Adán recibe los primeros bienes del mundo.
1 DESPUÉS de estas cosas, Dios mandó al ángel Gabriel que descendiera al huerto y dijera al querubín que lo cuidaba: He aquí, Dios me ha mandado que entre en el huerto y tome de allí incienso aromático, y dáselo a Adán».
2 Entonces el ángel Gabriel, por orden de Dios, descendió al huerto y le contó al querubín lo que Dios le había ordenado.
3 Entonces el querubín dijo: «Bueno». Y Gabriel entró y tomó el incienso.
4 Entonces Dios mandó a su ángel Rafael que bajara al jardín y hablara al querubín acerca de un poco de mirra para dársela a Adán.
5 Y el ángel Rafael descendió y le dijo al querubín lo que Dios le había ordenado, y el querubín dijo: «Bien». Entonces Rafael entró y tomó la mirra.
6 Las varas de oro eran del mar de la India, donde hay piedras preciosas. El incienso era del borde oriental del jardín; y la mirra de la frontera occidental, de donde vino la amargura sobre Adán.
7 Y los ángeles llevaron estas tres cosas a Dios junto al Árbol de la Vida, en el huerto.
8 Entonces Dios dijo a los ángeles: «Sumerjanlos en el manantial de agua; luego tómalos y rocía su agua sobre Adán y Eva, para que se consuelen un poco en su dolor, y dáselo a Adán y Eva».
9 Y los ángeles hicieron lo que Dios les había ordenado, y dieron todas esas cosas a Adán y a Eva en la cima de la montaña en la que Satanás los había colocado, cuando quería acabar con ellos.
10 Y cuando Adán vio las varas de oro, el incienso y la mirra, se alegró y lloró, porque pensaba que el oro era una señal del reino de donde había venido, que el incienso era una señal de la luz brillante que le habían quitado, y que la mirra era una señal del dolor en el que se encontraba.