© 2013 Fundación Urantia
De Mary Ann Leader, Berlin (Wisconsin, Estados Unidos)
El libro de Urantia llegó a mi vida poco después de mis 40 años, en un momento turbulento de mi vida personal. Buscaba la verdad como base sobre la que reconstruir mi vida emocional, intelectual y espiritual. Cuando me sugirieron que quizá encontraría interesante El libro de Urantia, lo rechacé rotundamente. No veía El libro de Urantia como un recurso que me ayudara en mi confusión. Di la espalda al caballero que me sugirió el libro y me alejé.
Tres años después, me presentaron el libro por segunda vez. En esta ocasión, alguien dispuesto a regalármelo depositó un ejemplar de tapa dura en mis manos, literalmente. Dijo que no podía comprenderlo, pero parecía que su contenido incluía muchos temas sobre los que habíamos conversado. Dijo que yo sería capaz de comprender El libro de Urantia y podría explicárselo a él. Tomé el libro y, mientras estaba de vacaciones, lo abrí y comencé a leerlo
Encontré la confirmación a una de las creencias básicas que había desarrollado durante los últimos 20 años de mi vida. Decir que lo que leí me deslumbró sería quedarse corto. No dejé el libro en toda esa semana y, durante mi lectura, encontré la confirmación a casi todas las nuevas creencias inspiradoras que había desarrollado durante los 20 años anteriores.
Durante esos 20 años, hice un estudio privado en el que comparaba las religiones. Agoté los recursos de la librería de mi pequeña localidad acerca de muchos temas, comenzando por la astronomía y después por la antropología, que me llevó a la arqueología y a las varias religiones y civilizaciones antiguas. Hice un estudio sobre culturas nativas americanas – las culturas antiguas de Sudamérica, Centroamérica y Norteamérica. Durante estos 20 años, mi concepto de Dios y mi entendimiento religioso personal crecieron. Decidí dejar de participar en la religión organizada y experimenté una ruptura en mi vida personal; me sentía dirigida a conocer a Dios personalmente.
Reflexionando sobre estas experiencias, pienso que no elegí a Dios. ¡Dios me eligió a mí! Esto puede parecer arrogante, pero sé experiencialmente que es cierto. Dios me eligió a mí. La experiencia de la verdad de esta afirmación comenzó cuando tenía ocho años y continúa hasta hoy. He tenido muchas experiencias difíciles en la vida durante mi niñez. Y puesto que me he hecho mayor, cuando me encuentro en una situación problemática me pregunto: «¿Qué es lo que Dios está intentando enseñarme con esta experiencia?». Muchas veces estas experiencias han herido mi alma, pero Dios nunca me ha abandonado, y he llegado a conocer a Dios como «mi Padre celestial». Dios se ha convertido en una personalidad amorosa para mí; veo a mi Padre celestial guiándome hacia una relación más personal y espiritual con él.
Solía tener El libro de Urantia en la estantería. Ocasionalmente lo sacaba de allí y leía un poco de aquí y de allá, pero siempre lo devolvía a su sitio. Sin embargo, durante los últimos cinco años, mi Libro de Urantia está junto a mi escritorio y ahora lo leo diariamente.
También he tomado los cursos que ofrece la Escuela de El libro de Urantia en Internet, y he aprendido el valor del libro. Leerlo es una actividad para toda la vida. ¡El aprendizaje nunca termina! «Este impulso hacia Dios es intenso e ineludible.» LU 14:2.7
El libro de Urantia me ha dado la experiencia del Padre celestial amoroso; el conocimiento de las personalidades trinas y de nuestro Hijo Creador, Cristo Miguel; y la maravilla del Ajustador del Pensamiento y del Espíritu Infinito. También me ha dado paz saber que la muerte es una transición en la aventura de la vida espiritual. Puesto que estoy «en el ocaso» de mi vida, me siento agradecida por el poema de Thompson, «El sabueso del cielo», que me inspiró a convertirme en lectora de El libro de Urantia y a aprender la verdad y la belleza que contiene entre sus tapas. «El hombre alcanza la belleza a través de la verdad, y por medio del amor espiritual asciende hacia la bondad.» LU 103:9.10