1 Y fuimos los dos juntos durante cuarenta días y cuarenta noches, y no comí pan ni bebí agua, porque mi comida era ver al ángel que estaba conmigo y sus palabras: esa era mi bebida. Y llegamos al monte de Dios, el glorioso Horeb. Y dije al ángel: «¡Cantante del Eterno! ¡Mira! No tengo sacrificio conmigo, ni conozco lugar de altar en el monte: ¿cómo puedo traer un sacrificio?» Y me dijo: «¡Mira a tu alrededor!» Y miré a mi alrededor, ¡y he aquí! Nos seguían todos los animales de sacrificio prescritos: la novilla, la cabra, el carnero, la tórtola y la paloma. Y el ángel me dijo: «¡Abraham!» Dije: «Aquí estoy». Y me dijo: «Todos estos matan, y parten los animales en mitades, uno contra otro, pero las aves no parten; y («pero») da a los hombres que te mostraré, que están junto a ti, porque estos son el altar sobre la Montaña, para ofrecer un sacrificio al Eterno; pero la tórtola y el palomo dame, porque subiré sobre las alas del pájaro, para mostrarte en el cielo, y en la tierra, y en el mar, y en el abismo, y en el inframundo. , y en el Jardín del Edén, y en sus ríos y en la plenitud del mundo entero y su círculo, contemplarás en (ellos) todos».