Emanuel — pero Jesús era ignorante de ello en este punto de su vida- así que sus elecciones de no unirse a ninguna de estas instituciones fueron incuestionablemente suyas y solo suyas.
Cada vez que tuvo que determinar su posición en relación con las instituciones de la sociedad y los usos de la religión tradicional judía, empleó el criterio ¿Qué hacen por el alma humana? ¿Traen a Dios más cerca del hombre? ¿Llevan al hombre hacia Dios? (LU 126:2.5). Nosotros, urantianos de hoy día, frecuentemente enfrentamos estos mismos dilemas; y aunque en nuestro caso la elección correcta no es necesariamente la que Jesús eligió, podemos aplicar el mismo criterio.
Cuando Jesús tenía catorce años de edad, su padre murió accidentalmente, y Jesús tuvo que asumir la responsabilidad de cuidar de su madre viuda y sus siete hermanos y hermanas. Esta fue su oportunidad para ganar extensiva experiencia en crianza de niños a lo largo de seis años, incluyendo el cuidado de una recién nacida, porque la más joven de sus hermanas, Rut, no había nacido aún al momento de la muerte de su padre. De este modo, la muerte de su padre terrenal José determinó el curso de la vida de Jesús por muchos de los años por venir; Jesús se convirtió de hecho en el padre de sus hermanos y hermanas.
Durante estos años de trabajo duro para ganar el pan de su familia como carpintero, constructor de botes, y finalmente como intérprete y tutor, tuvo la oportunidad de aprender a conocer prácticamente cada aspecto de la vida de los humanos, para así convertirse en nuestro compasivo y comprensivo hermano. Todo fue de acuerdo con la voluntad de su Padre en los cielos. Su diseño de un nuevo tipo de bote el cual fue usado para navegar en las aguas del Mar de Galilea, sirve como ejemplo de la implementación del mandato divino de que había de realizar algo práctico para el confort de sus contemporáneos.
La actualización de la cuarta revelación de época provee un recuento de la carrera terrenal de Jesús y reporta, año por año, acerca de sus esfuerzos por controlar su mente, por lograr unidad entre su mente y la mente divina, por entenderse a sí mismo y su verdadera naturaleza, sus dudas y sentimientos de incertidumbre en relación con su misión, y acerca de si él era o no el Mesías judío esperado. El proceso de ganar completo dominio y maestría de su mente y completa comunión con su Ajustador del Pensamiento continuó por muchos años, todo el camino hasta el momento de su bautismo el 14 de enero del año 26 d . de J.C…
Durante sus catorceavo y quinceavo años Jesús empezó a tomar conciencia de su divinidad y de su destino, y el momento en que logró un alto grado de comunicación con su Ajustador [LU 126:0.1]. Durante su decimosexto año Jesús alcanzó completo desarrollo físico y el completo desarrollo de su intelecto humano (LU 127:1.3). En lo concerniente a su decimoséptimo año; Jesús progresó mucho en la organización de su mente. Gradualmente babía conciliado su naturaleza divina con su naturaleza humana, y efectuó toda esta organización intelectual con la fuerza de sus propias decisiones y con la única ayuda de su Monitor interior [LU 127:2.12]. Durante su veinteavo año … Está adquiriendo con firmeza el arte de ajustar sus aspiraciones a las exigencias convencionales de las circunstancias humanas. Casi ha dominado la técnica de utilizar la energía del impulso espiritual para mover el mecanismo de las realizaciones materiales … está aprendiendo a transformar las dificultades del tiempo en triunfos de la eternidad. [LU 127:6.12]. En su vigésimo primer año obtuvo conocimientos, adquirió experiencia y los combino en la sabiduría, tal como lo hacen otros mortales del reino [LU 128:1.3]. Durante su vigésimo cuarto año, 18 d. de J.C., estaba en frecuente comunión con su Padre en los cielos e hizo formidables progresos en el dominio de su mente humana [LU 128:5.6].
Acerca de su vigésimo quinto año se nos dice que estaba comprometido en periodos de profunda meditación y contemplación de sus actividades futuras (LU 128:6.10), y se nos deja entender que estos periodos de profunda meditación ocurrían en cualquier momento y en cualquier lugar, incluso cuando se encontraba trabajando en su tienda de reparaciones. En lo referente a su vigésimo sexto año, aprendemos que se hizo completamente conciente de sus poderes potenciales, pero que decidió no emplearlos como Hijo del Hombre. Su determinación para hacer la voluntad de su Padre celestial fue repleta (LU 128:7.1; LU 128:7.2). Durante su vigésimo séptimo año Jesús hizo … grandes progresos en la dominación ascendente de su mente humana, y alcan ró niveles nuevos y elevados de contacto consciente con su Ajustador del Pensamiento interior. [LU 129:1.14]. Durante sus años vigésimo noveno y treintavo, los años de sus viajes por el Mediterráneo y el Caspio, 23 y 24 d. de J.C., Jesús prácticamente completó su preparación por educación y contacto con las muchas gentes del mundo (LU 129:3.7).
En este viaje por el Mediterráneo, Jesús efectuó un gran avance en su tarea humana de dominar la mente material y mortal, y su Ajustador interior progresó mucbo en la ascensión y la conquista espiritual de este mismo intelecto humano. Al finalizar este periplo, Jesús sabía implícitamente — con toda certidumbre humanal— que era un Hijo de Dios. [LU 129:3.9]
Sin embargo aún era el Hijo del Hombre. Todavía no babía logrado el completo dominio de su mente humana; el Ajustador aún no habia dominado y equiparado plenamente la identidad mortal. Aún él era un hombre entre los hombres. [LU 129:4.1]
La experiencia religiosa puramente humana -el crecimiento espiritual personal-del Hijo del Hombre alcanzó prácticamente su ápice durante éste su vigésimo noveno año de edad. [LU 129:4.2]
A través de todos estos años, si bien no parecía estar en comunión frecuente con su Padre celestial, perfeccionó métodos cada vez más eficaces de comunicación personal con la presencia espiritual residente de su Padre del Paraíso. [LU 129:4.3]
Podemos aprender mucho de estas afirmaciones. El proceso de alcanzar una comunión significativa con nuestro Ajustador del Pensamiento es largo, durando décadas, pero Jesús, el Hijo del Hombre, demostró que es posible conseguirlo incluso durante los días de la carne. Aunque supongo que la mayoría de nosotros necesitaremos esperar hasta habitar en los mundos de estancia para ser capaces de dicho logro. Otra observación que hacer y a la cual poner atención es el hecho de que Jesús no se empeñó en rezos formales o cualquier ritual para acceder a la presencia de Dios, más bien su comunión fue constante, incesante; él verdaderamente actuó bajo el hecho de que nuestro Padre está presente siempre y en todas partes, de que nos ve todo el tiempo.
Para finales de su vigésimo noveno año, Jesús de Nazaret babia terminado virtualmente la experiencia de vivir la vida como se les exige a los mortales moradores en la carne… ya se ha convertido casi en la perfección del hombre que aguarda la ocasión de manifestarse a Dios. Y todo esto lo bizo antes de cumplir los treinta años de edad [LU 129:4.8].
En lo concerniente al treintavo año aprendemos que
fue uno de los más excepcionales en la experiencia íntima del hijo del hombre; bubo gran progreso en la tarea de alcanzar una armonía funcional entre su mente humana y el Ajustador residente. El ajustador se había ocupado activamente de la reorganización del pensamiento y la preparación de la mente para los grandes acontecimientos que se anunciaban en un futuro ya no muy distante … Fue ésta la época intermedia, la etapa de transición de este ser, que comenzó la vida como Dios que aparece como hombre, y que ahora se estaba preparando para completar su carrera terrenal como hombre que aparece como Dios. [LU 134:1.7]
En su trigésimo primer año, 25 d. de J.C., su Ajustador del Pensamiento llevó a Jesús a lo alto de las cuestas del Monte Hermón donde habría de culminar su trabajo de conquistar su mente humana y efectuar la completa consagración para lo que restaba de su misión en la tierra. El episodio de las tres últimas semanas de agosto y las tres primeras de septiembre en el Monte Hermón marcan la terminación de la carrera puramente humana de Jesús (LU 134:7.6-7; LU 134:8.4). Durante estas seis semanas de aislamiento concluyó la tarea de logro de los círculos cósmicos de comprensión de la mente y de control de la personalidad. Solo restaba la consumación de la fase final de harmonización de la mente con el Ajustador (LU 134:8.4). Fue entonces y allí, durante la última semana de su permanencia en el Monte Hermón, que Jesús, el Hijo del Hombre, luchó victoriosamente en espíritu con Caligastia y Satán, quienes representaron a Lucifer. Este episodio es descrito como la prueba final de lealtad humana, en presencia de las tergiversaciones de las personalidades rebeldes [LU 134:8.6].
Entonces y allí, en una tarde a finales del verano, entre los árboles y el silencio de la naturaleza, Miguel de Nebadon ganó la indisputada soberanía de su universo. Ese día completó la tarea que han de cumplir los hijos creadores, la de vivir plenamente la vida encarnada en la semejan za de la carne mortal, en los mundos evolutivos del tiempo y del espacio … la rebelión luciferina en Satania y la secesión caligastiana en Urantia, quedaron prácticamente terminadas [LU 134:8.9].
