El poder del fuego sobre el hombre.
1 TODAVÍA Adán y Eva estaban de pie mirando el fuego, y no podían acercarse a la cueva por miedo al fuego.
2 Y Satanás siguió trayendo árboles y arrojándolos al fuego, hasta que su llama se elevó hacia lo alto y cubrió toda la cueva, pensando, como él mismo pensaba, consumir la cueva con mucho fuego. Pero el ángel del Señor estaba guardándolo.
3 Sin embargo, no podía maldecir a Satanás ni dañarlo con palabras, porque no tenía autoridad sobre él, ni tampoco lo hacía con palabras de su boca.
4 Por eso el ángel lo soportó, sin decir una mala palabra, hasta que vino la Palabra de Dios, que dijo a Satanás: «Vete de aquí; Una vez engañaste a Mis siervos, y esta vez buscas destruirlos».
5 «Si no fuera por Mi misericordia, te habría destruido a ti y a tus ejércitos de la tierra. Pero yo he tenido paciencia contigo hasta el fin del mundo».
6 Entonces Satanás huyó de delante del Señor. Pero el fuego siguió ardiendo alrededor de la cueva como un fuego de carbón durante todo el día; que era el día cuarenta y seis que habían pasado Adán y Eva desde que salieron del jardín.
7 Y cuando Adán y Eva vieron que el calor del fuego se había enfriado un poco, comenzaron a caminar hacia la cueva para entrar en ella como de costumbre; pero no pudieron a causa del calor del fuego.
8 Entonces ambos se pusieron a llorar a causa del fuego que los separaba de la cueva, y que se acercaba a ellos ardiendo. Y tuvieron miedo.
9 Entonces Adán dijo a Eva: «Mira este fuego del que tenemos una porción en nosotros: que antes nos cedió, pero ya no lo hace, ahora que hemos transgredido el límite de la creación, y hemos cambiado nuestra condición, y nuestra naturaleza se altera. Pero el fuego no cambia en su naturaleza ni se altera desde su creación. Por eso ahora tiene poder sobre nosotros; y cuando nos acercamos, nos quema la carne».