La queja de Baruc y la tranquilidad de Dios
1 Y respondí y dije:
«Así que estoy destinado a llorar por Sión,
Porque tus enemigos vendrán a este lugar y contaminarán tu santuario,
y llevar vuestra herencia en cautiverio,
y hacerse dueños de aquellos a quienes has amado,
Y volverán al lugar de sus ídolos,
y se jactará delante de ellos:
¿Y qué harás por tu gran nombre?»
2 Y el Señor me dijo:
«Mi nombre y Mi gloria son por toda la eternidad;
Y mi juicio mantendrá su derecho a su debido tiempo.
3 Y verás con tus ojos
que el enemigo no destruirá a Sión,
Ni quemarán a Jerusalén,
Pero sed por ahora ministros del Juez.
4 Pero id y haced todo lo que os he dicho.»
5 Fui y tomé a Jeremías, a Adu, a Serías, a Jabish, a Gedalías y a todos los hombres honorables del pueblo, y los conduje al valle de Cedrón, y les conté todo lo que había sido dicho.
6 Y alzaron su voz y todos lloraron.
7 Y nos sentamos allí y ayunamos hasta la noche.