Asenat decide orar al Dios de los hebreos.
1 Y al octavo día, cuando amaneció y los pájaros cantaban ya y los perros ladraban a los transeúntes, Asenat levantó un poco su cabeza del suelo y de las brasas sobre las que estaba sentada, para poder Estaba extremadamente cansada y había perdido la fuerza de sus miembros debido a su gran humillación;
2 porque Asenat estaba cansada y desfallecida y sus fuerzas le fallaban, y entonces se volvió hacia la pared, sentándose debajo de la ventana que miraba hacia el este;
3 y recostó la cabeza sobre su seno, entrelazando los dedos de sus manos sobre su rodilla derecha;
4 y su boca estuvo cerrada, y no la abrió durante los siete días y las siete noches de su humillación.
5 Y ella dijo en su corazón, sin abrir la boca: «¿Qué haré, yo la humilde, o adónde iré? ¿Y en quién volveré a encontrar refugio en el futuro? ¿O a quién hablaré, a la virgen huérfana y desolada y abandonada de todos y odiada?
6 Ahora todos me odian, y entre ellos incluso mi padre y mi madre, porque desprecié a los dioses con aborrecimiento, los deseché y los entregué a los pobres para que los destruyeran los hombres. Porque mi padre y mi madre dijeron: «Asenath no es nuestra hija».
7 Pero también todos mis parientes y todos los hombres han llegado a odiarme por haber entregado sus dioses a la destrucción. Y he odiado a todos los hombres y a todos los que me cortejaban, y ahora en esta mi humillación he sido odiado por todos y se alegran de mi tribulación.
8 Pero el Señor y Dios del poderoso José aborrece a todos los que adoran ídolos, porque es un Dios celoso y terrible, como he oído, contra todos los que adoran a dioses extraños; por lo que también me ha odiado, porque adoré a ídolos muertos y sordos y los bendije.
9 Pero ahora he rechazado sus sacrificios, y mi boca se ha alejado de su mesa, y no tengo valor para invocar al Señor Dios del cielo, el Altísimo y poderoso del poderoso José, para que mi boca está contaminada por los sacrificios de los ídolos.
10 Pero he oído a muchos decir que el Dios de los hebreos es un Dios verdadero, un Dios vivo, un Dios misericordioso, compasivo, sufrido, lleno de misericordia y gentil, y que no toma en cuenta el pecado de del hombre humilde, y especialmente del que peca por ignorancia, y no convence de iniquidad en el tiempo de la aflicción del hombre afligido;
11 Por eso también yo, el humilde, seré valiente y me volveré a él y buscaré refugio en él, le confesaré todos mis pecados y derramaré mi petición delante de él, y él tendrá misericordia de mi miseria.
12 Porque ¿quién sabe si verá mi humillación y la desolación de mi alma y se compadecerá de mí, y verá también la orfandad de mi miseria y virginidad y me defenderá?
13 porque, según he oído, él mismo es padre de huérfanos, consuelo de los afligidos y ayuda de los perseguidos. Pero en cualquier caso también yo, el humilde, seré atrevido y clamaré a él.
14 Entonces Asenat se levantó del muro donde estaba sentada, se puso de rodillas hacia el oriente, dirigió sus ojos al cielo, abrió su boca y dijo a Dios: