© 2000 La Christian Fellowship de Estudiantes de El libro de Urantia
En el nombre del Dios trino: El Padre Universal, El Hijo Eterno y El Espíritu Infinito. Amén.
«Dios es la más ineludible de todas las presencias, el más real de todos los hechos, la más viva de todas las verdades, el más afectuoso de todos los amigos y el más divino de todos los valores; de Dios tenemos derecho a estar más seguros que de cualquier otra experiencia universal.» (LU 102:7.10)
«De todos los conocimientos humanos, el que posee mayor valor es el de conocer la vida religiosa de Jesús y la manera en que la vivió.» (LU 196:1.3)
«Jesús era la personalidad humana perfectamente unificada. Y hoy, como en Galilea, continúa unificando la experiencia mortal y coordinando los esfuerzos humanos. Unifica la vida, ennoblece el carácter y simplifica la experiencia. Entra en la mente humana para elevarla, transformarla y transfigurarla.» (LU 100:7.18)
«He venido al mundo para sustituir el miedo por el amor, la tristeza por la alegría, el temor por la confianza, la esclavitud servil y las ceremonias sin significado por el servicio amoroso y la adoración agradecida.» (LU 149:6.5)
Al establecer una relación significativa en la Cena del Recuerdo, Jesús usó símbolos del vino y el pan para sugerir una comunión viva y personal con su Espíritu de Verdad. Él buscó liberar a nuestras almas renacidas «sobre las alegres alas de una libertad espiritual nueva y viva». No necesitamos interpretaciones teológicas de su presencia divina «porque en todas esas ocasiones el Maestro está realmente presente».
En esta noche de su traición, Jesús tomó la copa en sus manos y la bendijo, diciendo: «Tomad todos esta copa, y bebed de ella. Ésta será la copa de mi recuerdo. Ésta es la copa de la bendición de una nueva dispensación de gracia y de verdad. Será para vosotros el emblema de la donación y del ministerio del Espíritu divino de la Verdad». (LU 179:5.1)
Y de la misma manera, después de haber participado de la copa de la memoria, el Maestro tomó pan, y después de dar gracias, lo partió en pedazos y les ordenó que lo pasaran, diciendo: «Tomad este pan del recuerdo y comedlo. Os he dicho que yo soy el pan de la vida. Y este pan de la vida es la vida unida del Padre y del Hijo en un solo don. La palabra del Padre, tal como es revelada en el Hijo, es en verdad el pan de la vida». (LU 179:5.3)
«Cada vez que hagáis esto, hacedlo en memoria mía. Y cuando os acordéis de mí, reflexionad primero sobre mi vida en la carne, recordad que en otro tiempo estuve con vosotros, y luego discernid por la fe que todos cenaréis conmigo algún día en el reino eterno del Padre. Ésta es la nueva Pascua que os dejo, el recuerdo mismo de mi vida de donación, la palabra de la verdad eterna; y de mi amor por vosotros, os dejo la efusión de mi Espíritu de la Verdad sobre todo el género humano». (LU 179:5.9)
Tú, entonces, que deseas sinceramente reconocer el amor del Padre Universal y la soberanía de su Hijo, Cristo Miguel, en tu vida, únete conmigo ahora mientras nos consagramos a la guía de su Espíritu de Verdad y nos dedicamos en su servicio.
Nuestro perfecto, justo y amoroso Padre celestial, deseamos entregarnos plenamente a ti y a tu Hijo, Cristo Jesús.
Guíanos y dirígenos en el camino de nuestra vida. Santifica nuestros pasos y coordina nuestros pensamientos. Guíanos siempre por los caminos del progreso eterno. Llénanos de sabiduría hasta la plenitud del poder y vitalízanos con tu energía infinita. Inspíranos con la conciencia de tu guía y ministerio espiritual siempre presentes. Guíanos siempre hacia arriba en el camino de la luz. Haznos semejantes a ti en la gloria eterna y recíbenos en tu interminable servicio en las alturas. Amén. (LU 144:5.28-37, adaptado)
«Venid a mí, todos los que os afanáis y lleváis una carga pesada, que yo os daré el descanso. Haced vuestro mi yugo y aprended de mí, pues soy sincero y leal, y encontraréis el descanso espiritual para vuestra alma.» (LU 163:6.7)
El ministro después de descubrir los elementos, puede levantar la copa diciendo:
La copa de bendición que celebramos es el emblema designado por Cristo Miguel de su presencia espiritual con nosotros a través del Espíritu de la Verdad.
Mientras los ujieres pasan la copa de bendición, el ministro puede leer selectivamente los siguientes pasajes, deteniéndose cuando los ujieres regresan:
«Yo soy la verdadera vid, y mi Padre el viñador. Yo soy la vid, y vosotros los sarmientos. El Padre sólo me pide que produzcáis muchos frutos. La vid solamente se poda para aumentar la fecundidad de sus sarmientos. Todo sarmiento estéril que sale de mí, el Padre lo cortará. Todo sarmiento que produzca fruto, el Padre lo limpiará para que pueda producir más frutos. Vosotros ya estáis limpios por la palabra que he pronunciado, pero debéis continuar estando limpios. Tenéis que permanecer en mí, y yo en vosotros; el sarmiento muere si se le separa de la vid. Así como el sarmiento no puede producir frutos a menos que permanezca en la vid, vosotros tampoco podéis producir los frutos del servicio amoroso a menos que permanezcáis en mí. Recordad: Yo soy la verdadera vid, y vosotros los sarmientos vivientes. El que vive en mí, y yo en él, producirá muchos frutos del espíritu y experimentará la alegría suprema de dar esta cosecha espiritual. Si mantenéis esta unión espiritual viviente conmigo, produciréis un fruto abundante.» (LU 180:2.1)
«Conocéis bien el mandamiento que ordena que os améis los unos a los otros; que améis a vuestro prójimo como a vosotros mismos. Pero incluso esta dedicación sincera por parte de mis hijos no me satisface plenamente. Quisiera que realizarais unos actos de amor aún más grandes en el reino de la fraternidad de los creyentes. Y por eso os doy este nuevo mandamiento: Que os améis los unos a los otros como yo os he amado. De esta manera, si os amáis así los unos a los otros, todos los hombres sabrán que sois mis discípulos». (LU 180:1.1)
«Cuando os invito a que os améis los unos a los otros como yo os he amado, os presento la medida suprema del verdadero afecto, porque nadie puede tener un amor más grande que éste: el de dar la vida por sus amigos. Y vosotros sois mis amigos; seguiréis siendo mis amigos con que sólo estéis dispuestos a hacer lo que os he enseñado. Me habéis llamado Maestro, pero yo no os llamo sirvientes. Si tan sólo os amáis los unos a los otros como yo os amo, seréis mis amigos y siempre os hablaré de lo que el Padre me revela». (LU 180:1.3)
Amad a los hombres con el amor con que yo os he amado, y servid a vuestros semejantes mortales como yo os he servido. … Mi amor os cubre con su sombra, mi espíritu residirá con vosotros y mi paz permanecerá en vosotros (LU 193:5.2, LU 193:0.5, adaptado)
Cuando los ujieres hayan regresado, el ministro alzando la copa, podrá decir:
Toma y bebe esta copa de bendición. Porque nuestro Soberano es, en verdad, la copa del amor que reside con nosotros a través del Espíritu de la Verdad.
El ministro que levanta y parte la barra de pan puede decir:
Este pan de recuerdo que consagramos es el emblema designado por Cristo Miguel de su vida de otorgamiento entre nosotros como el verdadero y vivo Pan de Vida.
Mientras los ujieres pasan el pan, el ministro puede leer selectivamente los siguientes pasajes, deteniéndose cuando los ujieres regresan.
