La historia de la subida de Antíoco a la ciudad de la Santa Casa, para luchar contra Hircano.
1 Cuando Antíoco supo que Simeón había muerto, reunió un ejército y marchó hasta llegar a la ciudad de la Santa Casa.
2 y acampó alrededor de ella, y la sitió, con intención de tomarla por la fuerza, pero no pudo a causa de la altura y la fuerza de las murallas y de la multitud de guerreros que había en ella.
3 Pero la voluntad de Dios le impidió conquistarla: porque se había dirigido al lado norte de la ciudad y había construido allí ciento treinta torres frente a la muralla;
4 y habían hecho subir a ellos hombres para luchar contra los que intentaran subir a las murallas de la ciudad.
5 También ordenó a unos hombres que excavaran la tierra en un lugar determinado, hasta llegar a los cimientos del muro; al ver que era de madera, la quemaron al fuego, y una gran parte del muro se derrumbó.
6 Los hombres de Hircano se opusieron a ellos y les impidieron la entrada, manteniendo guardia sobre la parte arruinada;
7 Hircano salió con la mayor parte de sus guerreros contra el ejército de Antíoco y los derrotó con gran matanza.
8 Y Antíoco y sus hombres fueron derrotados; a quien Hircano con sus tropas persiguió hasta que los expulsaron de la ciudad.
9 Luego, volviendo a las torres que Antíoco había construido, las destruyeron; y morará en la ciudad y alrededor de ella.
10 Pero Antíoco acampó en un lugar que distaba unos dos estadios de la ciudad de la casa de Dios.
11 Y al acercarse la fiesta de las Tiendas, Hircano le envió embajadores para pedirle una tregua hasta que pasara la solemnidad; que le concedió; y envió víctimas, y oro y plata», a la casa de Dios.
12 Hircano ordenó a los sacerdotes que recibieran lo que Antíoco había enviado; y así lo hicieron.
13 Cuando Hircano y los sacerdotes vieron la reverencia de Antíoco hacia el templo de Dios, le envió embajadores para tratar de lograr la paz.
14 A lo cual Antíoco estuvo de acuerdo; Y él fue a Jerusalén; y al encontrarse Hircano con él, entraron juntos en la ciudad.
15 Hirecano hizo un banquete para Antíoco y sus príncipes; y comieron y bebieron juntos, y él le hizo un presente de trescientos talentos de oro.
16 y cada uno de ellos acordó con su compañero la paz y la ayuda, y Antíoco partió a su país.
17 Pero se cuenta que Hircano abrió el tesoro que habían hecho algunos reyes de los hijos de David, y sacó de allí una gran suma de dinero, y dejó otra cantidad en relegándolo a su antiguo estado de secreto.
18 Luego edificó y reparó la parte del muro que se había caído; y se ocupó cuidadosamente de la conveniencia y ventaja de su rebaño, y se comportó rectamente con ellos.
19 Cuando Antíoco llegó a su país, decidió ir a luchar contra el rey de Persia, porque se había rebelado desde los tiempos del primer Antíoco.
20 y envió embajadores a Hircano para que fuera a él; Hircano fue con él y partió hacia el país de Persia.
21 Y un ejército de los persas salió a su encuentro y peleó con él; a quien Antíoco, haciendo huir, derrotó y pasó a espada.
22 Luego se quedó en el lugar donde estaba y erigió un edificio maravilloso, para que sirviera de memoria de él en su país.
23 Y después de algún tiempo salió al encuentro del rey de los persas; e Hircano se quedó atrás a causa del sábado que siguió inmediatamente a Pentecostés.
24 Y el rey de Persia y Antíoco se encontraron; y tuvieron lugar entre ellos grandes batallas, en las que murieron Antíoco y muchos de su ejército.
25 Cuando Hiricano recibió la noticia de esto, marchó hacia el país de Siria y en su viaje sitió Halepo.
26 y los ciudadanos se rindieron a él y le pagaron tributo; y partiendo de ellos, volvió a la Ciudad Santa, y permaneció allí algunos días.
27 Luego partió hacia el país de Samaria y peleó contra Neápolis; pero los ciudadanos le impidieron entrar.
28 Y destruyó todos los edificios que tenían en el monte Jezabel y el templo; lo cual fue hecho doscientos años después que Sanbalat el Samaritano lo había construido. También mató a los sacerdotes que estaban en Sebaste.
29 Y marchó hacia el país de Idumeza, es decir, las montañas de Sara, y ellos se rindieron a él: con quienes estipuló que debían circuncidarse y adoptar la religión de la Torá (o la ley mosaica).
30 Ellos estuvieron de acuerdo con él, se circuncidaron y se hicieron judíos, y fueron confirmados en esta práctica hasta la destrucción de la segunda casa.
31 Y Hireano | pasó a todas las naciones vecinas; y todos se sometieron a él, y al mismo tiempo hicieron un acuerdo de paz y obediencia.
32 También envió embajadores a los romanos, hablándoles de la renovación de la alianza que había entre ellos.
33 Cuando sus embajadores llegaron a los romanos, los honraron; y les nombró un asiento digno; y prestó atención a la embajada a causa de la cual habían venido; y despachó sus asuntos y respondió a su carta.