© 2019 William Wentworth
© 2019 Asociación Internacional Urantia (IUA)
(Presentado en la Conferencia de Anzura de Hobart, octubre 2010)
El impulso de adorar aparece de forma natural con la activación del sexto espíritu-mente adjutor. En los humanos, el impulso y la capacidad de adorar son innatos. Aunque todos sentimos este impulso como individuos y a nuestra manera, en su forma más básica la adoración es reconocer y honrar la causa misteriosa e incomprensible y al motivador de todo.
La adoración ha evolucionado a través de muchas fases: adoración de animales, de la naturaleza, politeísmo, panteísmo, etc., hasta que llegamos a reconocer a Dios en el monoteísmo como la causa y fuente de todo, y como Jesús nos reveló más recientemente, como personalidad benevolente que nos ama y tiene un lugar para cada uno de nosotros.
La adoración es reconocer y honrar a Dios como padre, ¿pero es también reconocer el aspecto no personal de la deidad? Creo que sí. Jesús define la adoración como:
«… el acto de un fragmento que se identifica con el Todo, lo finito con lo Infinito, el hijo con el Padre, el tiempo en la operación de ajustarse al ritmo de la eternidad. La adoración es el acto de la comunión personal del hijo con el Padre divino, la aceptación de unas actitudes vivificantes, creativas, fraternales y románticas por parte del alma-espíritu del hombre.» [LU 143:7.8].
Para Jesús la adoración consiste tanto en la comunión personal con el Padre como en el reconocimiento de lo Infinito como fuente de todo. Merece la pena tener en cuenta que Jesús sugiere este segundo aspecto de la adoración, y que nuestros intentos de comunión personal con el Padre están también ligados al reconocimiento de la fuente de la realidad y al plan divino de progreso. En cierto sentido adoramos a Dios porque sabemos algo sobre él, sobre quién es y sobre lo que hace.
La adoración, pues, es nuestro intento de estar en comunión con el Padre, de intentar expresarnos al Padre, y desde luego es algo muy personal. El Padre interactúa con cada uno de nosotros como personalidades individuales, y la forma que adopta nuestra comunión depende de quién la hace y el carácter de su relación con el Padre.
La adoración suele compararse con la oración. La oración es también un intento del hijo de comunicarse con el Padre, pero difiere de la adoración porque es una petición de ayuda. La oración es pedir algo al Padre, pedir que se ejerza el poder divino para ayudar al hijo a resolver un problema, está implicado el interés propio. Por otro lado la adoración no pide nada, es simplemente un intento de estar en comunión con el Padre y de expresar la entrega del hijo al Padre y la lealtad a sus propósitos. Puede haber tonos de gratitud, de entrega, de adoración, de admiración, de cooperación… de muchas actitudes posibles, dependiendo de la actitud personal del que adora, pero el sabor de la comunión amorosa impregna la interacción entre el hijo y el Padre.
Los reveladores resaltan la naturaleza personal de la adoración. Un Consejero Divino señala que:
El Padre Universal no impone nunca ninguna forma de reconocimiento arbitrario, de adoración formal, ni de servicio servil a las criaturas volitivas inteligentes de los universos. [LU 1:2.2].
La adoración es un asunto personal, la manera en que adoramos depende de nosotros.
Tal como lo veo, los reveladores sugieren que hay un tipo de escala en la adoración, que va de la adoración sumamente estructurada y formal a la adoración relativamente informal y espontánea. Por un lado, un Consejero Divino nos dice que:
La adoración sincera implica la movilización de todos los poderes de la personalidad humana bajo la dominación del alma evolutiva, y sujetos a la dirección divina del Ajustador del Pensamiento asociado. [LU 5:3.7].
Por otro lado, dice:
La dedicación afectuosa de la voluntad humana a hacer la voluntad del Padre es el regalo más selecto que el hombre puede hacerle a Dios; de hecho, una consagración así de la voluntad de la criatura constituye el único obsequio posible de verdadero valor que el hombre puede hacerle al Padre Paradisiaco. En Dios, el hombre vive, se mueve y tiene su existencia; no hay nada que el hombre pueda darle a Dios, salvo esta elección de someterse a la voluntad del Padre, y estas decisiones, efectuadas por las criaturas volitivas inteligentes de los universos, constituyen la realidad de esa verdadera adoración que tanto satisface la naturaleza del Padre Creador, dominada por el amor. [LU 1:1.2].
