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CAPÍTULO III., Versículo 182.—Toda alma debe probar la muerte; y sólo se os pagará vuestro salario en el día de la resurrección.
Capítulo IV, Versículo 89.—¡Dios, no hay Dios sino Él! Él seguramente os reunirá en el día de la resurrección, no hay duda de ello; ¿quién es más veraz que Dios en su discurso?
Capítulo XI, Versículo 19.—A quien quiera la vida de este mundo y sus adornos, le pagaremos sus obras en él, y no será engañado. Ésos son aquellos para quienes no hay nada en el más allá excepto el Fuego; y vacío es lo que hicieron allí, y vano lo que estaban haciendo!
Capítulo XIV, Versículo 49.—No penséis, pues, que Dios falta a su promesa a sus apóstoles; en verdad, Dios es poderoso, el Señor de la venganza; en el día en que la tierra será cambiada por otra tierra, y los cielos también; y (todos) saldrán hacia Dios, el uno, el dominante.
(50).—Verás a los pecadores en ese día atados juntos con grilletes, con camisas de brea y fuego cubriendo sus rostros; para que Dios recompense a cada alma según lo que haya ganado; en verdad, Dios es rápido en hacer cuentas.
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Capítulo XVI, Versículo 34.—A aquellos a quienes los ángeles lleven en buen estado les dirán: «¡La paz sea con vosotros! Entrad en el Paraíso por lo que habéis hecho».
Capítulo XVII, Versículo 52.—Dirán: «¡Qué! ¿Cuándo nos hemos convertido en huesos y escombros vamos a ser resucitados como una nueva criatura?» Di: «¡Sed piedras o hierro, o una criatura, la más grande que vuestros pechos puedan concebir!» Entonces dirán: «¿Quién nos restaurará?» Di: «El que os originó al principio»; y menearán la cabeza y dirán: «¿Cuándo será eso?» Di: «Quizás esté cerca».
Capítulo XXI, Versículo 49.—Pondremos balanzas justas en el día de la resurrección, y ninguna alma será agraviada en absoluto, aunque sea el peso de un grano de mostaza, lo traeremos; porque somos lo suficientemente buenos para calcular.
Capítulo XXIII., Versículo 104.—Y cuando se toque la trompeta, y no habrá relación entre ellos en ese día, ni se rogarán el uno al otro entonces!
(105).—Y aquellos cuyas balanzas son pesadas, —esos son los prósperos; pero aquellos cuyas balanzas son livianas, —esos son los que se aman a sí mismos, en el infierno para morar por siempre. ¡El fuego abrasará sus rostros, y ellos fruncirán sus labios en él! «¿No se os recitaron Mis signos? ¿Y dijisteis que eran mentiras?» Dicen, «¡Señor nuestro! Nuestra miseria nos venció, y éramos un pueblo que se extravió. ¡Señor nuestro! Sácanos de allí, y si volvemos (es decir, a nuestros malos caminos) entonces seremos injustos».
Capítulo LXXV., Versículo 35.—¿No es Él capaz de dar vida a los muertos?
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Capítulo III, Versículo 190.—«¡Señor! En verdad, oímos a un pregonero que llamaba a la fe: “Creed en vuestro Señor», y creímos. ¡Señor! Perdona nuestros pecados y cubre nuestras ofensas, y déjanos morir con los justos. ¡Señor! Y tráenos lo que nos has prometido por medio de Tus apóstoles, y no nos deshonres en el día de la resurrección; porque, en verdad, Tú no rompes Tus promesas”. Y el Señor les responderá: «No desperdicio las obras de un trabajador entre ustedes, ya sea hombre o mujer, - uno de ustedes es del otro».