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Hace varios años, al buscar la literatura relativa a los primeros poetas sufíes de Persia, descubrí que no había ninguna edición o traducción europea, ni siquiera ningún relato extenso del contenido de ninguna de las obras de Sanâ’î. Considerando la reputación de este autor y la importancia de sus escritos para la historia del sufismo, la omisión era notable; y el Dr. E. D. Ross, director de la madrasa de Calcuta, me animó a hacer algo para llenar el vacío. El presente volumen es un intento de presentar una parte de la obra más famosa de Sanâ’î, que, se espera, pueda servir para dar una idea de su manera de pensar no sólo a los eruditos orientales, sino también a los no orientalistas que puedan estar interesados en el misticismo de Persia.
Los manuscritos de la Hadîqa de Sanâ’î no son raros en las bibliotecas europeas y una selección de los contenidos en las bibliotecas del Museo Británico y la Oficina de la India me proporcionaron tantos como pude cotejar durante el tiempo que pude dedicar a este trabajo con ocasión de una reciente licencia. Mi selección de manuscritos para cotejar fue, debo confesar, algo arbitraria. C lo tomé porque era el más antiguo de los que tenía acceso, H porque también era de una edad respetable y estaba bastante bien escrito; M principalmente por ser fácilmente legible, siendo esto una consideración, ya que; mi tiempo en Londres fue limitado, y el Museo Británico no permite que los manuscritos salgan del edificio; I lo tomé porque estaba escrito en Isfahán y por lo tanto podría incorporar una tradición persa, a diferencia de una india, del texto; y A fue seleccionado porque se afirmó que era el autógrafo de 'Abdu’l-Latîf de su revisión del texto. Debo reconocer aquí mi gratitud a la administración de la Biblioteca de la Oficina de la India por el permiso que me otorgaron para llevarme estos dos valiosos manuscritos para cotejarlos en el país; de lo contrario, los materiales en los que se basa el presente texto habrían sido mucho más pobres y el resultado aún más inconcluyente de lo que es.
Aunque en cierto grado es arbitrario y está restringido a sólo dos colecciones, no creo que una selección limitada de manuscritos [p. iv] hubiera podido resultar mucho más afortunada. Al menos, creo que ha aportado una cantidad considerable de luz sobre la historia del texto del autor, especialmente con respecto a los trabajos de su editor, Abdul-Latif, en el siglo XVII; aunque, como se explica en la Introducción, estoy muy lejos de imaginar que hayamos llegado a una aproximación cercana al original del autor. No digo que una reconstrucción del texto original de Sanâ’î sea imposible; aunque, a juzgar sólo por los manuscritos que he examinado, me inclino a dudar de la posibilidad. El texto cayó en confusión en una fecha muy temprana, y tal vez sólo mediante una búsqueda prolongada o por una suerte de suerte un futuro editor obtenga una copia que se aproxime en algún grado al original; aunque un estudio más detenido y prolongado de las copias que poseemos, no tengo duda, daría indicaciones sobre el lugar de muchas líneas y pasajes que en la presente edición están casi con toda seguridad mal colocados o han sido apartados como sin lugar. Pero en la etapa actual de los estudios orientales no es provechoso dedicar a la preparación de un texto la misma investigación prolongada que estamos acostumbrados a ver en las ediciones de los autores clásicos de Grecia y Roma; y el trabajo de los eruditos en el campo de las letras orientales se gasta mejor en un primer estudio aproximado del terreno, del cual gran parte sigue siendo absolutamente desconocido; cuando se haya obtenido un conocimiento general del conjunto, será el momento de volver a un cultivo completo de cada parcela individual.
En la lista de las variantes de lectura me ha resultado imposible indicar el orden diferente de las líneas y secciones en los diversos manuscritos, ni tampoco he dado, por regla general, las variaciones en los títulos de las secciones. Por lo demás, la lista está completa.
La traducción es tan literal como he podido hacerla. Las notas están tomadas en gran parte de los comentarios de 'Abdu’l-Latîf, publicados junto con el texto en la litografía de Lucknow (L), y de 'Alâu’d-Dîn, que figuran de manera similar en la litografía (B) que obtuve de Bombay. He utilizado todas las partes de estos comentarios que me parecieron útiles para llegar a una comprensión del texto; el material tomado del comentario en la litografía de Lucknow lo he distinguido con la letra L, también utilizada en la lista de variantes para indicar las lecturas de esta litografía; de manera similar, el material del comentario de 'Alâu’d-Dîn se distingue en las notas con la letra B. Cuando la nota presenta una traducción literal de los [p. v] comentarios, lo he indicado mediante el uso de comillas; donde mi nota da sólo el sentido general del comentario he omitido las comillas, quedando la fuente de la nota suficientemente indicada por la letra correspondiente.
En la explicación más completa de los tecnicismos de la filosofía sufí, me he basado en gran medida en el primer volumen de la «Historia de la poesía otomana» del difunto E. J. W. Gibb, y especialmente en el segundo capítulo de esa obra; cuando los comentaristas no explican las alusiones a los nombres propios, etc., a menudo he citado del «Diccionario del Islam» de Hughes. Las citas del Corán las he dado generalmente en la traducción de Palmer. Finalmente, yo mismo soy responsable de las notas en los casos en que no se cita ninguna fuente; éstas suelen estar en lugares en los que el significado del texto no es fácil de captar y en los que, no obstante, los comentaristas, como ocurre con frecuencia, pasan por alto la línea sin dar ninguna explicación; o, por otra parte, dichas notas se refieren a cuestiones de conocimiento común para los eruditos persas, que sin embargo pueden no ser familiares para otros; He añadido un cierto número de ellos para, como ya se ha dicho, hacer que el trabajo sea de alguna utilidad para los no persas que se interesan por las filosofías de Oriente.
Si hubiera podido dedicarme continuamente a la obra, el número de referencias de una parte del texto a otra podría haber aumentado considerablemente, y probablemente el significado del autor en muchos lugares se habría hecho más claro; creo también, como ya he dicho, que líneas y pasajes que aquí sin duda están fuera de lugar podrían haber encontrado, si no su original, un lugar más adecuado. Pero ha sucedido a menudo que han transcurrido meses, en un caso hasta once, entre dejar la obra y retomarla; y así, mientras tanto, se me ha escapado todo recuerdo, salvo el más general, del contenido de las partes anteriores del texto. Sólo puedo decir que me pareció mejor dejar la obra como está, que conservarla más tiempo con la esperanza de obtener un período continuo de ocio que puede no llegar nunca, para una revisión y reformulación más completa del conjunto.
GOBIERNO COLEGIO,
LA HOORE:
Junio 1908.
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