Aquí tenemos los dos extremos de la escala de la adoración. Por un lado, la movilización de todos los poderes de la personalidad, por otro hacer la voluntad del Padre, que constituye la realidad de la verdadera adoración.
Movilización de todos los poderes de la personalidad | Intentar hacer la voluntad del Padre |
---|---|
Intensa, emotiva | Reflexiva, filosófica |
Ocasión especial | Vida diaria |
Planeada | Espontánea |
La movilización de todos los poderes de la personalidad sugiere una enorme concentración de esfuerzo, el tipo de cosa que es improbable que ocurra espontáneamente o sin una premeditación considerable. Y desde luego los reveladores señalan que en nuestra carrera futura necesitamos aprender la técnica de adoración, aprender a adorar. Movilizar todos los poderes de la personalidad no es algo que surja de manera natural.
En el extremo opuesto tenemos que la adoración es parte de la vida diaria mientras intentamos hacer la voluntad del Padre.
Sugiero que la mayor parte de nuestro esfuerzo por adorar cae en alguna parte de esta escala. A veces sentimos intensas emociones de gratitud o de adoración, y nuestra experiencia de adoración tiende hacia la concentración intensa de toda la personalidad. Otras veces nos vemos reflexionando sobre nuestros intentos de hacer la voluntad del Padre, y nuestra experiencia de adoración tiende hacia una interacción más filosófica con el Padre, en el extremo opuesto de la escala.
Aunque llevamos a cabo la adoración sin pensar en ningún tipo de ganancia o recompensa, los reveladores nos dejan claro que obtenemos enormes beneficios de la adoración. El crecimiento espiritual que resulta de la adoración es inconmensurable. Nuestro Ajustador interior nos impulsa constantemente a mejorar la comunicación con nuestra mente y nuestra personalidad compartiendo nuestra vida interior con Dios, y la adoración es la que le da a nuestro Ajustador sus mejores oportunidades.
Sea cual sea el caso, realizamos nuestra propia manera de adorar y se nos dice que nunca podemos ser plenamente conscientes del significado de la verdadera adoración [LU 5:3.7]. Nuestra mente material no es capaz de hacerla consciente. Sin embargo, Jesús señala que:
El espíritu del Padre le habla mejor al hombre cuando la mente humana se encuentra en una actitud de verdadera adoración. [LU 146:2.17]
Y también: «la adoración hace al adorador cada vez más semejante al ser que adora».
Podemos pensar en el servicio como amor aplicado. El libro de Urantia define el amor como el deseo de hacer el bien a los demás; el servicio es el intento de hacer realmente ese bien. Cuando Jesús le dice a Ganid que una buena manera de hacer amigos es estar atento a la oportunidad de hacer por los demás algo que estás seguro que ellos quieren que se haga [LU 130:7.2], está señalando un enfoque práctico del servicio.
Se describe el gran circuito del amor como procedente del Padre, de hijos a hermanos y de ahí al Supremo. El servicio es la actuación práctica de este circuito. Expresamos el amor a nuestros semejantes haciendo cosas por ellos que ellos quieren que se hagan, y esta acción de amor fraternal repercute en el Supremo. En este punto podemos recordarnos a nosotros mismos que Jesús instó a los apóstoles a que amaran a los hombres, no solo al alma de los hombres [LU 191:5.3]. El servicio no solo tiene que dirigirse a la mejora religiosa de nuestros semejantes o a su salvación propuesta: tiene que ayudarlos de cualquier forma que puedan necesitar.
Un Consejero Divino señala que el Padre no impone un servicio esclavizante a sus criaturas [LU 1:1.2]. Las personalidades dotadas de libre albedrío sirven voluntariamente y deben elegir sus caminos de servicio por ellas mismas. No somos esclavos y decidimos cómo servimos.