El anuncio celestial de que Jesús había completado su carrera como hombre entre los hombres, de que había logrado la perfección de la vida humana, ocurrió el 14 de enero del año 26 d. de J.C., al momento de su bautizo por parte de Juan cuando se escuchó una voz anunciando: «Este es mi hijo amado en quien tengo complacencia» (LU 134:8.9, LU 135:8.6). Necesitamos tomar nota de esta información, en particular en lo concerniente al bautismo: Es por lo tanto evidente que Jesús no recibió de ninguna manera el bautismo de Juan como rito de arrepentimiento ni para la remisión de los pecados. Al aceptar el bautismo de manos de Juan, Jesús estaba simplemente siguiendo el ejemplo de muchos israelitas píos [1511.0].
Cuando Jesús fue bautizado, era un mortal de este mundo que había alcanzado y completado la ascensión evolucionaria humana en todos los asuntos relacionados con la conquista de la mente y con la identificación del yo con el espíritu. Él era ahora un mortal perfecto. Se habían establecido una sincronía perfecta y una comunicación completa y total entre su mente mortal y el Ajustador del Pensamiento (LU 136:2.2). Jesús se habría fusionado con su Ajustador, pero dado que este mortal del reino era también un Hijo Creador, el Ajustador, en vez, se desprendió del alma perfecta de Josué ben José solo para regresar unos cuantos momentos después desde Divington ya como un Ajustador Personalizado. Fue este Ajustador Personalizado quién hizo el anuncio de Jesús siendo el Hijo amado. (LU 136:2.3). Él era ahora completamente consciente de su status como un Hijo Creador.
Después del bautismo se retiró a las colinas de Perea por cuarenta días, para planear la siguiente fase de su vida en la tierra, la fase de la proclamación del reino del cielo.
Muchos de los aspectos de cómo Jesús vivió la voluntad de Dios han sido brevemente discutidos en la sección previa cuyo foco primario estuvo en las formas en las que descubrió esa voluntad, y no debo repetirlos en esta sección de la presentación.
La siguiente aseveración provee un sumario de la vida religiosa de Jesús: El secreto de su religión sin paralelo fue esta conciencia de la presencia de Dios; y la alcañó mediante la oración inteligente y la adoración sincera — comunión constante con Dios-y no por medio de augurios, voces, visiones, apariciones, o prácticas religiosas extraordinarias. [LU 196:0.10]
Jesús fue una revelación finita de su Padre Paradisiaco. Esto significa que su vida perfecta fue una revelación de la forma divina de vivir una vida humana, y sus enseñanzas fueron una revelación finita de las ideas y pensamientos absolutos de su Padre Paradisiaco. Una de las razones por las cuales su Padre, y nuestro Padre, pudo tan completamente manifestarse a través de Jesús fue su autoolvido: Cuando nos enfrentamos con un autoolvido tan esplendoroso comenzamos a comprender cómo el Padre Universal pudo tan plenamente manifestarse a ély revelarse a través de él a los mortales de los mundos [LU 196:0.9]. Esta afirmación está dirigida también a nosotros, sus compañeros mortales. Lo que hacemos por el bien de nuestros semejantes es lo importante y abre caminos a nuestro Padre para que él mismo se manifieste a ellos, el yo no es importante.
En el curso de su corta vida en la tierra Jesús cumplió y realizó cada aspecto de las instrucciones dadas por Emanuel y Gabriel previamente a su séptimo auto-otorgamiento. Su voluntad se volvió una con la voluntad del creador infinito. Reveló Dios al hombre y el hombre a Dios. Estuvo en ininterrumpida comunión con su Padre Paradisiaco. No se convirtió en un ejemplo sino en una inspiración para los humanos haciendo que sus seguidores exaltaran la palabra —dejando de lado el hecho de que sucedió de una manera que estaba mas allá de su control—. Actuó su vida pública como un maestro. Durante su vida hizo todo por prevenir la adoración idólatra de su persona. Hizo una enorme contribución a la regeneración espiritual y a la emancipación intelectual del hombre. No se convirtió en un líder político; aún así dio algunos consejos e impartió ciertas visiones concernientes a los desarrollos políticos del mundo. No se enredó en la estructura económica del mundo, incluso habiendo impartido buen consejo e instrucciones éticas en lo concerniente al manejo de la riqueza. Dijo a sus apóstoles: «No es la o voluntad de mi Padre que ceda yo a la tentación de enseñaros reglas de gobierno, comercio o conducta social». [LU 140:6.6]. Contribuyó fuertemente a la liberación de antiguos temores que oprimían la mente del hombre. Vivió una vida religiosa ideal. Ministró para el bienestar físico y confort material de sus contemporáneos. Como Hijo del Hombre terminó la rebelión de Lucifer y la secesión de Caligastia. Declaró un juicio de dispensación a los sobrevivientes adormecidos. Y finalmente derramo el Espíritu de la Verdad.
Jesús no estableció una nueva religión institucionalizada. Jesús no es el fundador del cristianismo. El cristianismo es un trabajo de sus seguidores y partidarios, quienes tornaron la palabra salvadora de Jesús acerca de la Paternidad de Dios y la hermandad de los hombres en una religión acerca de Jesús. Pero Jesús sí estableció una religión, fue parte de su misión: Jesús fundó la religión de la experiencia personal al hacer la voluntad de Dios y servir a la hermandad humana; Pablo fundó una religión cuyo objeto de adoración fue el Jesús glorificado, y la bermandad estuvo constituida de creyentes en el Cristo Divino. En el autootorgamiento de Jesús estos dos conceptos eran potenciales en su vida divino-humana, y es en verdad una pena que estos seguidores no lograran crear una religión unificada capaz de reconocer adecuadamente tanto la naturaleza humana como la naturaleza divina del Maestro, tal cual estuvieron vinculadas inseparablemente en su vida terrenal y tan gloriosamente establecidas en el evangelio original del reino. [LU 196:2.6]
La religión es la experiencia puramente espiritual del alma evolutiva del hombre conocedor de Dios … [LU 156:5.10]
Jesús predicó este sermón para aclarar el hecho de que la religión es una experiencia personal. [LU 145:2.3]
No pretendo estar en posibilidad de capturar de forma exhaustiva cada aspecto de la vida, la naturaleza y las enseñanzas de Jesús. Sólo puedo seleccionar unas cuantas de las innumerables características y facetas de su vida y enseñanzas y tratar de presentar una interpretación personal de ellas de una forma que sea aplicable en las vidas de los constructores del reino de hoy en día, y para que le sirva a los hijos de la fe de hoy en su lucha y búsqueda de la verdad. Porque la vida y enseñanzas de Jesús han de servir de inspiración para todos nosotros, debo enfocarme en las facetas y características de su vida y enseñanzas que son útiles, incluso a veces asombrosas. Aunque aún así son fácilmente ignoradas y olvidadas.
Dijo Jesús: «Decid a mis hijos que, aunque me enternezca yo por sus sentimientos y tenga paciencia con sus debilidades, también soy despiadado con el pecado e intolerante de la iniquidad. Soy en verdad manso y bumilde en la presencia de mi Padre, pero soy igual e implacablemente inexorable allí donde haya maldad deliberada y rebelión pecaminosa contra la voluntad de mi Padre en el cielo». [LU 159:3.9]
Jesús fue agresivo. Este asombroso pronunciamiento se repite siete veces en la revisión de la cuarta revelación de época. Jesús también dice a sus apóstoles y seguidores que deben ser agresivos: «pero también debéis ser valientes en la defensa de la rectitud, poderosos en la promulgación de la verdad y enérgicos en la predicación de este evangelio del reino, aún hasta los fines de la tierra». [LU 178:1.14]
Los retratos de Jesús han sido altamente desafortunados. Estas pinturas de Cristo han ejercido una influencia deletérea sobre la juventud; los mercaderes del reino no bubieren buido ante Jesús si bubiese sido un hombre tal como lo retratan generalmente vuestros artistas. Su virilidad era digna; él era bueno, pero natural. Jesús no posaba de místico manso, dulce gentily afable. Su manera de enseñar era dinámica, electrizante. No solamente tenía buenas intenciones sino que hacía realmente el bien. [LU 141:3.6].
La fidelidad era una virtud cardinal en su evaluación del carácter, mientras que el co raje estaba en el corazón mismo de sus enseñanzas. «No temáis» era su consigna y la resistencia paciente, su ideal de fuerza de carácter. Las enseñan zas de Jesús constituyen una religión de valor, coraje y heroísmo. [LU 140:8.20].
