1. Los sacerdotes comenzaron a subir las escaleras del pórtico. Quienes habían tomado la suerte para retirar las cenizas del altar interior y del candelero, iban al frente. El que había tomado la suerte para retirar las cenizas del altar interior entraba en el Lugar Santo, tomaba la jarra, se inclinaba y salía. El que había tomado la suerte para retirar el rapé del candelero entraba en el Lugar Santo y encontraba las dos lámparas orientales encendidas; retiraba el rapé de la oriental y dejaba encendida la occidental, y con él encendía el candelero al anochecer. Si lo encontraba apagado, retiraba el rapé y lo encendía desde el altar de los holocaustos. Tomó la copa del segundo escalón, se inclinó y salió.
2. El que tocó el incensario recogió las brasas encendidas sobre el altar del incienso, las alisó con la base del incensario, se inclinó y salió.
3. El que había ganado la suerte para el incienso, tomaba la cacerola de la copa y se la daba a su amigo o vecino. Una vez esparcido el incienso, se lo daba a puñados. Y le instruyó: «Ten cuidado y no empieces demasiado cerca de ti, no sea que te quemes». La alisó y salió. El oferente no podía ofrecer el incienso hasta que el Capitán le dijera: «Ofrece incienso». Si el oferente era el sumo sacerdote, el capitán decía: «Mi Señor, Sumo Sacerdote, ofrece el incienso». El pueblo se dispersó, y él ofreció el incienso, se inclinó y salió del Lugar Santo.