Una vívida profecía de la vida y muerte de Cristo.
1 DIEZ el Dios misericordioso, bueno y amante de los hombres, miró a Adán y a Eva, y a su sangre, que le habían presentado como ofrenda; sin una orden de Él para hacerlo. Pero Él se maravilló de ellos; y aceptó sus ofrendas.
2 Y Dios envió desde su presencia un fuego brillante que consumió su ofrenda.
3 Sintió el suave olor de sus ofrendas y les mostró misericordia.
4 Entonces vino la Palabra de Dios a Adán y le dijo: «Oh Adán, como tú derramaste tu sangre, así derramaré yo mi propia sangre cuando me convierta en carne de tu simiente; y como moriste tú, oh Adán, así también moriré yo. Y como tú edificaste un altar, así también yo te haré un altar en la tierra; y como tú ofreciste tu sangre sobre él, así también yo ofreceré mi sangre sobre un altar en la tierra».
5 Y así como tú pediste perdón mediante esa sangre, así también yo haré con mi sangre el perdón de los pecados y borraré las transgresiones en ella.
6 «Y ahora, he aquí, oh Adán, he aceptado tu ofrenda, pero los días del pacto que te he obligado no se han cumplido. Cuando se cumplan, te haré volver al jardín».
7 «Ahora, pues, fortalece tu corazón; y cuando te sobrevenga la tristeza, hazme una ofrenda, y seré favorable a ti».