Una visión común de Jesús es que fue un hombre de tristezas y dolor, un místico, un bien intencionado pero poco práctico, soñador y patético fanático, un reformador del mundo cuyos esquemas para el mejoramiento del planeta se estrellaron y fracasaron completa y miserablemente. Otra visión era, y continúa siendo, la de una persona simpática y agradable, alguien capaz de condonar cualquier cosa e incluso todo. Jesús no fue nada de eso. Jesús no fue un místico de suave hablar, sino alguien enérgico y agresivo, tampoco fue una persona oscura de preocupaciones y ansiedades, sino severo de vez en cuando, fue también jovial y amante pero no era endeble, era valiente e inspirador pero no era un ermitaño solitario, no, siempre fue fácil acceder a él, era sociable y amistoso. Jesús amó a hombres, mujeres y niños, confió en ellos, incluso reconociendo sus fragilidades, temores, deshonestidades, egoísmos y todos sus lados obscuros. Fue vigoroso y agresivo, pero no actuó de forma arrolladora, condescendiente o como un sabelotodo. Su manera de enseñar fue única: ni una sola vez atacó los errores o imperfecciones en las ideas o pensamientos de los demás, en cambio sí enfatizó lo que era correcto y justo en los pensamientos que presentaban sus compañeros de conversación o discusión, de forma que ellos mismos vieran sus errores y equivocaciones. Aunque defendió la política de no-resistencia al mal, no fue debido a debilidad, sino porque era una manera positiva de actuar, una manera asombrosa y sorprendente de dar al agresor la oportunidad de reconsiderar.
Jesús exigía que sus seguidores reaccionaran positiva y enérgicamente en toda situación de la vida. El acto de volver la otra mejilla, o lo que esa acción pudiera tipificar, exige iniciativa, requiere una expresión vigorosa, activa y valiente de la personalidad del creyente [LU 159:5.9]. El consejo de Jesús fue: No cometáis el error de luchar contra el mal con sus propias armas [LU 140:8.7].
Las siguientes instrucciones fueron dadas por Jesús a sus apóstoles y otros seguidores, pero yo me aventuro a adivinar que a nosotros, sus modernos seguidores, también nos las daría: No debéis ser misticos pasivos ni ascetas insulsos; no debéis llegar a ser soñadores ni vagabundos que confían supinamente en una Providencia ficticia para que provea aún sus necesidades vitales … también debéis ser valientes en la defensa de la rectitud, poderosos en la promulgación de la verdady enérgicos en la promulgación de este evangelio del reino, aún hasta los fines de la tierra [LU 178:1.14].
Lo que Jesús requirió de los seguidores de su tiempo, también nos concierne a nosotros, sus seguidores y creyentes de hoy en día. Jesús hizo muchas, muchas declaraciones que contradicen completamente la representación de él como la personificación de la bondad, justicia e imparcialidad humanas. Que ello contradiga nuestras nociones de bondad, justicia e imparcialidad debería hacernos reconsiderar nuestras nociones. Jesús dijo: Ofreced vuestra compasión a los valientes y los poderosos, limitando vuestra piedad por aquellas almas cobardes que tan solo enfrentan a medias las pruebas del vivir. No brindéis consuelo a los que sucumben a sus problemas sin luchar [LU 159:3.11].
Es la voluntad de Dios que progresemos, crezcamos, nos hagamos mejores; que hagamos el esfuerzo, que combatamos y luchemos; porque si no, retrocedemos, regresamos a un estado inferior. Quedarnos inmóviles no es una alternativa, no es una opción en absoluto. Jesús le dijo a sus apóstoles que no podían quedarse inmóviles; debían seguir adelantando en rectitud o retroceder en el mal y el pecado… Les imploró que no se conformaran con ser niños en el evangelio sino que lucharan por alcanzar la estatura plena de la filiación divina en la comunión del espiritu y en la hermandad de los creyentes [LU 156:2.6]. También dijo: «No podéis estar quietos en los asuntos del reino eterno. Mi Padre requiere que todos sus hijos crezcan en la gracia y en el conocimiento de la verdad». [LU 176:3.5]
El rasgo de energía y coraje en la vida y enseñanzas de Jesús es un rasgo que no ha figurado prominentemente en la religión cristiana tradicional.
Jesús fue selectivo. Aunque Jesús se oponía a la discriminación e incluso declaró que el reino del cielo es para todos, para las almas de judíos y gentiles, griegos y romanos, ricos y pobres, libres y no libres, jóvenes y viejos, hombres y mujeres, todos los hombres de todas las edades y todas las condiciones sociales entre la gente (LU 137:8.6, LU 141:7.5, LU 143:1.6), también fue selectivo. «De cierto, de cierto os digo que no entrará en el reino del cielo todo aquel que diga ‘Señor, Señor’, sino mas bien el que baga la voluntad de mi Padre que está en el cielo». [LU 140:1.4]. Ahora pues, para vosotros que habéis rechazado la salvación, la puerta está cerrada. Esta puerta no está abierta para los que quieren entrar al reino por gloria egoísta. No es la salvación para los que no están dispuestos a pagar el precio de la dedicación total a hacer la voluntad de mi Padre …es inútil pararse en mente y cuerpo ante esta puerta y golpear diciendo: ‘Señor ábrenos; nosotros también queremos ser grandes en el reino’. Entonces yo declararé que vosotros no sois de mi redil. No os recibiré para que estéis entre los que lucharon la buena lucha de la fe y ganaron la recompensa del servicio altruista en el reino sobre la tierra. Y cuando vosotros digáis: ‘¿acaso no comimos y bebimos contigo, acaso no enseñaste en nuestras calles?’ entonces yo nuevamente os declararé que vosotros sois extranjeros espirituales; que no servimos juntos en el ministerio de misericordia del Padre en la Tierra; que yo no os conozco». [LU 166:3.4]
Jesús pidió sabiduría y discriminación a la hora de ganar almas para el reino y proclamar el evangelio. Dijo: «No presentéis lo que es santo a los perros, ni os hagaiis culpables de echar vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que pisoteen vuestras gemas y se vuelvan y os despedacen». [LU 140:3.18]. Pero esta declaración se ve más severa de lo que es. El perro o el cerdo son aquellos que se hacen perros o cerdos -aquellos no receptivos de la verdad. En su respuesta a Ganid, que estaba pasmado cuando Jesús parecía no querer ocuparse de cierta persona, un pagano, en una conversación acerca de la salvación del alma, Jesús dijo: «Ganid, ese hombre no estaba sediento de verdad. No estaba insatisfecho consigo mismo. No estaba presto a pedir ayuda, los ojos de su mente no estaban abiertos para recibir luz para el alma. Ese hombre no estaba maduro para la cosecha de la salvación … No puedes revelar a Dios a los que no lo buscan; no se puede conducir al regocijo de la salvación a las almas que no quieren ser salvadas. Es necesario que el hombre llegue a anhelar la verdad como resultado de las experiencias de la vida, o que desee conocer a Dios como resultado del contacto con la vida de los que han conocido al Padre divino». [LU 132:7.2].
¿Qué aprendemos de esto? La situación en lo concerniente con la quinta revelación de época en este aspecto no es diferente de lo que fue en relación con la cuarta. Si nosotros lanzáramos El Libro de Urantia a las manos de cada mortal de este planeta sería igual a «presentar lo que es santo a los perros», ellos podrían «volverse y devorarnos». Es sabio mantener la revelación de verdad accesible sólo a aquellos que tienen «hambre por la verdad». Es una valoración errónea considerar que todo humano estará hambriento por la verdad y receptivo a una revelación. El estado actual del mundo es un indicativo claro de que no lo están, la mayoría de la gente está aún como el pagano: satisfechos con ellos mismos. Estar insatisfecho con uno mismo es prerrequisito para pedir ayuda y tener la mente abierta para «recibir luz para el alma».
Hubo un aspecto limitante más. Dijo Jesús: ¿Es necesario recordaros que los sanos no necesitan de médico, sino mas bien los que están enfermos? Yo he venido, no a llamar a los justos, sino a los pecadores». [LU 138:3.6] No tiene objeto tratar de llevar el evangelio a aquellos que ya se encuentran en el reino del cielo. Este aspecto también tiene relación con la diseminación de la actualización de la cuarta revelación de época, por ejemplo cuando vemos la aparición de publicaciones separadas de la Parte IV de El Libro de Urantia. Sin embargo ello no aplica en lo que se refiere a la diseminación de la quinta revelación de época la cuál puede ser de gran beneficio hasta para los hijos de Dios por la fe, para aquellos que ya se encuentran en el reino del cielo.
Aún otro aspecto en este sentido es el que se nos revela en estas palabras: Solo tan pocos mortales son verdaderamente pensadores … El oído de la mente humana es casi sordo … [LU 110:7.6]. Se requiere un gran esfuerzo de pensamiento y se necesita un oído de la mente abierto si en verdad quiere uno beneficiarse de la quinta revelación de época. Diseminar estas enseñanzas entre gentes que no son verdaderamente pensadoras y cuyas mentes están cerradas es igual a «echar vuestras perlas delante de los cerdos». Éstas son palabras de Jesús: «No puedes obligar a los hombres a que amen la verdad». [LU 153:3.5]
Jesús también fue implacable e inflexible. Esto es verdad en lo relativo a la elección entre la verdad y el error, pero no debe entenderse que no haya ejercido discreción y sabiduría en asuntos terrenales y no espirituales. De hecho Jesús decidió, por ejemplo, no hacer uso de milagros en la promoción del reino del cielo: ¿Estaba de acuerdo con la «voluntad del Padre» que la mente divina biciera esa concesión a la naturaleza incrédula de la mente humana? Jesús decidió que no [LU 136:8.3]. También decidio contra todo compromiso con la sabiduría del mundo y la influencia de las riquezas en el establecimiento del reino. Nuevamente, decidió depender exclusivamente de la voluntad del Padre [LU 136:8.4].
