1. El tema vigésimo quinto es este: que cualquier acuerdo y promesa (qaûl) que hagan con alguien, es necesario que se cumpla y se haga realidad. 2. Aunque muchas cosas puedan resultar [1] perjudiciales por medio (sabab), no es deseable cumplir ese acuerdo con duplicidad.
3. Porque, en nuestra religión, a esto lo llaman un Mihir-drug («incumplimiento de promesa»), y en la revelación se decreta, en cuanto a cualquiera que cometa un Mihir-drug, que el camino al cielo se le cierra, y esa persona misma sale incómoda de este mundo, de modo que una advertencia ('halâmat) se le hace manifiesta.
4. Y se adjunta un Mihir-drug [2] _de tal manera que, si la fortuna (tâli’h) le ha sucedido a alguien [3] [ p. 288 ] felizmente, o le ha quedado una cantidad insuficiente de su vida (‘humr), el Mihir-drug se extiende a sus hijos sin oposición (’hilâf). 5. Y cada hogar que se extingue, o raza cuya descendencia falla, o cualquiera de las grandes desgracias que le suceden a la humanidad —de las cuales uno se libera con dificultad— pueden deberse al hecho de haber cometido un Mihir-drug.
6. Si es cometido por uno mismo, se declara, en un lugar de la revelación, que el glorificado Zaratust, el Spitamân, preguntó a Hôrmazd, el bueno y propicio, así: «¿Cuál de los pecados que comete la humanidad es el peor?». 7. Hôrmazd, el bueno y propicio, decretó así: «No hay pecado peor que este: que dos personas hagan un pacto entre sí de tal manera que nadie se interponga entre ellas, excepto yo, que soy Hôrmazd; y, después, una de esas dos personas se desvía y dice: «No tengo conocimiento ('habar) de ello», y nadie es testigo de esa otra persona, excepto yo». 8. Ningún pecado es peor que ese, y esa persona no saldrá de este mundo hasta que le alcance la retribución, y en ese otro mundo su castigo es más severo que todos; por lo que esa persona se vuelve desafortunada en ambos mundos. 9. Y es lo mismo si este pacto es con una persona justa o con una malvada.