El hijo del faraón intenta inducir a Simeón y Leví a matar a José.
1 Y aconteció que al pasar José y Asenat, cuando se dirigían a Jacob, el hijo primogénito de Faraón los vio desde el muro, y:
2 Cuando vio a Asenat, se enojó con ella a causa de su extraordinaria belleza. Entonces el hijo de Faraón envió mensajeros y llamó a Simeón y a Leví; y cuando llegaron y se presentaron ante él,
3 El hijo primogénito de Faraón les dijo: «Yo sé que hoy sois hombres más poderosos que todos los hombres de la tierra, y que con estas manos derechas vuestras fue derribada la ciudad de los sicimitas, y con vuestras dos manos espadas, 30.000 guerreros fueron asesinados.
4 Y hoy os tomaré conmigo como compañeros y os daré mucho oro y plata y sirvientes y sirvientas y casas y grandes heredades, y vosotros contendéis de mi parte y hacedme bondad; por eso recibí gran desprecio de tu hermano José, ya que él mismo tomó a Asenat por esposa, y esta mujer estaba desposada conmigo desde antiguo.
5 Y ahora venid conmigo, y pelearé contra José para matarlo con mi espada, y tomaré a Asenat por esposa, y vosotros seréis para mí como hermanos y amigos fieles.
6 Pero si no escucháis mis palabras, os mataré con mi espada. Y dicho esto, desenvainó su espada y se la mostró.
7 Y Simeón era un hombre valiente y atrevido, y pensó en poner su mano derecha sobre la empuñadura de su espada y sacarla de su vaina e herir al hijo de Faraón por haberles hablado palabras duras.
8 Entonces Leví vio el pensamiento de su corazón, porque era profeta, y pisó con su pie derecho el pie derecho de Simeón, y lo apretó para que cesara su ira.
9 Y Leví decía en voz baja a Simeón: «¿Por qué estás enojado contra este hombre? Somos hombres que adoramos a Dios y no nos conviene pagar mal por mal».
10 Entonces Leví dijo abiertamente y con apacibilidad de corazón al hijo de Faraón: «¿Por qué habla nuestro señor estas palabras? Somos hombres que adoramos a Dios, y nuestro padre es amigo del Dios Altísimo, y nuestro hermano es como hijo de Dios. ¿Y cómo haremos esta maldad, pecando ante los ojos de nuestro Dios y de nuestro padre Israel, y ante los ojos de nuestro hermano José? Y ahora escucha mis palabras. No es propio que un hombre que adora a Dios dañe a otro de ninguna manera; y si alguno quiere hacer daño a un hombre que adora a Dios, ese hombre que adora a Dios no se venga de él, porque no tiene espada en sus manos.
11 Y ten cuidado de no volver a decir estas palabras acerca de nuestro hermano José.
12 Pero si continúas en tu mal consejo, ¡he aquí! nuestras espadas están desenvainadas contra ti».
13 Entonces Simeón y Leví desenvainaron sus espadas y dijeron: «¿Ves ahora estas espadas? Con estas dos espadas castigó el Señor el desprecio de los sicimitas, con el que habían despreciado a los hijos de Israel por medio de nuestra hermana Dina, a quien Siquem hijo de Hamor había profanado.
14 Y el hijo de Faraón, cuando vio las espadas desenvainadas, tuvo mucho miedo y tembló por todo su cuerpo, porque brillaban como llamas de fuego, y sus ojos se nublaron, y cayó de bruces en el suelo debajo de sus pies.
15 Entonces Leví extendió su mano derecha y lo agarró, diciendo: «Levántate y no temas, solo ten cuidado de hablar más malas palabras contra nuestro hermano José».
16 Entonces Simeón y Leví salieron de delante de él.