Jesús se rehusó a hacer compromisos con el mal, mucho menos a asociarse con el pecado (LU 136:8.8). «Decid a mis hijos que aunque me enternezca yo por sus sentimientosy tenga paciencia con sus debilidades, también soy despiadado con el pecado e intolerante de la iniquidad. Soy en verdad manso y bumilde en la presencia de mi Padre, pero soy igual e implacablemente inexorable alli donde haya maldad deliberada 1 rebelión pecaminosa contra la voluntad de mi Padre en el cielo». [LU 159:3.9]
Que él fuera un inconformista fue una consecuencia natural del hecho de que su vida y sus enseñanzas constituyeron la cuarta revelación de época. Pero aquí, otra vez, fue inconformista en los asuntos religiosos y espirituales; ya que de otra forma fue un ciudadano observante de la ley de una nación súbdita romana, cuya respuesta estándar a cuestiones relacionadas con los gobiernos terrenales fue: «Dad al cesar lo que es del césar, y a Dios lo que es de Dios». Lo mismo aplica al hecho de que perteneció a la nación y religión judía. Jesús fue fiel a las instrucciones de Emanuel: «Si lo consideras conveniente, podrás identificarte con movimientos religiosos y espirituales como puedan encontrarse en Urantia». Jesús mismo dijo: «pero no cometáis el error de pensar que yo he venido para poner de lado la ley y a los profetas; no he venido para destruir sino para completar, para ampliar e iluminar. No he venido para transgredir la ley, sino más bien para inscribir estos nuevos mandamientos en las tablas de vuestro corazón». [LU 140:6.2]
Contrariamente a las prácticas religiosas comunes de los judíos, Jesús no promovió el ayuno o la aflicción del alma; su misión fue por siempre destruir todo ese tipo de nociones en lo concerniente a cómo acercarse a Dios (LU 136:3.3). Contrariamente a las prácticas religiosas de los judíos, Jesús apoyaba las habilidades atléticas y la fortaleza física (LU 124:3.7) y admiró y apoyó el arte y la música; también hablo aprobatoriamente acerca de la ciencia. Se opuso a prácticas y rituales religiosos sin sentido porque ellos, en la mayoría de los casos, tuvieron sus orígenes en conceptos de Dios completamente erróneos. Estas prácticas incluyeron, por ejemplo, la costumbre de tocar un pergamino pegado al marco de la puerta cada vez que se entra o sale de la casa; el ritual del lavado de manos antes de las comidas; los sacrificios animales; guardar el Sabbath («Os declaro que el sábado fue hecho para el hombre y no el hombre para el sábado» [LU 147:6.4]); oraciones formales; auto-lástima ostentosa; etc. Jesús no apoyó ninguna forma de discriminación; ni tampoco aprobó ninguna noción acerca de «un pueblo elegido». Hizo valientes esfuerzos por hacer entender a sus seguidores que ellos eran libres religiosamente, que podían formular sus propias oraciones, que sólo debían preocuparse de su propia relación personal con Dios.
Jesús no apoyó la común y aceptada práctica de la revancha, en vez enseñó misericordia e indulgencia: «Vuestra regla no será la medida con que medís, os será medido’. Quienes gobiernan a los hombres pueden tener tales leyes, pero no en el reino; la misericordia determinará siempre vuestro juicio y el amor, vuestra conducta». [LU 140:6.9] Jesús, en vez, abogó por amar a los propios enemigos: «Yo os digo: amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os ultrajan». [LU 140:3.15]
Siempre que se encontraba en situaciones de fuerza y poder, tales como los primeros asientos en la sinagoga y los asientos de honor en la comida, competiciones por ser el más grande en el reino, donde el ser grande concernía a muchos — justo como continúa siendo hoy en día- Jesús solía hacer sorprendentes pronunciamientos acerca de la grandeza: «El que quiera ser grande en el reino de mi Padre será un ministro para todos; 1 el que quiera ser el primero entre vosotros, dejad que sea el siervo de sus hermanos». [LU 140:1.6]
Lo que resultó más sorprendentemente inconformista en sus acciones fue su emancipación de la mujer. No aprobaba las prácticas judías de discriminación y segregación de la mujer. Conversaba libremente con ellas. Incluso formó un cuerpo de mujeres evangelistas, lo que debe de haber sido un escándalo en sus tiempos.
Puede parecer y sonar extraño que Jesús fue un líder religioso y espiritual que no fue promotor exclusivamente de la espiritualidad. Jesús no quería limitarse a producir bo m b res re lig io so s, unos mortales enteramente ocupados en sentimientos religiosos y animados exclusivamente por impulsos espirituales. Si hubierais podido echar una sola mirada sobre él, bubierais sabido que Jesús era realmente un hombre de gran experiencia en las cosas de este mundo. Las enseñanzas de Jesús en este sentido han sido groseramente falseadas y muy mal presentadas a lo largo de todos los siglos de la era cristiana; también babéis tenido ideas tergiversadas sobre la mansedumbre y la bumildad del Maestro. La meta que perseguía en su vida parece haber sido un magnífico respeto de sí mismo. [LU 140:8.20].
Esto es algo que es ampliamente ignorado, también entre estudiantes de la quinta revelación de época. Y es exactamente lo opuesto lo que tiende a ser el ideal: un mortal ocupado exclusivamente por sentimientos religiosos y que actúa solo por impulsos espirituales. Aún así, tenemos un mundo material que cuidar y por el qué vivir, y es la voluntad de Dios que vivamos esta vida en este mundo y que ministremos a las gentes que lo habitan. Jesús enseñó que era egoísta estar preocupado acerca de la salvación de uno mismo: La salvación deben darla por sentada aquellos que creen en la paternidad de Dios. La preocupación principal del creyente no debería ser el deseo egoísta de la salvación personal, sino más bien el impulso desinteresado de amar a los semejantes, y por tanto de servirlos [LU 188:4.9].
No hay nada que sea incompatible entre la filiación en el reino espiritual y la ciudadanía en un gobierno laico o civil. El creyente tiene el deber de dar al césar las cosas que son del césar, y a Dios las cosas que son de Dios. No puede haber discrepancia entre estas dos exigencias, pues una es material y la otra espiritual. [LU 178:1.3].
Jesús de Nazaret fue totalmente confiado tanto en relación con su Padre celestial como con sus compañeros humanos; a pesar de ello su confianza en sus compañeros humanos no era ingenua; conocía profundamente los corazones de los hombres; no sufría de ilusiones en lo concerniente a las fragilidades del hombre. La fe de Jesús alcanzó la pureza de la confianza de un niño. Su fe era tan absoluta y estaba tan desprovista de dudas que respondía al encanto del contacto con los semejantes y a las maravillas del universo. Su sentimiento de dependencia de lo divino era tan completo y tan confiado que le producía la alegría la certeza de una seguridad personal absoluta [LU 196:0.12]. Nosotros, sus compañeros mortales, tenemos la misma oportunidad de ser igualmente confiados y seguros, mostrando la confianza y seguridad de un niño.
Jesús confiaba en los hombres, sus compañeros mortales, les confió la tarea de construir el reino del cielo en la tierra. Dejó a sus compañeros hombres demostrarse a sí mismos que eran dignos de su confianza. Y esto incluyo hasta al apóstol Judas Iscariote. Jesús dijo a Andrés: Continúa concediéndole la máxima confian ̨a a este apóstol. [LU 157:7.1].
La evolución ha sido ordenada por Dios; es el lento pero seguro proceso de perfeccionamiento de los universos materiales y de todas las criaturas que habitan los planetas. Nuestro Maestro fue un evolucionista, no un rebelde o revolucionario; no era un revolucionario militante, era un evolucionista progresista. Sólo emprendía la destrucción de algo que existía cuando ofrecía simultáneamente a sus semejantes la cosa superior que debía existir. [LU 149:2.11]. Rechazó toda idea de compromiso con las técnicas revolucionarias de Caligastia. Y conocía la futilidad del método de Caligastia, consistente en tratar de adelantarse a la manera natural, lenta y segura de llevar a cabo el designio divino. Una vez más, el Hijo del Hombre se inclinó con obediencia ante la vía del Padre, la voluntad del Padre [LU 136:8.5].
