1. La vigésimo sexta pregunta es la que planteas así: ¿Cómo son la naturaleza del infierno, y el dolor, la incomodidad [1], el castigo y el hedor del infierno?
2. La respuesta es esta: es hundido, profundo y descendente, oscurísimo, pestilente y terrible, lleno de existencias miserables (anâzîdântûm), y malísimo, el lugar y cueva [ p. 58 ] (grêstakŏ) de los demonios y demonios. 3. Y en él no hay consuelo, placer ni alegría alguna; sino hedor, suciedad, dolor, castigo, angustia, mal profundo e incomodidad; y no se parece en nada al hedor, la suciedad, el dolor y el mal mundanos. 4. Y puesto que no hay semejanza entre el mal mixto del mundo y aquello que es su único bien indicador (aê-numâî), también hay una desviación (gumisnŏ) del origen y morada del mal [2].
5. Y el mal del infierno es mucho más grave que el más grave mal de la tierra, pues la grandeza de la existencia espiritual es mayor que la del mundo; y el terror del castigo sobre el alma es más grave que el de la vileza de los demonios sobre el cuerpo. 6. Y el castigo sobre el alma proviene de aquellos cuya morada se ha convertido [3], de los demonios y la oscuridad —una semejanza de ese mal con el infierno—, cuya cabeza (kamârakŏ) es Aharman, el mortal.
7. Y las palabras de la expresiva expresión de los sumos sacerdotes son estas: que donde hay temor de cualquier otra cosa, ésta es más que la cosa misma, pero el infierno es algo peor que el temor de ella.
(57:2) O «ignorancia». ↩︎
(58:1) Probablemente significa que la mezcla del bien y el mal en el mundo está tan alejada del cielo como del infierno. Pero las palabras aê-numâî y gumisnŏ son dudosas tanto en su lectura como en su significado. ↩︎
(58:2) Es decir, el infierno se ha convertido; leyendo al hombre gastŏ. ↩︎