[ p. v ]
Han pasado apenas veinte años desde la aparición de The Days of His Flesh, mi primer libro, escrito con mucha inquietud a petición del difunto Sir William Robertson Nicoll, mientras era ministro en una remota parroquia escocesa; y el favor que lo recibió y lo ha acompañado durante todos estos años me ha enseñado no solo cuán bondadosamente nuestro Señor reconoce un servicio débil prestado con fe y amor, sino también cuán ansiosamente el corazón humano en todas partes anhela un conocimiento más amplio y una comprensión más profunda de Él. Durante esos años, tan memorables para la humanidad y tan llenos en mi propia experiencia de bondad amorosa y tierna misericordia, mi estima por las Sagradas Escrituras y mi reverencia por Aquel de quien ellas testifican han aumentado; y desde hace mucho tiempo ha estado en mi corazón contar la historia inmortal de nuevo de una manera más sencilla, evitando la distracción de la discusión crítica y refiriéndome a mi trabajo anterior para la justificación de mi manejo de las narraciones evangélicas y mi disposición del precioso material que proporcionan.
Este libro es la realización de mi propósito. Es un intento, de alguien que durante más de treinta años [ p. vi ] se ha dedicado continuamente al estudio de los registros sagrados y la literatura pertinente, antigua y moderna, y que además ha disfrutado de una oportunidad única para familiarizarse con los pensamientos y necesidades de su generación, de mostrar a nuestro Bendito Señor y Salvador tal como habitó aquí hace mucho tiempo y seguir su progreso desde Belén hasta el Monte de los Olivos. Aunque pobre, es un agradecido tributo —el mejor que puedo ofrecer— al Amor que ha bendecido mi vida y alegrado mi corazón; y al ponerlo ahora humilde y reverentemente a sus pies, que perdone sus múltiples imperfecciones y se digne usarlo para su gloria y para la confirmación de mis lectores en su fe, paz y esperanza.
D. S.
Parque universitario, Belfast.