De igual manera, es voluntad de Dios que la existencia finita en que nos encontramos sea sinónimo de existencia experiencial, y que crezcamos hacia la perfección a través de la experiencia, a través del camino largo y difícil. Pero no carecemos de ayuda en este proceso; Dios nos ha proveído de amplia asistencia. Jesús tuvo, gracias a su experiencia personal, un profundo conocimiento de cómo es, de hecho, vivir la vida de los seres humanos en los mundos materiales del tiempo y del espacio. (LU 129:4.3)
«… en los asuntos humanos nada puede reemplazar a la experiencia real». [1956.0]
Dios es verdad, belleza y bondad, amor unificado. Jesús fue la encarnación de la verdad, la belleza y la bondad. Él fue amor divino encarnado. Todos los demás aspectos y características de su ser pueden ser vistas como derivados de su amor. Pero es necesario expandir nuestra propia conceptualización de lo que es y de lo que no es el amor. El amor tiene muchas facetas, algunas de ellas estorninas y sorprendentes, características que muchos de nosotros no tendríamos la voluntad de asociar pronta y gustosamente con el amor. El amor nunca es cínico. El amor no condona el mal; el amor no conciente ni mima (LU 140:5.12). Jesús declaró: »Mi Padre no aprueba con indulgencia los actos y las prácticas de sus hijos que conducen a la destrucción y a la ruina de todo crecimiento moral y de todo progreso espiritual. Esas prácticas pecaminosas son una abominación a los ojos de Dios». [LU 147:5.9]
Jesús «conoció y amó a toda clase de hombres, ricos y pobres, poderosos y bumildes, negros y blancos, instruidos e iletrados, cultos e incultos, brutos y espirituales, religiosos e irreligiosos, morales e inmorales». [LU 129:3.8]. Su gran nuevo mandamiento, el que presento a sus once apóstoles — y a nosotros-en la última cena fue: Que os améis los unos a los otros como yo os he amado. [LU 180:0.3]
Jesús instruyó a sus apóstoles con estas palabras: «existe un método práctico para descubrir hasta qué punto babéis cedido el control de los poderes de vuestra alma a la enseñañay a la dirección de este espíritu interior del Padre celestial: es el grado de vuestro amor por vuestros semejantes humanos. Este espiritu del Padre participa del amor del Padre, y a medida que domina al hombre, lo conduce infaliblemente en la dirección de la adoración divina y de la consideración afectuosa por los semejantes». [LU 146:3.6]
Juntamente con su vida perfecta, las enseñanzas de Jesús constituyen la cuarta revelación de época. Las revelaciones de época no son frecuentes en ningún planeta. El desarrollo en general de cualquier planeta habitado sigue las leyes de la evolución; la ley de la evolución consiste en esfuerzo y lucha; en los actos de libre arbitrio de todos los involucrados en hacer la voluntad del Padre. La evolución no se basa en intervención divina, o en el hacer compulsivo de la voluntad del Padre. Las revelaciones de época se dan sólo en aquellos momentos de lento proceso evolucionario cuando los potenciales de evolución parecen estar agotándose. Las revelaciones constituyen una intervención superhumana en el curso normal de la evolución, y es por ello que siempre son cuidadosamente planeadas a fin de minimizar el aspecto intervensionista de tales acciones superhumanas. Al final, las revelaciones habrán de convertirse siempre en parte del proceso evolucionario. Debido a la necesidad de mantener el delicado balance entre evolución y revelación, Jesús hubo de observar cuidadosa discreción en sus enseñanzas. Él no quiso sobre-enseñar, tuvo que calibrar sus enseñanzas de acuerdo a la receptividad de su audiencia, y en algunas ocasiones sus enseñanzas fueron puramente personales y fueron dadas bajo la condición de que la persona que se beneficiaba de sus instrucciones no le dijera a ningún otro hombre o mujer acerca de lo que había aprendido.
Si el amor es visto como haber sido la característica principal de la totalidad de lo que Jesús fue, como la cualidad de la cual todas las demás características provinieron, entonces lo mismo puede ser dicho acerca de sus enseñanzas en lo concerniente al reino del cielo. El concepto del reino es el elemento central de las enseñanzas de Jesús; prácticamente todas las demás instrucciones son derivaciones del mismo.
El reino del cielo es, en breve, la comunidad invisible de los hijos por la fe de Dios, de aquellos quienes creen en la Paternidad de Dios y en la consecuente hermandad del hombre; la comunidad de aquellos humanos cuyo supremo deseo es hacer la voluntad de Dios, lo que se manifiesta en amor desinteresado y en los frutos del espíritu, y uno de esos frutos es la conducta moral y ética mejorada.
El reino del cielo ha de mantenerse separado del hecho de ser hijos de Dios, todos los humanos son hijos de Dios, pero no todos ellos son ciudadanos del reino del cielo. El reino del cielo a su vez ha de mantenerse separado de los muchos y variados grupos de creyentes, iglesias, sectas y comunidades religiosas. En este sentido se encuentra sabiamente establecido en la primera página de la cédula de la Asociación Internacional Urantia que la AIU «no habrá de confundirse con la hermandad del reino del cielo».
Son los ciudadanos del reino del cielo quienes transformarán al mundo; ellos son los conductos del amor y la cuidadosa vigilancia divinos. También es mi interpretación que es por los ciudadanos del reino celestial que los Altísimos pueden regir en los reinos materiales, terrenales del hombre.
Jesús enseñó que, por medio de la fe, el creyente entra de inm e diato en el reino. Enseñó en sus diversos discursos que dos cosas son esenciales para entrar por la fe en el reino: 1.) La fe, la sinceridad. Venir como un niño pequeño, recibir el don de la filiación como un regalo; aceptar hacer la voluntad del Padre sin hacer preguntas, con una seguridad plena y una confianza sincera en la sabiduría del Padre; entrar en el reino libre de prejuicios y de ideas preconcebidas; tener una actitud abierta y estar dispuesto a aprender como un niño no mimado. 2.) El hambre de la verdad. La sed de rectitud, un cambio de mentalidad, la adquisición de la motivación para ser como Dios y para encontrar a Dios. [LU 170:2.20-22].
Enseñó que la fe era el único requisito para entrar al reino del Padre: «la fe es la puerta abierta para entrar en el amor presente, perfecto y eterno de Dios». [LU 138:8.8]
La entrada al reino está abierta para todos: «Este reino incluirá a las almas adoradoras de los judios y de los gentiles, de los ricos y de los pobres, de los hombres libres y de los esclavos, porque mi Padre no hace acepción de personas; su amor y su misericordia son para todos». [LU 137:8.6]
Pero esta ciudadanía puede ser perdida. Si un ciudadano falla en progresar y deja de rendir frutos del espíritu, la ciudadanía se pierde: «La entrada en el reino del Padre es totalmente libre, pero el progreso — el crecimiento en la gracia — es indispensable para permanecer alli». [LU 150:5.2]. «La vida en la creación eterna del Padre no es un descanso sin fin en la ociosidad ni un reposo egoísta, sino más bien una progresión continua en la gracia, la verdad y la gloria» [LU 181:1.2] No podéis permanecer inmóviles en los asuntos del reino eterno. Mi Padre exige que todos sus hijos crezcan en la gracia y en el conocimiento de la verdad. [LU 176:3.5]
Un ciudadano del reino del cielo debe de rendir los frutos del espíritu; ello es automático; nadie puede ser ciudadano del reino si no rinde los frutos del espíritu, si su ciudadanía no se muestra en sus acciones, en su comportamiento, su conducta, en su servicio amante para con sus compañeros; si no se manifiesta a sí mismo como alguien altamente ético y moral, leal, con paz interior, bondadoso sin falla, tolerante y capaz de perdonar. Y son los frutos del espíritu los que atraen a sus compañeros mortales; no tanto sus proclamaciones, sus palabras. Jesús enseñó: «Y no será tanto por las palabras que diréis, sino más bien por la vida que viviréis, que los hombres sabrán que habéis estado conmigo y que habéis aprendido las realidades del reino». [LU 140:1.7] «Al encontrarte así, nacido del espírituy feliz en el reino de Dios, empezarás a producir en tu vida diaria los frutos abundantes del espiritu». [LU 142:6.7]
Uno de los frutos del espíritu es el servicio amante (LU 193:2.2). El servicio amante, de nuevo, puede manifestarse a sí mismo de diversas formas. Jesús no descendió para resolver los problemas políticos, sociales o de ningún otro tipo en el mundo. Es parte de la naturaleza de la evolución, que el hombre resuelva estos problemas por sí mismo. «Es voluntad del Padre que el hombre mortal trabaje con perseverancia y firmeza para mejorar su condición en la tierra. La aplicación inteligente debería capacitar al hombre para superar una gran parte de su miseria terrestre». [LU 148:5.3]. «La ciudadanía en el reino celestial debería hacer de los hijos de la fe también hijos ideales de los reinos terrenales del hombre». (LU 178:1.4).
«Esta nueva religión de Jesús no estaba desprovista de implicaciones prácticas, pero todo lo que se puede encontrar en su enseñanza con un valor práctico, en el aspecto político, social o económico, es la consecuencia natural de esta experiencia interior del alma, que manifiesta los frutos del espíritu en el ministerio diario espontáneo de una experiencia religiosa personal auténtica». [LU 140:10.6].
