Relato de la llegada de Antígono, hijo de Aristóbulo, a César, quejándose de Antípatro, que había causado la muerte de su padre.
1 Pero Antígono, hijo de Aristóbulo, fue a César y le contó la expedición de su padre Aristóbulo para atacar a Pompeyo, y lo obediente y servil que se había mostrado con él.
2 Entonces le dijo que Hircano y Antípatro habían enviado en secreto a un hombre a su padre para matarlo con veneno, con la intención (dijo él) de ayudar a Pompeyo contra tus amigos.
3 Entonces César envió a Antípatro y le preguntó sobre este asunto; a quien respondió Antipater;
4 «Ciertamente obedecí a Pompeyo, porque entonces él era el gobernante y me confería beneficios; pero no peleé ahora con los egipcios por Pompeyo, que ya está muerto;
5 ni tuve dificultades para derrotarlos y reducirlos a la obediencia a Pompeyo; pero lo hice por deber hacia César y para poder reducir a Lins a la obediencia a él.
6 Entonces Antípatro se descubrió la cabeza y las manos y dijo: «Estas heridas que tengo en la cabeza y en el cuerpo atestiguan que mi cariño y obediencia a César son mayores que mi cariño y obediencia a Pompeyo;
7 Porque no me expuse en los días de Pompeyo, a las cosas a las que me expuse en los días del rey César.
8 Y César le dijo: «Paz a ti y a todos tus amigos, oh el más valiente de los judíos, porque verdaderamente has mostrado esta fortaleza, magnanimidad, obediencia y afecto hacia nosotros».
9 Y desde entonces César aumentó su afecto hacia Antípatro, lo destacó por encima de todos sus amigos, lo ascendió a general de sus ejércitos y lo llevó consigo al país de los persas.
10 y vio por su valentía y sus exitosas hazañas, que cada vez más despertaba en él un anhelo y afecto por él:
11 finalmente lo hizo regresar a la tierra de Judá, cubierto de honores y coronado con un puesto de autoridad.
12 Y César partió hacia Roma, habiendo arreglado los asuntos de Hircano; Quien construyó las murallas de la Ciudad Santa y se condujo hacia la gente de la manera más excelente:
13 porque era un hombre bueno, dotado de virtudes, de vida intachable, pero su incapacidad en las guerras era notoria para todos los hombres.