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Tal es la generosidad abarcante del Padre; extiende su bienvenida a cada uno de nosotros para aceptar el regalo de la vida eternal y la capacidad cada vez mayor de alegrarnos por la existencia … ¡la verdadera aventura!
Muchos lectores han saboreado también las palabras «el que quiera», cuya búsqueda da siete citas como las siguientes.
Todos
1. El amor de Dios no es secundario respecto a cualquier otro atributo de la naturaleza divina. Es un error pensar que se tiene que persuadir a Dios de que ame a sus hijos.
Es falso pensar que los sacrificios de sus Hijos o la intercesión de sus criaturas subordinadas convenzan a Dios para que ame a sus hijos, «porque el Padre mismo os ama». En respuesta a este afecto paternal, Dios envía a los maravillosos Ajustadores para que residan en la mente de los hombres. El amor de Dios es universal; «cualquiera que lo desee puede venir». Él querría «que todos los hombres se salvaran por medio del conocimiento de la verdad». «No desea que ninguno perezca.» [LU 2:5.2] negrita añadida
2. El rumbo está ya anunciado, el camino está abierto. ¡La carrera hacia la perfección está en marcha! Quienquiera que lo desee puede participar.
¡La meta de la eternidad está hacia adelante! ¡La aventura para alcanzar la divinidad se extiende delante de vosotros! ¡La carrera hacia la perfección está en marcha! Quienquiera que lo desee puede participar, y una victoria segura coronará los esfuerzos de todo ser humano que corra la carrera de la fe y de la confianza, dependiendo a cada paso del camino de las directrices del Ajustador interior y de la guía de ese buen espíritu del Hijo del Universo que ha sido derramado tan generosamente sobre toda carne. [LU 32:5.8] negrita añadida
3. La amplia bienvenida de Jesús se extiende a todos. Con corazón compasivo, abarca el alma de todas las personas de todo el universo.
Jesús tenía un punto de vista muy amplio. Exhortaba a sus seguidores a que predicaran el evangelio a todos los pueblos. Estaba exento de toda estrechez de miras. Su corazón compasivo abarcaba a toda la humanidad e incluso a un universo. Su invitación siempre era: «Quienquiera que lo desee, puede venir» [LU 100:7.6] negrita añadida
4. Jesús entendió la flaqueza humana, y aun conociendo plenamente tal debilidad, no puso restricciones ni limitaciones, salvo la fe del que viene.
Para Jesús, Judas era una aventura de la fe. El Maestro comprendió plenamente desde el principio la debilidad de este apóstol y conocía muy bien los peligros de admitirlo en la confraternidad. Pero es propio de la naturaleza de los Hijos de Dios el dar a todos los seres creados una oportunidad plena e igual de salvación y supervivencia. Jesús quería que no sólo los mortales de este mundo, sino también los observadores de otros innumerables mundos, supieran que si existen dudas sobre la sinceridad y el entusiasmo de la devoción de una criatura hacia el reino, los Jueces de los hombres tienen la costumbre invariable de aceptar plenamente al candidato dudoso. La puerta de la vida eterna está abierta de par en par para todos; «todo el que quiera puede venir»; no hay restricciones ni limitaciones, salvo la fe del que viene. [LU 139:12.7] negrita añadida
5. La fe como la de un niño está en el núcleo de la pacificación. Nacer de nuevo es el destino de «quien quiera» perder su vida.
Es fácil enseñar a los niños a trabajar como pacificadores. Disfrutan con las actividades de equipo; les gusta jugar juntos. El Maestro dijo en otra ocasión: «Quien quiera salvar su vida la perderá, pero quien esté dispuesto a perderla, la encontrará.» [LU 140:5.19] negrita añadida
6. Jesús plantea una pregunta directa. ¿Cuánto tiempo necesitaremos para convencernos de entrar con alegría en nuestra herencia espiritual?
«¿Cuánto tiempo estaréis detenidos en el valle de la decisión? ¿Por qué vaciláis entre dos opiniones? ¿Por qué un judío o un gentil dudaría en aceptar la buena nueva de que es un hijo del Dios eterno? ¿Cuánto tiempo necesitaremos para persuadiros de que entréis con alegría en vuestra herencia espiritual? He venido a este mundo para revelaros el Padre y para conduciros hacia el Padre. Lo primero ya lo he hecho, pero no puedo hacer lo segundo sin vuestro consentimiento; el Padre nunca obliga a nadie a entrar en el reino. La invitación siempre ha sido, y será siempre: Cualquiera que quiera, que venga y comparta libremente el agua de la vida.» [LU 165:3.8] negrita añadida
7. Seguir a Jesús no es creer meramente en él, sino en el padre que le envió. El que ve a Jesús ve al Padre.
«El que cree en este evangelio, no solamente cree en mí, sino en Aquel que me ha enviado. Cuando me miráis, no veis solamente al Hijo del Hombre, sino también a Aquel que me ha enviado. Yo soy la luz del mundo, y cualquiera que crea en mi enseñanza ya no permanecerá más tiempo en las tinieblas. Si vosotros, los gentiles, queréis escucharme, recibiréis las palabras de la vida y entraréis inmediatamente en la gozosa libertad de la verdad de la filiación con Dios. Si mis compatriotas, los judíos, escogen rechazarme y rehusar mis enseñanzas, no los juzgaré, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para ofrecerle la salvación. Sin embargo, los que me rechazan y rehúsan recibir mi enseñanza, serán llevados a juicio a su debido tiempo por mi Padre y por aquellos que él ha designado para que juzguen a los que rechazan el don de la misericordia y las verdades de la salvación. Recordad todos que no hablo por mí mismo, sino que os he proclamado fielmente lo que el Padre mandó que yo debía revelar a los hijos de los hombres. Y estas palabras que el Padre me ordenó que dijera al mundo son palabras de verdad divina, de misericordia perpetua y de vida eterna.» [LU 174:5.7] negrita añadida
Una promesa de vida en abundancia para «todo el que quiera».