Jesús nunca tuvo la intención de formular teorías económicas, sabía muy bien que cada época debe desarrollar sus propios remedios para los problemas existentes… no tomaría partido en los debates políticos, sociales o económicos del día. Permanecería sublimemente al margen, mientras que os enseñaría a perfeccionar vuestra vida espiritual interior, con el fin de haceros mucho más competentes para atacar la solución de vuestros problemas puramente humanos. [LU 140:8.17]
El Maestro no ofreció soluciones para los problemas no religiosos de su propia época, ni de ninguna época posterior. [LU 140:8.31]
«Desde el punto de vista de una civilización que progresa, la filiación en el reino debería ayudaros a convertiros en los ciudadanos ideales de los reinos de este mundo, puesto que la fraternidady el servicio son las piedras angulares del evangelio del reino. La llamada al amor del reino espiritual debería llegar a ser el destructor efectivo de la incitación al odio de los ciudadanos incrédulos y belicosos de los reinos terrestres. Pero esos hijos materialistas, que se ballan en las tinieblas, nunca sabrán nada de vuestra luz espiritual de la verdad, a menos que os acerquéis mucho a ellos con ese servicio social desinteresado que es el resultado natural de producir los frutos del espiritu en la experiencia de la vida de cada creyente individuals. [LU 178:1.4]
«Como hombres mortales y materiales, sois en verdad los ciudadanos de los reinos terrestres, y deberíais ser buenos ciudadanos, mucho mejores por haberos convertido en los hijos renacidos de espiritu del reino celestial». [LU 178:1.5]
Un aspecto esencial en los asuntos humanos es la importancia del liderazgo. Las enseñanzas de Jesús en lo concerniente a este asunto son quizás sorpresivas y desconcertantes para algunos. Esto quizá sea así debido a que tanta gente ha perdido su confianza en los líderes humanos debido al hecho de que en el curso de la historia muchos de ellos han mostrado ser individuos inmerecedores de confianza, carentes de principios, que solo ven por sí mismos, engañosos e incluso destructivos. Éstas son las palabras de nuestro Maestro: «En mi universo y en el universo de universos de mi Padre, nuestros hijos-hermanos son tratados como individuos en todas sus relaciones espirituales, pero en todas las relaciones colectivas, procuramos invariablemente que exista una persona determinada que dirija. Nuestro reino es un reino de orden, y cuando dos o más criaturas volitivas actúan en cooperación, siempre se prevé la autoridad de un jefe». LU 181:2.16
En lo concerniente a la relación entre la salvación y la ciudadanía del reino celestial, Jesús enseñó que son una y la misma cosa. Dijo: «No podéis comprar la salvación; no podéis ganar la rectitud. La salvación es un don de Dios, y la rectitud es el fruto natural de la vida nacida del espiritu, la vida de filiación en el reino. No vais a salvaros porque viváis una vida de rectitud, sino que viviréis una vida de rectitud porque ya babéis sido salvados, porque babéis reconocido la filiación como un don de Dios, y el servicio en el reino como la delicia suprema de la vida en la tierra». [LU 150:5.5]
El reino del cielo es uno de libertad e independencia. «He venido al mundo para proclamar la libertad espiritual, a fin de que los mortales puedan tener el poder de vivir una vida individual originaly libre ante Dios». [LU 141:5.1]
Y aunque el siguiente principio ha sido grandemente ignorado y violado en la historia del ser humano; nadie puede ser llevado al reino del cielo por la fuerza, y el poder y la fuerza de los reinos terrenales no debe ser empleada para la promoción del reino celestial ni para forzar al hombre. «Donde está el espíritu del Señor, allí hay libertad». [LU 103:5.11]. «Las fuerzas del mundo espiritual no desean coaccionar al hombre; le permiten seguir el camino que él mismo ha escogido». [LU 163:2.8] «No debéis intentar promulgar la verdad ni establecer la rectitud mediante el poder de los gobiernos civiles o por medio de la promulgación de las leyes laicas. Siempre podéis esforzaros por persuadir la mente de los hombres, pero no debéis atreveros nunca a forzarlos». [LU 178:1.12].
No obstante, la ley y el orden necesitan ser reforzadas. «En el reino de los cielos, los verdaderos creyentes no recurrirán al empleo de la fuerza física … pero ello no anula el derecho que tienen los grupos sociales de creyentes a mantener el orden en sus filas y a administrar la disciplina a sus miembros ingobernables e indignos. [LU 178:1.2]. Mi interpretación personal es que el hecho mismo de que se hace necesario disciplinar a ciertos ciudadanos «ingobernables e indignos», significa que ellos ya han dejado — de hecho- de ser ciudadanos del reino. Seguramente que el reino del cielo es el reino de la libertad y la independencia, pero no es un reino de licencia.
Porque el reino del cielo es un reino de libertad, no hay reglas de conducta y comportamiento a observar y honrar.
Esto dice la declaración de un ser intermedio: Jesús despojó a la moralidad de todas las reglas y ceremonias, y la elevó a los niveles majestuosos del pensamiento espiritual y de la vida verdaderamente recta [LU 140:10.5]. No era siquiera ni un reformador moral. Sabía muy bien, y asi lo enseñó a sus apóstoles, que los impulsos sensuales de la humanidad no se suprimen con los reproches religiosos ni con las probibiciones legales. Sus pocas denuncias estaban dirigidas sobre todo contra el orgullo, la crueldad, la opresión y la hipocresía [LU 140:8.21].
Jesús mismo dijo: «En verdad, en verdad os digo que cuando la voluntad del Padre es vuestra ley, difícilmente estáis en el reino. Pero cuando la voluntad del Padre se convierte realmente en vuestra vo lu n tad, entonces estáis de verdad en el reino, porque el reino se ha vuelto asi una experiencia establecida en vosotros. Cuando la voluntad de Dios es vuestra ley, sois unos nobles súbditos esclavos; pero cuando creéis en este nuevo evangelio de filiación divina, la voluntad de mi Padre se convierte en vuestra voluntad, y sois elevados a la alta posición de los hijos libres de Dios, los hijos liberados del reino». [LU 141:2.2]
Jesús no ofreció ninguna regla para el progreso social; su misión era religiosa, y la religión es una experiencia exclusivamente individual [LU 196:2.11]. Pero el hombre anhela reglas de conducta, doctrinas cristalizadas, dogmas y credos. Jesús encontró muy difícil hacer entender a sus apóstoles que no les enseñaría ninguna regla ni doctrina, ningún credo ni oraciones formuladas. No fue difícil sólo para él, también resulto casi imposible para los apóstoles entender y aceptar el hecho de que eran libres. La puerta de la celda de la prisión estaba abierta, pero ellos se rehusaban a salir. Y la historia subsiguiente del movimiento de Jesús, que posteriormente se convertiría en una secta y finalmente en la iglesia cristiana, evidencia que sus esfuerzos en este aspecto resultaron frustrados casi por completo. De cierta forma todo comenzó con la escritura de los cuatro evangelios bíblicos. En ellos, de forma sin escrúpulos, se ponen en sus labios declaraciones de reglas bien definidas; algo que él nunca hizo. El cristianismo rápidamente formularía en gran número más y más reglas de conducta y comportamiento «aceptables», de hecho lucharía y combatiría con toda una multiplicidad de credos y definiciones doctrinales, todo ello continúa sucediendo hasta hoy en día. Lo que Jesús predijo en relación con el cristianismo se ha hecho realidad: «Las religiones de autoridad se cristalizan en credos sin vida; la religión del espiritu se desarrolla en la alegría y la libertad crecientes de las acciones ennoblecedoras del servicio amoroso y de la ayuda misericordiosa». [LU 155:6.9].
Jesus said: “I have not come to legislate but to enlighten. I have come not to reform the kingdoms of this world but rather to establish the kingdom of heaven.” [LU 140:6.6] Los seres intermedios reportan: Otro gran obstáculo en este trabajo de enseñar a los doce era su tendencia a aceptar los principios altamente idealistas y espirituales de la verdad religiosa, y transformarlos en reglas concretas de conducta personal. Jesús les presentaba el hermoso espiritu de la actitud del alma, pero ellos insistían en traducir estas enseñanzas en reglas de comportamiento personal. [LU 140:10.2].
La verdad no puede ser capturada en credos, dogmas o doctrinas que luego todo creyente deba profesar, ni para que los creyentes tengan que esforzarse por una unidad de credo; o para que aquellos que no crean en dicha uniformidad sean mirados con desprecio o incluso muertos. Eso no es lo que Jesús enseñó. No, él enseñó que la verdad es viviente. «La verdad es viviente; el Espiritu de la Verdad siempre está conduciendo a los hijos de la luz a unos nuevos dominios de realidad espiritualy de servicio divino. La verdad no se os da para que la cristalicéis en unas formas establecidas, seguras y veneradas». … Es triste ver a las generaciones sucesivas de seguidores declarados de Jesús, decir a propósito de su administración de la verdad divina: «Maestro, he aquí la verdad que nos confiaste hace cien o mil años. No hemos perdido nada; hemos conservado fielmente todo lo que nos diste; no hemos permitido que se baga ningún cambio en lo que nos enseñaste; aquí está la verdad que nos diste». [LU 176:3.7] Jesús enseñó que no puede haber nunca unidad de credo alguna: «Las religiones de autoridad exigen a los hombres una creencia uniforme, pero esto es imposible de realizar en el estado actual del mundo. La religión del espiritu sólo exige una unidad de experiencia — un destino uniforme — aceptando plenamente la diversidad de creencias». [LU 155:6.9].
