Asenath rechaza a los dioses egipcios y se humilla.
1 Y cuando José salió de la casa, también Pentefres y todos sus parientes se fueron a su heredad.
2 y Asenat se quedó sola con las siete vírgenes, desganada y llorando hasta que se puso el sol; y no comía pan ni bebía agua, sino que mientras todos dormían ella sola estaba despierta y llorando y golpeándose frecuentemente el pecho con la mano.
3 Y después de estas cosas, Asenat se levantó de su cama y bajó silenciosamente las escaleras del desván, y al llegar a la puerta encontró a la portera durmiendo con sus hijos;
4 Entonces ella se apresuró a quitar de la puerta la cubierta de cuero de la cortina, la llenó de cenizas, la llevó al desván y la puso en el suelo.
5 Y entonces cerró bien la puerta y la aseguró con el cerrojo de hierro del costado, y gimió con grandes gemidos y con mucho y muy grande llanto.
6 Pero la virgen a quien Asenat amaba más que todas las vírgenes, al oír su gemido, se apresuró a llegar a la puerta, después de despertar también a las otras vírgenes, y la encontró cerrada.
7 Y cuando hubo escuchado los gemidos y el llanto de Asenat, le dijo, estando afuera: «¿Qué pasa, señora mía, y por qué estás triste? ¿Y qué es lo que te preocupa?
8 Ábrenos y déjanos verte. Y Asenath le dijo, estando encerrada por dentro: «Un dolor grande y doloroso ha atacado mi cabeza, y estoy descansando en mi cama, y no puedo levantarme y abrirme a ti, por lo que estoy débil en todos mis miembros. Id, pues, cada uno de vosotros a su aposento y durmid, y déjame en paz.
9 Y cuando las vírgenes se fueron cada una a su aposento, Asenat se levantó, abrió silenciosamente la puerta de su alcoba y se fue a su segundo aposento, donde estaban los cofres de sus adornos, abrió su cofre y tomó una túnica negra y sombría que se puso y lloró cuando murió su hermano primogénito.
10 Tomó, pues, esta túnica, la llevó a su cámara, cerró de nuevo la puerta y echó el cerrojo a un lado.
11 Entonces Asenat se quitó su manto real, se puso la túnica de luto, se desató el cinto de oro, se ciñó con una cuerda y se quitó la tiara, es decir, la mitra, de su cabeza, y también la diadema, y las cadenas de sus manos y de sus pies también fueron puestas en el suelo.
12 Entonces tomó su manto escogido, el cinto de oro, la mitra y su diadema, y los arrojó por la ventana que daba al norte, a los pobres.
13 Entonces tomó todos los dioses que había en su cámara, dioses de oro y de plata, de los cuales no había número, los partió en pedazos y los arrojó por la ventana a los pobres y a los mendigos.
14 Y Asenat tomó de nuevo su cena real, los animales gordos, el pescado y la carne de novilla, y todos los sacrificios de sus dioses, y los vasos del vino de la libación, y los arrojó todo por la ventana que daba al norte como alimento para los perros.
15 Y después de esto, tomó la cubierta de cuero que contenía las brasas y las derramó sobre el suelo;
16 Entonces ella se vistió de cilicio y se ciñó los lomos; y se soltó también la red del cabello de su cabeza y esparció ceniza sobre su cabeza. Y esparció también cenizas por el suelo,
17 y cayó sobre las brasas, y se golpeaba constantemente el pecho con las manos y lloraba toda la noche con gemidos hasta la mañana.
18 Y cuando Asenat se levantó por la mañana y vio, ¡he aquí! las cenizas estaban debajo de ella como arcilla de sus lágrimas,
19 volvió a caer de bruces sobre las cenizas hasta que se puso el sol.
20 Así hizo Asenat durante siete días, sin probar nada.