1 El libro de las palabras de justicia y de la reprimenda de los Vigilantes eternos de acuerdo con el mandato del Santo Grande en esa visión.
2 Vi en sueños lo que ahora diré con la lengua de carne y con el aliento de mi boca: lo que el Grande ha dado a los hombres para conversar con él y entender con el corazón.
3 Así como Él creó y dio al hombre el poder de comprender la palabra de sabiduría, así también me creó a mí y me dio el poder de reprender a los Vigilantes, los hijos del cielo.
4 «Escribí tu petición, y en mi visión apareció así, que tu petición no te será concedida durante todos los días de la eternidad, y que finalmente se ha dictado sentencia sobre ti: sí (tu petición) será no os será concedido».
5 «Y desde ahora en adelante no subiréis al cielo por toda la eternidad, y en las ataduras de la tierra ha salido el decreto para ataros por todos los días del mundo».
6 «Y (que) antes habéis visto la destrucción de vuestros amados hijos y no os complaceréis en ellos, sino que caerán ante vosotros a espada».
7 «Y tu petición en favor de ellos no será concedida, ni tampoco la tuya propia, aunque llores y ores y pronuncies todas las palabras contenidas en la escritura que he escrito».
8 Y así se me mostró la visión. He aquí, en la visión las nubes me invitaron y una niebla me convocó, y el curso de las estrellas y los relámpagos me aceleraron y apresuraron, y los vientos en la visión me hicieron volar y me levantaron hacia arriba y me llevaron al cielo.
9 Y entré hasta que llegué cerca de una pared hecha de cristales y rodeada de lenguas de fuego, y comencé a asustarme.
10 Y entré en las lenguas de fuego y me acerqué a una casa grande que estaba construida de cristales, y las paredes de la casa eran como un piso de mosaico (hecho) de cristales, y su base era de cristal.
11 Su techo era como la trayectoria de las estrellas y de los relámpagos, y entre ellos había querubines de fuego, y su cielo era (claro como) agua.
12 Un fuego llameante rodeaba los muros, y sus portales ardían de fuego.
13 Y entré en aquella casa, y hacía calor como el fuego y frío como el hielo: no había en ella delicias de la vida; El miedo me cubrió y el temblor se apoderó de mí.
14 Y mientras temblaba y temblaba, caí sobre mi rostro. Y tuve una visión,
15 ¡Y he aquí! Había una segunda casa, más grande que la anterior, y todo el portal estaba abierto ante mí, y estaba construido con llamas de fuego.
16 Y en todos los aspectos sobresalía tanto en esplendor, magnificencia y extensión, que no puedo describiros su esplendor y su extensión.
17 Y su suelo era de fuego, y encima de él había relámpagos y la trayectoria de las estrellas, y también su techo era de fuego llameante.
18 Miré y vi en él un trono elevado: su aspecto era como el cristal, y sus ruedas como el sol resplandeciente, y había visión de querubines.
19 Y de debajo del trono salían corrientes de fuego que no podía mirar.
20 Y la Gran Gloria se sentaba sobre él, y Su vestido brillaba más que el sol y era más blanco que cualquier nieve.
21 Ninguno de los ángeles podía entrar y contemplar su rostro a causa de la magnificencia y la gloria, y ninguna carne podía contemplarlo.
22 Una llama de fuego lo rodeaba, y un gran fuego estaba delante de él, y nadie alrededor podía acercarse a él: diez mil veces diez mil (estuvieron) delante de él, pero no necesitaba consejero.
23 Y los santos que estaban cerca de Él no se alejaron de noche ni se apartaron de Él.
24 Y hasta entonces yo estaba postrado sobre mi rostro, temblando, y el Señor me llamó con su propia boca, y me dijo: «Ven acá, Enoc, y escucha mi palabra».
25 Y uno de los santos vino a mí y me despertó, y me hizo levantarme y acercarme a la puerta, e incliné mi rostro hacia abajo.