Jesús nos dio una nueva definición del concepto de pecado. Desde tiempos inmemoriales, el pecado había sido entendido como una trasgresión de las reglas y tabúes dictados por Dios. Debido a que una gran cantidad de las enseñanzas de Jesús se perdieron para el mundo, los creyentes aún creen que el pecado es una trasgresión de las reglas divinas que gobiernan la conducta humana, sin importar cuán sin sentido e irracionales dichas reglas puedan ser.
Y a la larga la iglesia cristiana abrazó la doctrina de Pablo del pecado original, y con ello la noción de que todos los hombres son pecadores, incluso los bebes recién nacidos. Y que dicho pecado heredado sólo podía ser lavado con la sangre de Jesús, y que el corazón paterno de Dios Todopoderoso en toda su frialdady dureza permanecía indiferente ante los infortunios y penas de sus criaturas, que sus tiernas misericordias no se derramaron sino cuando vio a su Hijo inocente sangrante y moribundo en la cruz del calvario [LU 4:5.6]. Pablo veía este sacrificio supremo como la redención del pecado original e hizo creer a sus seguidores que el Padre estaba ahora apaciguado y les había perdonado. Este, el más horrible y primitivo de los dogmas cristianos, ha efectivamente impedido a los buenos cristianos percibir el verdadero carácter del Padre Celestial, ha oscurecido la vida de miles de millones de cristianos por cerca de 2000 años, y continúa haciéndolo hoy. Jesús nunca enseñó algo que pudiera ni remotamente parecerse a las doctrinas paulistas. La quinta revelación de época nos instruye: La idea bárbara de apaciguar a un Dios airado, de propiciar a un Señor ofendido, de ganar el favor de la Deidad mediante sacrificios y penitencias e incluso por el derramamiento de sangre, representa una religión completamente pueril y primitiva, una idea indigna de una época esclarecida de ciencia y verdad. Tales creencias son absolutamente repulsivas a los seres celestiales y a los mandatarios divinos que sirven y reinan en los universos. Es una afrenta a Dios creer, sostener o enseñar que debe derramarse sangre inocente a fin de ganar su favor o conjurar la ficticia ira divina. [LU 4:5.4].
Jesús instruyó que el hombre es imperfecto, y que no es pecaminoso ser imperfecto: «La naturaleza humana puede tender hacia el mal, pero no es pecaminosa de manera inberente». [LU 156:5.8].
La visión de Jesús acerca del pecado fue: «El pecado es la transgresión consciente, conocida y deliberada de la ley divina, de la voluntad del Padre». [LU 148:4.4] Jesús llamó nuevo nacimiento, renacimiento o bautismo del espíritu, a la salvación del mal y del pecado. Y es este renacimiento la precondición para entrar en el reino del cielo. Es muy lógico: la ciudadanía en el reino del cielo significa que el deseo supremo de uno es hacer la voluntad de Dios, así que si el deseo de alguien es no hacer la voluntad del Padre, entonces no puede estar en el reino.
El pecado … prueba claramente la libertad temporal — aun la licencia- de la voluntad finita. El pecado ilustra la inmadurez deslumbrada por la libertad de la voluntad relativamente soberana de la personalidad, que al mismo tiempo no es capaz de percibir las obligaciones y deberes supremos de la ciudadanía cósmica [LU 118:7.4].
Una de las más sorprendentes enseñanzas de Jesús fue la que efectuó con relación al perdón. Fue tan sorprendente que recordamos la perplejidad del apóstol Pedro y su pregunta acerca de si las palabras de Jesús realmente significaban que perdonaría siete veces a «un hermano que ha pecado contra mí». Jesús también sugirió un procedimiento para resolver injusticias entre los creyentes (LU 159:1.3-LU 159:1.4). Hay muchos y muy importantes aspectos en las enseñanzas de Jesús acerca del perdón: Nuestro Padre en el cielo nos perdona incluso antes de que pensemos en pedírselo; sin embargo el perdón del Padre se convierte en una realidad para nosotros sólo cuando nosotros mismos, efectivamente, perdonamos a nuestros semejantes. Sin embargo, esto no debe ser visto como una condición que Dios impone para otorgarnos el perdón, sino más bien como que nosotros experimentamos el perdón sólo una vez que hemos perdonado a nuestros semejantes humanos.
El Padre que está en los cielos os ha perdonado incluso antes de que hayáis pensado en pedirselo, pero dicho perdón no está disponible en vuestra experiencia religiosa personal hasta el momento en que perdonáis a vuestros semejantes. El perdón de Dios no está condicionado, de he cho, por vuestro perdón a vuestros semejantes, pero como experiencia está sometido exactamente a esta condición. [LU 146:2.4]
La superstición tiene muchos aspectos negativos. Primero, las supersticiones no son verídicas. En segunda, la superstición, en sus esfuerzos por hacer a intervenir a los poderes divinos y milagrosos en el desarrollo del proceso evolutivo, va en contra de del principio de evolución ordenado por Dios. Es voluntad de Dios que el futuro nos sea desconocido en lo concerniente a los detalles; las revelaciones nos dejan saber solo los lineamientos generales de lo que nos espera más adelante. La superstición es un fútil esfuerzo humano por escapar del esfuerzo, lucha, pruebas e intentos en la construcción de nuestro futuro y en la búsqueda y encuentro de la voluntad de Dios por medio del difícil pero ordenado proceso evolutivo.
Jesús hizo un gran numero de pronunciamientos en contra de las creencias supersticiosas:
la astrología es una masa de errores supersticiosos que no tienen ningún sitio en el evangelio del reino. El examen de los órganos internos de un animal recién degollado no puede revelar nada sobre el tiempo atmosférico, los acontecimientos futuros o el resultado de los asuntos humanos. Los espíritus de los muertos no regresan para comunicarse con sus familiares o con sus antiguos amigos todavía vivos. Los amuletos y las reliquias son impotentes para curar las enfermedades, evitar los desastres o influir en los malos espíritus … Echar a la suerte … no es un método destinado a descubrir la voluntad divina … La adivinación, la bechicería y la brujería son supersticiones de las mentes ignorantes, como también lo son las ilusiones de la magia. La creencia en los números mágicos, en los pronósticos de buena suerte y en los presagios de mala suerte, es una pura superstición sin ningún fundamento … La interpretación de los sueños es ampliamente un sistema supersticioso e infundado de especulaciones ignorantes y fantásticas … Los espiritus del bien o del mal no pueden residir dentro de los símbolos materiales de arcilla, madera o metal … Los amuletos y todas las clases de encantamientos son inútiles tanto para conseguir la protección de los buenos espíritus como para desviar a los supuestos espíritus impuros … Jesús desenmascaró y censuró la creencia de sus oyentes en los encantamientos, las ordalías, los hechizos, las maldiciones, los signos, las mandrágoras, las cuerdas anudadas y todas las demás formas de superstición ignorante y esclavizante. [LU 150:3.3—LU 150:3.12].
Todas las manifestaciones de rancia superstición y magia son una plaga para gran parte de la población del mundo de hoy en día. Además de estas viejas y rancias expresiones de superstición y creencia en la magia, existen otras variantes más sofisticadas. Jesús fue explícito cuando dijo: «el progreso — el crecimiento en la gracia — es indispensable para permanecer alli». [LU 150:5.2] en el reino del cielo. Los reveladores discuten el tema del secularismo y hacen la observación de que La mayoría de los cristianos profesos de la civilización occidental son, sin saberlo, realmente laicos [LU 195:8.3]. Quienes viven en occidente son normalmente «cristianizados» unos cuantos días o semanas después de su nacimiento; cuando son adolescentes su membresía en la comunidad cristiana es un día «confirmada», al casarse en la iglesia el matrimonio es bendecido por la misma iglesia; sus hijos son de nuevo bautizados y se hacen miembros de esa iglesia; y por último, al final de sus días son enterrados en el cementerio de dicha iglesia y sus restos son bendecidos por ella misma. Todo esto no son sino formalidades, sin demasiada religión o convicción personal. Pero la gente cree que si los niños no son bautizados, su salvación estará en peligro, que no tendrán esperanza de vida eterna; que si el matrimonio no es bendecido por un sacerdote, fallará, que si una persona no es enterrada en una ceremonia de la iglesia y su cuerpo depositado en un cementerio bendecido por la iglesia su destino será la condenación, y así sucesivamente. La gente paga impuestos a la iglesia por que es visto como un seguro que garantiza la propia salvación y la vida eterna. La gente pertenece a las iglesias y profesa creer en unos anticuados y antiguos dogmas por la misma razón.
Todo ello se deja pasar sin mucha fe o religión personal. Todo ello es una forma sofisticada y enmascarada de superstición y creencia en la magia. Si no existe en las personas un deseo y decisión consciente de entrar en el reino por la causa de hacer la voluntad de Dios, sino sólo el deseo de salvación personal, esto es lo que Jesús les dice: «En verdad, en verdad os digo que no todo el que dice ‘Señor, Señor’ entrará en el reino de los cielos, sino más bien aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos». [LU 140:1.4]
Muchos cristianos profesos verdadera e innegablemente han hecho una decisión religiosa personal y son miembros de su iglesia debido a sus convicciones. Pero si no hay progreso, si no hay crecimiento en gracia, si no se rinden los frutos del espíritu; si la adherencia se vuelve una mera formalidad, una mera observancia de lo que es visto como socialmente aceptable; si esa adherencia se vuelve autojustificada y prejuiciosa, ellos se han quedado atrás; no son más ciudadanos del reino celestial. Y su continuada membresía en la comunidad de cristianos se ha convertido en superstición y en creencia en la magia.
