La historia de Antígono, hijo de Aristóbulo, y de su capedición contra su tío Hircano, y del socorro que obtuvo del rey de los persas.
1 Cuando Augusto y Antonio llegaron a Roma, Antígono fue al rey de los persas y le prometió mil talentos en oro acuñado y ochocientas vírgenes de las hijas de Judá y de sus príncipes, hermosas y sabias;
2 si enviara con él un general al frente de un gran ejército contra Jerusalén, y le ordenara que lo nombrara rey de Judá, y tomara prisionero a su tío Hircano y matara a Herodes y a su hermano.
3 A lo cual el rey aceptó y envió con él un general con un gran ejército:
4 Y marcharon hasta llegar a la tierra de Siria; y mataron a un amigo de Antonio y a ciertos romanos que allí habitaban.
5 Desde allí marcharon contra la Ciudad Santa; profesando seguridad y paz, y que Antígono sólo había venido a orar en el santuario, y luego regresaría con sus propios amigos.
6 Y entraron en la ciudad; Cuando entraron, hicieron malas prácticas y comenzaron a matar hombres y a saquear la ciudad, conforme a las órdenes que les había dado el rey de Persia.
7 Herodes y sus hombres corrieron a defender el palacio de Hircano, pero él envió a su hermano y le ordenó que vigilara el camino que conduce desde las murallas al palacio.
8 Y cuando se hubo apoderado de cada posición, escogió algunos de sus hombres y marchó contra los persas que estaban en la ciudad;
9 y su hermano lo siguió con un cierto número de sus hombres; y mataron a la mayor parte de los persas que estaban en la ciudad, pero el resto huyó de la ciudad.
10 Y cuando el general de los persas vio que las cosas no se le habían ocurrido, envió mensajeros a Herodes y a su hermano para tratar de paz;
11 informándoles que ahora estaba satisfecho de su valor y valentía, y que debían ser preferidos a Antígono; y que por esa razón persuadiría a sus tropas para que ayudaran a Hircano y a ellos en lugar de a Antígono:
12 y confirmó este deseo con los más solemnes juramentos, de modo que Hircano y Faselo le creyeron, pero no Herodes.
13 Hircano y Faselo, acudiendo al general de los persas, le manifestaron su confianza en él; y les aconsejó que fueran a ver a su colega que estaba en Damasco; y se fueron.
14 Y cuando vinieron a él, los recibió honorablemente, hizo alarde de tenerlos en gran estima y los trató con cortesía; aunque en secreto había dado órdenes de que los hicieran prisioneros.
15 Y viniendo a ellos algunos de los principales hombres del país, les contaron este mismo plan; aconsejándoles que huyan, con la promesa de ayudarlos a escapar.
16 Pero ellos no confiaban en estos hombres, temiendo que se tratara de algún complot contra ellos; por lo que se quedaron.
17 Y cuando llegó la noche, fueron apresados: Faselo efectivamente se impuso sus manos; pero Hircano fue encadenado y por orden del general de los persas le cortaron la oreja para no volver a ser sumo sacerdote nunca más;
18 y lo envió a Herak, al rey de los persas; Cuando llegó a él, el rey ordenó que le quitaran las cadenas y le mostró bondad;
19 Y permaneció en Herak cargado de honores, hasta que Herodes lo demandó del rey de los persas; y cuando fue devuelto a Herodes, le sucedieron las cosas que le sucedieron.
20 Después de esto, el general subió con Antígono a la Ciudad Santa, y le contaron a Herodes lo que le habían hecho. Hircano y Phaselus:
21 Entonces, tomando a su madre Cipris, a su esposa Mariamna, hija de Aristóbulo, y a su madre Alejandra, las envió con caballos y mucho equipaje a José, su hermano, para que montara a Sara.
22 Pero él, con un ejército de mil hombres, marchaba lentamente y esperaba a los persas que intentaran perseguirlo.
23 Y el general de los persas lo persiguió con su ejército; a quien Herodes atacó, venció y puso en fuga.
24 Después de esto, las tropas de Antígono también lo persiguieron y pelearon con él encarnizadamente; y a éstos los derrotó y mató a muchos de ellos.
25 Luego marchó hacia las montañas de Sara; y encontró a su hermano Josefo, a quien ordenó que asegurara a las familias en un lugar seguro y les proporcionara todas las cosas necesarias:
26 Y les dio mucho dinero para que, en caso de necesidad, pudieran comprarse provisiones.
27 Y dejando a sus hombres con su hermano Josefo, él mismo con algunos compañeros se fue a Egipto para tomar un barco y partir hacia el país de los romanos.
28 Cleopatra lo atendió cortésmente y le pidió que tomara el mando de sus ejércitos y la gestión de todos sus asuntos; a quien notificó que era muy necesario que fuera a Roma.
29 Ella le dio dinero y barcos, y él fue hasta Roma, se quedó con Antonio y le contó lo que Antígono había hecho y lo que había cometido contra Hircano y su hermano, con la ayuda del rey de Persas:
30 Antonio fue con él a Augusto y al Senado y les dijo lo mismo.