«He venido para proclamar la libertad espiritual, enseñar la verdad eterna y fomentar la fe viviente … mi Padre está ahora dispuesto a daros el verdadero pan de la vida. El pan del cielo es lo que desciende de Dios y da la vida eterna a los hombres del mundo. Cuando me digáis: Danos de ese pan viviente, yo contestaré: Yo soy ese pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed». (LU 153:2.6)
««Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y han muerto. En cuanto a este pan que desciende de Dios, si un hombre lo come, nunca morirá en espíritu. Repito que soy este pan viviente, y toda alma que consigue obtener esta naturaleza unida de Dios y hombre vivirá para siempre. Este pan de vida que doy a todos los que quieren recibirlo es mi propia naturaleza viviente y combinada. El Padre está en el Hijo y el Hijo es uno con el Padre —ésta es mi revelación donadora de vida al mundo y mi don de salvación para todas las naciones».» (LU 153:2.12)
««El verdadero pastor reúne a su rebaño en el redil durante la noche en los momentos de peligro. Cuando llega la mañana, entra en el corral por la puerta, y cuando llama, las ovejas conocen su voz. Todo pastor que entra en el corral por otro medio que no sea la puerta, es un ladrón y un saqueador. El verdadero pastor entra en el corral después de que el guardián le ha abierto la puerta, y sus ovejas, que conocen su voz, salen cuando las llama; y cuando las ovejas que le pertenecen están todas fuera, el verdadero pastor va delante de ellas; él muestra el camino y las ovejas le siguen. Sus ovejas le siguen porque conocen su voz; no seguirán a un extraño.» (LU 165:2.4)
Os declaro que soy ambas cosas a la vez, la puerta que conduce al redil del Padre, y al mismo tiempo el verdadero pastor de los rebaños de mi Padre. El ladrón irrumpe en el corral únicamente para robar, matar y destruir; pero yo he venido para que todos podáis tener la vida, y tenerla con más abundancia. Cuando surge el peligro, el asalariado huye y deja que las ovejas se dispersen y sean destruidas; pero el verdadero pastor no huye cuando se acerca el lobo; protege a su rebaño, y si es preciso, da su vida por sus ovejas. En verdad, en verdad os lo digo, amigos y enemigos, yo soy el verdadero pastor; conozco a los míos y los míos me conocen. No huiré frente al peligro. Terminaré este servicio completando la voluntad de mi Padre, y no abandonaré al rebaño que el Padre ha confiado a mi cuidado (LU 165:2.7-8, adapted)
Cuando Jesús terminó su vida terrenal, el nombre del Padre había sido tan revelado que el Maestro pudo decir verdaderamente:
Yo soy el pan de vida.
Yo soy el agua viva.
Yo soy la luz del mundo.
Yo soy la vid verdadera; vosotros sois las ramas.
Yo soy el buen pastor.
Yo soy el Padre infinito de mis hijos finitos.
Yo soy el camino, la verdad y la vida.
Yo soy la puerta abierta a la salvación eterna.
Yo soy el vínculo vivo entre el tiempo y la eternidad. (LU 182:1.10-25, adapted)
Cuando los ujieres hayan regresado, el ministro alzando el pan, podrá decir:
Tomad y comed este pan de la memoria. Porque nuestro Señor es, en verdad, el verdadero Pan de Vida.
Ahora bien, que esta comunión con nuestro Creador y Salvador, que es la Copa de Amor y el Pan de Vida, nos guarde y preserve en cuerpo, mente, alma y espíritu para vida eterna. Amén.
Entremos en oración y acción de gracias.
Abundante y amoroso Padre del Universo, nos regocijamos de que hayas establecido un monumento conmemorativo de tu ministerio de autootorgamiento salvador en nuestro mundo. Te agradecemos por refrescarnos y restaurarnos a través de tu presencia viva y amorosa comunión en esta Comunión del Recuerdo con tu Espíritu de Verdad. Mantennos bajo tu cuidado constante, fortalece nuestra fe en la trascendencia del crecimiento espiritual en nuestras vidas y aumenta nuestro amor mutuo a medida que avanzamos en servicio en el mundo.
Vivimos en el poder de tu amor y alabamos tu soberanía universal por los siglos de los siglos. Amén.
(Este documento contiene citas de El Libro de Urantia, cuyos derechos de autor fueron propiedad de la Fundación Urantia en 1955; 533 Diversey Parkway; Chicago, Illinois 60614; 773-525-3319, todos los derechos reservados.)
«Los peligros de una religión formalista son los siguientes: fijación de las creencias y cristalización de los sentimientos; acumulación de los derechos adquiridos con un incremento de la secularización; tendencia a uniformizar y a fosilizar la verdad; la religión se desvía del servicio a Dios hacia el servicio a la iglesia; inclinación de los dirigentes a convertirse en administradores en lugar de ministros; tendencia a formar sectas y divisiones competitivas; establecimiento de una autoridad eclesiástica opresiva; creación de la actitud aristocrática de «pueblo elegido»; fomento de las ideas falsas y exageradas sobre la santidad; rutinización de la religión y petrificación del culto; tendencia a venerar el pasado ignorando las necesidades del presente; incapacidad para dar una interpretación moderna de la religión; enredos con las funciones de las instituciones laicas; la religión formalista crea la discriminación nefasta de las castas religiosas; se convierte en un juez intolerante de la ortodoxia; no logra conservar el interés de la juventud aventurera, y pierde gradualmente el mensaje salvador del evangelio de la salvación eterna.» (LU 99:6.3)