1 Y Moisés envió espías para reconocer la tierra, doce hombres, tal como se lo había ordenado. Y cuando subieron y vieron la tierra, volvieron a él trayendo los frutos de la tierra, y turbaron el corazón del pueblo, diciendo: No podréis heredar la tierra, porque está cerrada con rejas de hierro por sus valientes.
2 Pero dos hombres de entre los 12 no hablaron así, sino que dijeron: Como el hierro duro puede vencer a las estrellas, o como las armas pueden vencer los relámpagos, o las aves del cielo apagar los truenos, así estos hombres pueden resistir. El Señor. Porque vieron cómo, mientras subían, los relámpagos de las estrellas brillaban y los truenos los seguían resonando con ellos.
3 Y estos son los nombres de los hombres: Caleb hijo de Jefone, hijo de Beri, hijo de Batuel, hijo de Galifa, hijo de Zenen, hijo de Selimún, hijo de Selón, hijo de Judá. El otro, Jesús hijo de Naue, hijo de Elifhat, hijo de Gal, hijo de Nephelien, hijo de Emon, hijo de Saúl, hijo de Dabra, hijo de Efrén, hijo de José.
4 Pero el pueblo no escuchó la voz de los dos, sino que se turbó mucho y habló diciendo: ¿Son éstas las palabras que Dios nos habló, diciendo: Os llevaré a una tierra que mana leche y miel? ¿Y cómo ahora nos hará subir para que caigamos sobre la espada, y nuestras mujeres vayan en cautiverio?
5 Y cuando dijeron esto, la gloria de Dios apareció de repente, y dijo a Moisés: ¿Este pueblo persiste así en escucharme en absoluto? He aquí que el consejo que he salido de mí no será en vano. Enviaré sobre ellos el ángel de mi ira, para que desmenuce sus cuerpos con fuego en el desierto. Y daré mandamiento a mis ángeles que los guardan, que no oren por ellos, porque encerraré sus almas en los tesoros de las tinieblas, y diré a mis siervos, sus padres: He aquí, ésta es la simiente a la cual Hablé diciendo: Vuestra descendencia vendrá a tierra ajena, y yo juzgaré a la nación a la que servirán. Y cumplí mis palabras e hice que sus enemigos se derritieran, y puse ángeles debajo de sus pies, y puse una nube para cubrir sus cabezas, y mandé al mar, y los abismos se rompieron ante su rostro y se levantaron muros de agua.
6 Y no ha habido nada igual a esta palabra desde el día en que dije: Júntense las aguas bajo el cielo en un solo lugar, hasta el día de hoy. Y los saqué, maté a sus enemigos y los conduje delante de mí al monte Sina. Y incliné los cielos y bajé para encender una lámpara para mi pueblo y para poner límites a todas las criaturas. Y les enseñé a hacerme un santuario para habitar entre ellos. Pero ellos me han abandonado y se han vuelto infieles a mis palabras, y su mente ha desmayado, y he aquí que ahora vendrán días en que les haré lo que han deseado y arrojaré sus cuerpos al desierto.
7 Y Moisés dijo : Antes de que tomaras semilla para hacer al hombre sobre la tierra, ¿ordené yo sus caminos? Por tanto, ahora tu misericordia nos soporte hasta el fin, y tu piedad por muchos días.