1 Y alcé mis manos en justicia y bendije al Santo y Grande, y hablé con el aliento de mi boca y con la lengua de carne que Dios hizo para los hijos de la carne de los hombres, para que debía hablar con él, y les dio aliento, lengua y boca para que hablaran con él:
2 «Bendito seas, oh Señor, Rey, grande y poderoso en tu grandeza, Señor de toda la creación del cielo, Rey de reyes y Dios del mundo entero. Y tu poder, tu realeza y tu grandeza permanecen por los siglos de los siglos, y por todas las generaciones tu dominio y todos los cielos son tu trono para siempre, y toda la tierra el estrado de tus pies por los siglos de los siglos».
3 «Porque Tú hiciste y gobiernas todas las cosas, y nada es demasiado difícil para Ti, la Sabiduría no se aparta del lugar de Tu trono, Ni se aparta de Tu presencia. Y Tú lo sabes, lo ves y lo oyes todo, y no hay nada oculto para Ti [porque Tú lo ves todo]».
4 «Y ahora los ángeles de tus cielos son culpables de transgresión, y tu ira está sobre la carne de los hombres hasta el gran día del juicio».
5 «Y ahora, oh Dios, Señor y Gran Rey, te imploro y suplico que cumplas mi oración, que me dejes una posteridad en la tierra, y que no destruyas toda la carne del hombre, y dejes la tierra sin habitantes, para que debería haber una destrucción eterna».
6 Ahora pues, Señor mío, destruye de la tierra la carne que ha despertado tu ira, pero la carne de justicia y rectitud establece como planta de semilla eterna, y no escondas tu rostro de la oración de tu siervo. Oh Señor.»