1 Del anciano y de sus trescientos veinte gobernadores, a Hircano, rey de Judá, salud.
2 Acabamos de recibir tu carta, cuya lectura nos alegra; y hemos interrogado a vuestros embajadores sobre el estado de vuestros asuntos.
3 También hemos reconocido su lugar de dignidad en la ciencia, la disciplina moral y las virtudes; y los honramos y los hicimos sentar en presencia de nuestro mayor:
4 que ha sido cuidadoso en gestionar todos sus negocios, dando orden de que os sean devueltas todas las ciudades que Antíoco había tomado por la fuerza;
5 y que todo obstáculo al ejercicio de vuestra religión sea eliminado; y que se anule todo lo que Antíoco había decretado contra vosotros.
6 También ha ordenado que todas las ciudades que había tomado permanezcan fieles a vosotros; Asimismo ha dado órdenes por carta a todas sus provincias, para que vuestros embajadores sean tratados con respeto y honor.
7 Además, os ha enviado con ellos un embajador llamado Cinzeus, con una carta; a quien también ha confiado una embajada para tratar con vosotros personalmente».
8 Por eso, cuando esta epístola de los romanos llegó a Hircano, comenzó a ser llamado rey, siendo antes llamado sumo sacerdote, y así se unieron en él las dignidades real y sacerdotal.
9 Y él fue el primero en ser llamado rey entre los jefes de los judíos en el tiempo de la segunda casa.