La historia de la batalla de Antonio contra Augusto, y de la muerte de Antonio, y del viaje de Herodes a Augusto.
1 Cuando Antonio salió de Egipto hacia el país de los romanos y se encontró con Augusto, se produjeron entre ellos batallas muy duras, en las que la victoria fue del lado de Augusto y Antonio cayó en la batalla;
2 y Augusto tomó posesión de su campamento y de todo lo que había en él. Hecho esto, se dirigió a Rodas, para embarcarse allí y pasar a Egipto.
3 Herodes recibió la noticia y se turbó mucho por la muerte de Antonio y temía muchísimo a Augusto; y resolvió ir a él, saludarlo y felicitarlo.
4 Por lo que envió a su madre y a su hermana con su hermano a una fortaleza que tenía en el monte Sara; también envió a su esposa Mariamne y a su madre Alejandra a Alejandrium, bajo el cuidado de Josefo de Tiro; conjurándole a matar a su esposa y a su madre, tan pronto como se le informara de su muerte.
5 Después de esto, fue a ver a Augusto con un regalo muy valioso. Ahora Augusto ya había decidido dar muerte a Herodes;
6 porque había sido amigo y partidario de Antonio, y porque antes había deliberado» marchar con Antonio para atacarlo.
7 Cuando, pues, Augusto fue notificado de la llegada de Herodes, le hizo comparecer ante su presencia vestido con el hábito real que llevaba; excepto la diadema, que había mandado apartar de su cabeza.
8 El cual, estando delante de él, se quitó la diadema, como Augusto le había ordenado, y dijo:
9 «Oh rey, tal vez a causa de mi amor hacia Antonio te has enojado tanto conmigo que me has quitado la diadema de la cabeza;
10 ¿o fue por alguna otra causa? Pues si os enojáis conmigo por mi adhesión a Antonio, en verdad os digo que me uní a él porque me merecía bien y puse sobre mi cabeza la diadema que me habéis quitado.
11 Y en verdad él había pedido mi ayuda contra ti, y yo se la di; incluso «como él también muchas veces me prestó su ayuda:
12 Pero no me tocó estar presente en la batalla que él peleó contigo, ni desenvainé mi espada contra ti, ni peleé contra ti; cuya causa fue que yo estaba ocupado en someter a los árabes.
13 Pero nunca dejé de proporcionarle ayuda de hombres, armas y provisiones, como lo requería su amistad y sus buenas obras hacia mí. Y en verdad lamento haberlo dejado; para que los hombres no concibieran que abandoné a mi amigo cuando necesitaba mi ayuda.
14 Ciertamente, si hubiera estado con él, lo habría ayudado con todas mis fuerzas; y lo habría animado si hubiera tenido miedo, y lo habría fortalecido si hubiera sido debilitado, y lo habría levantado si hubiera caído, hasta que Dios hubiera gobernado las cosas como quisiera.
15 Y esto realmente me hubiera sido menos doloroso que pensar que había fallado a un hombre que había implorado mi ayuda, y así sucediera que mi amistad fuera poco estimada.
16 En mi opinión, ciertamente fracasó por su propia mala política al ceder ante esa hechicera Cleopatra; a quien le había aconsejado que matara, y así quitarle su malicia; pero él no asintió.
17 Pero ahora, si me habéis quitado la diadema de la cabeza, ciertamente no me quitaréis mi inteligencia ni mi coraje; y sea lo que sea, seré amigo de mis amigos y enemigo de mis enemigos».
18 Augusto le respondió: «A Antonio, en verdad, lo hemos vencido con nuestras tropas; pero a ti te dominaremos atrayéndote hacia nosotros; y nos encargaremos, por nuestros buenos oficios hacia ti, de que tu afecto hacia nosotros sea duplicado, porque eres digno de ello.
19 Y así como Antonio se desvió del consejo de Cleopatra, por la misma razón se comportó con nosotros de manera ingrata; volviendo por nuestras bondades males, y por nuestros favores rebelión.
20 Pero nosotros nos alegramos de la guerra que habéis hecho contra los árabes, que son nuestros enemigos; porque cualquiera que sea vuestro enemigo, también lo es nuestro; y el que os rinde obediencia, a nosotros también nos la hace.»
21 Entonces Augusto ordenó que se pusiera una diadema de oro sobre la cabeza de Herodes y que se le añadieran tantas provincias como las que ya tenía.
22 Herodes acompañó a Augusto a Egipto; y todas las cosas que Antonio había destinado a Cleopatra le fueron entregadas. Y Augusto partió a Roma; pero Herodes volvió a la Ciudad Santa.