Si «las buenas obras» que uno lleva a cabo son efectuadas por motivos egoístas, si uno «se sacrifica» y practica la auto-negación con la intención de «ganar puntos» en el libro de cuentas divino, o por el temor al castigo divino, esas obras son actos de superstición y no de fe auténtica. Jesús dijo: «La salvación se obtiene por la regeneración del espiritu y no por las acciones presuntuosas de la carne. Estáis justificados por la fe y sois aceptados por la gracia, no por el temory la abnegación de la carne, aunque los hijos del Padre, que han nacido del espiritu, son siempre y para siempre dueños de su yo y de todo lo que se refiere a los deseos de la carne». [LU 143:2.6]
La oración puede también ser una forma sofisticada de creencia en la magia, se puede tornar supersticiosa si es usada para pedir a Dios que intervenga en el desarrollo evolucionario normal de los acontecimientos, si es usada para ganar salvación de las inescapables consecuencias de las acciones y decisiones mal intencionadas, si se usa para ganar algo extra o incluso algo necesario para uno mismo. Jesús dijo en Jotapata, en el curso de su primer gira de predicación, en enero de 28 d. de J.C.: «Una oración que es incompatible con las leyes de Dios conocidas y establecidas, es una abominación para las Deidades del Paraiso». [LU 146:2.3].
La falsa noción de la reencarnación, la creencia de que las almas humanas regresan a este mundo una y otra vez y se reencarnan en nuevos humanos, tiene raíces antiguas y juega un rol prominente en las llamadas filosofías orientales. Se nos ha dicho que el Maestro encontró difícil hacer creer a los hombres que sus almas no babían tenido una existencia anterior [LU 164:3.4]. Sólo podemos abrumadoramente apuntar que muchos de sus seguidores de hoy día y otros buscadores de verdad continúan creyendo en la reencarnación. Y es tan difícil disuadir hoy de su error a estos creyentes como lo fue en tiempos de Jesús.
La canalización es otro tipo de ilusión y superstición que ha ganado seguidores y practicantes, sorprendentemente, incluso entre lectores de El Libro de Urantia. Aquellos quienes creen y practican la canalización lo hacen por una serie de distintas razones. Para algunos representa el sentirse importante, ser los elegidos de Dios, en su autodecepción se han engañado a sí mismos al creer que lo que pronuncian es un mensaje proveniente de algún lado que se encuentra más allá de sus propias fantasías e incluso su pensamiento. Otros practican la canalización porque, en sus engaños e ilusiones, genuinamente creen que se están comunicando con el espíritu de la palabra, que las ideas y nociones que surgen en su mente y en sus sueños son transmisiones de fuentes superhumanas. Jesús enseñó: «El único medio de comulgar con el mundo espiritual está incluido en la dotación espiritual de la humanidad, el espiritu interior del Padre, junto con el espíritu derramado por el Hijo y la influencia omnipresente del Espiritu Infinito». [LU 150:3.7].
Lo que Jesús enseñó acerca de la oración fue extensivo y al mismo tiempo nuevo y original. El aspecto que quizá continúa siendo el más duro de aceptar y de vivir es la noción de que Dios es inmutable; nuestras peticiones son impotentes en ocasionar cambios en Dios y en sus formas de actuar. Otro aspecto que fue prominente en las enseñanzas acerca de la oración por parte de Jesús es que Dios escucha cada oración, él conoce todos y cada uno de los movimientos de nuestras mentes y almas. Sin embargo la importancia de la oración no radica en el hecho de que el Padre las conozca, sino en su poder para cambiar la actitud de quien ora. Éste fue el mensaje de Jesús: «La oración no cambia la actitud divina hacia el hombre, pero sí cambia la actitud del hombre bacia el Padre invariable. Es el móvil de la oración lo que le da el derecho de acceso al oído divino, y no el estado social, económico o religioso exterior de aquel que ora». [LU 146:2.8]. Éstas son las palabras de Jesús: «Os cuento estas historias para animaros a perseverar en la oración, y no para daros a entender que vuestras súplicas modificarán al Padre justo y recto del cielo. En todo caso, vuestra insistencia no es para ganar el favor de Dios, sino para cambiar vuestra actitud terrestre y aumentar la capacidad de vuestra alma para recibir el espiritu». [LU 146:2.8] En sus comentarios acerca de las enseñanzas de Jesús, los seres intermedios se preguntan: ¿Cuánto tiempo necesitará el mundo de los creyentes para comprender que la oración no es un proceso para conseguir lo que uno desea, sino más bien un programa para emprender el camino de Dios, una experiencia para aprender a reconocer y a ejecutar la voluntad del Padre? [LU 180:2.4]
Jesús también dijo
que la oración para recibir la guía divina en el sendero de la vida terrestre seguía en importancia a la súplica para conocer la voluntad del Padre. Esto significa, en realidad, orar para obtener la sabiduría divina. Jesús no enseño nunca que pudieran obtenerse conocimientos humanos y habilidades especiales por medio de la oración… explicó que se refería a que oraran con sinceridady de acuerdo con las luces que poseía cada cual, a que oraran de todo corazón y con inteligencia, seriedady constancia. [LU 146:2.14]
Nuestro Maestro también nos dio consejo en lo concerniente a la forma de efectuar una oración: Que vuestras súplicas reales sean siempre en secreto. No permitáis que los hombres escucben vuestras oraciones personales… la oración del alma es un asunto personal. [LU 146:2.12]. Cuando oréis, hacedlo a solas y no utilicéis vanas repeticiones y frases sin sentido. [LU 140:6.11].
Dado que la vida y enseñanzas de Jesús constituyeron la cuarta revelación de época, fue natural que él impartiera conocimiento que realzara, elevara y expandiera la conceptualización humana de Dios. Es interesante notar que en la medida que el ser humano avanza a lo largo de la historia, el individuo tiende a experimentar la misma evolución gradual de sus conceptos de Dios. El mensaje central de Jesús a las grandes audiencias de seguidores y gente común fue que Dios es nuestro Padre, y que nosotros somos sus hijos e hijas, y que, consecuentemente, sus hijos e hijas son hermanos y hermanas. Pero él reveló más a sus apóstoles, y aún más a ciertos individuos. Él incluso fue selectivo en estas conversaciones. El Libro de Urantia, la quinta revelación de época y la actualización de la cuarta, va más allá de lo que Jesús enseñó en privado a los apóstoles y a un reducido número de individuos. Éstos son algunos de sus pronunciamientos:
«El ‘temor al Señor’ ha tenido diferentes significados a través de los tiempos; empezó con el miedo, ha pasado por la angustia y el terror, y ha llegado hasta el temor y el respeto. Partiendo del respeto, ahora quisiera elevaros, a través del reconocimiento, de la comprensión y de la apreciación, hasta el amor. Cuando el hombre sólo reconoce las obras de Dios, es inducido a temer al Supremo; pero cuando el hombre empieza a comprender y a experimentar la personalidad y el carácter del Dios viviente, se siente inducido a amar cada vez más a este bueno y perfecto Padre universaly eterno …«…La bondad de Dios conduce al arrepentimiento; la beneficencia de Dios conduce al servicio; la misericordia de Dios conduce a la salvación; mientras que el amor de Dios conduce a la adoración inteligente y generosa». «V uestros antepasados temían a Dios porque era poderoso y misterioso. Vosotros lo adoraréis porque es magnífico en amor, abundante en misericordia y glorioso en verdad. El poder de Dios engendra el temor en el corazón del hombre, pero la noblezay la rectitud de su personalidad producen la veneración, el amor y la adoración voluntaria… He venido al mundo para sustituir el miedo por el amor, la tristeza por la alegría, el temor por la confianza, la esclavitud servil y las ceremonias sin significado por el servicio amoroso y la adoración agradecida. Pero continúa siendo cierto para los que se encuentran en las tinieblas que ‘el temor al Señor es el comienzo de la sabiduría’. Cuando la luz brille más plenamente, los hijos de Dios se sentirán inducidos a alabar al Infinito por lo que él es, en lugar de temerlo por lo que hace». [LU 149:6.3-5]
Jesús pasó mucho tiempo enseñando a los apóstoles el nuevo concepto de Dios; les inculcó una y otra vez que Dios es un Padre, y no un contable grande y supremo que se ocupa principalmente de efectuar asientos perjudiciales contra sus hijos desviados de la tierra, registrando sus pecados y maldades para luego utilizarlos contra ellos cuando se siente a jųgarlos como justo Juez de toda la creación. [LU 141:4.1]
Tengo que concluir mi plática con estas muy familiares palabras porque ellas vienen con una afirmación que fue el corazón de las enseñanzas de Jesús:
Cuando todo ha sido dicho y hecho, la idea de Padre continúa siendo el concepto humano más elevado de Dios. [LU 196:3.35]
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