Las intrigas del propio diablo.
1 ENTONCES Adán y Eva entraron en la cueva, todavía temblando ante el fuego que había quemado sus cuerpos. Entonces Adán le dijo a Eva:
2 «He aquí, el fuego ha quemado nuestra carne en este mundo; pero ¿cómo será cuando estemos muertos y Satanás castigue nuestras almas? ¿No es larga y lejana nuestra liberación, a menos que Dios venga y, en misericordia para con nosotros, cumpla su promesa?»
3 Entonces Adán y Eva entraron en la cueva, bendiciéndose por haber entrado en ella una vez más. Porque pensaban que nunca entrarían en él, cuando vieron el fuego a su alrededor.
4 Pero cuando el sol se ponía, el fuego todavía ardía y se acercaba a Adán y a Eva en la cueva, de modo que no podían dormir en ella. Cuando se puso el sol, salieron de allí. Este era el día cuarenta y siete después de que salieron del jardín.
5 Entonces Adán y Eva bajaron a dormir bajo la cima de una colina, junto al jardín, como de costumbre.
6 Y ellos, de pie, rogaron a Dios que les perdonara sus pecados, y luego se durmieron bajo la cima de la montaña.
7 Pero Satanás, que aborrece todo bien, pensó para sí: Mientras que Dios ha prometido a Adán la salvación mediante un pacto y que lo libraría de todas las dificultades que le han sobrevenido, pero no me lo ha prometido a mí mediante un pacto, y no me librará de mis aflicciones; es más, puesto que le ha prometido que le haría habitar a él y a su descendencia en el reino en el que yo estuve una vez, mataré a Adán.
8 La tierra se librará de él; y me quedarán solos; para que cuando muera no le quede ninguna simiente para heredar el reino que seguirá siendo mi propio reino; Entonces Dios me necesitará y me restaurará con mis huestes.