Los reveladores señalan que, mientras que las serafines y otras personalidades espirituales gozan de manera natural con el servicio, no sucede así con las criaturas de origen animal. Tenemos que aprender que es mejor dar que recibir a partir de nuestra experiencia personal. Tenemos que descubrir mediante ensayo y error lo satisfactorio que puede ser echar una mano a alguien. La vida de servicio que Jesús vivió es una gran inspiración para nosotros, para descubrir por nosotros mismos la satisfacción que podemos obtener al servir a nuestros semejantes.
La situación a veces es un poco más abstracta que la de ayudar simplemente a alguien. A veces servimos a los demás haciendo cosas no solo para individuos en particular sino porque creemos que algunas acciones son buenas para la comunidad. Esta forma de servicio puede influir en la profesión que elegimos seguir, en las causas que abrazamos o en esas acciones que vemos como servicio.
Algunos vamos por la vida con una suave presión sobre nuestra motivación producida por nuestro deseo de cooperar con nuestro Ajustador interior y por el plan de Miguel para su universo, o para Urantia quizás, que nos impulsa a servir a la humanidad y que hace mucho por determinar la manera en que reaccionamos a los acontecimientos de la vida diaria.
Hay algo emocionante en darse cuenta de que estamos en el equipo de Miguel y que intentamos cooperar entre nosotros y nuestros administradores celestiales para hacer avanzar a nuestra gente y nuestro planeta hacia la luz y vida. Las tareas aburridas y la monotonía se hacen más fáciles si recordamos la maravillosa operación de la que formamos parte. Si mantenemos esta perspectiva en nuestras mentes a medida que avanzamos en nuestra vida diaria estamos motivados a tratar de servir cuando surja la oportunidad. Realmente parece inspirarnos si tenemos en cuenta en lo que estamos involucrados y con quién estamos asociados. Después recordamos que todos tienen un papel que desempeñar y que todo lo que hacemos puede ayudar o puede obstaculizar el plan de Miguel para nuestro planeta y para todo el universo. El hecho de que los demás puedan no saberlo no tiene ninguna consecuencia para nuestra capacidad de servirlos.
Parece haber tantas maneras de servir como personalidades que ofrezcan ese servicio, es algo totalmente personal. Las oportunidades de servir abundan, y cuantas más aprovechemos más probable es que hagamos el bien y experimentemos la satisfacción de haberlo hecho. Hasta cierto punto, el servicio no es tanto lo que hacemos como la manera en que lo hacemos, la actitud que adoptamos al hacer lo que hacemos.
Por supuesto, incluso cuando el motivo es servir hay veces en que nos equivocamos y lo que hacemos puede causar más mal que bien. Intentamos ayudar donde podemos y fallamos cuando debemos. La experiencia es la maestra en este caso, y todo lo que podemos hacer es aprender, sacudirnos el polvo e intentarlo de nuevo. Este podría ser un aspecto de «enriquecerse con las decepciones» que los reveladores nos cuentan que es una gran parte de nuestra carrera futura. Como se suele decir, ¡así se forja el carácter! Y quizá deberíamos recordarnos a nosotros mismos que el servicio sabio en ocasiones puede requerir que nos resistamos a rendirnos a las exigencias tontas de ayuda. A veces esto precisa de más determinación que ceder.
En última instancia, el servicio es el intento de hacer el bien. Realmente me gusta lo que Jesús le dijo a la dueña de la posada griega:
Ofrece tu hospitalidad como alguien que recibe a los hijos del Altísimo. Eleva la faena ingrata de tu trabajo diario hasta los niveles elevados de un arte refinado, mediante la conciencia creciente de que sirves a Dios en las personas en las que él habita por medio de su espíritu, el cual ha descendido para vivir en el corazón de los hombres, intentando así transformar sus mentes y conducir sus almas al conocimiento del Padre Paradisiaco que ha otorgado todos estos dones del espíritu divino. [LU 133:4.8].
Para terminar, para poner la adoración y el servicio en relación mutua, recuerden lo que Rodán dijo sobre la manera en que Jesús usaba la adoración meditativa y la comunión espiritual para extraer el poder espiritual de llevar a cabo grandes actos de servicio [LU 160:1.10]. Así es como avanzamos en la vida, en comunión con el Padre a través de nuestro Ajustador interior y aplicando los frutos de dicha comunión en el servicio a nuestros semejantes.