1 En aquel momento le dio órdenes sobre las zonas periféricas; entonces se rebeló Coreb y doscientos hombres con él, y habló diciendo: ¿Y si se nos impone una ley que no podemos soportar?
2 Y Dios se enojó y dijo: Yo ordené a la tierra y ella me dio al hombre, y a él le nacieron los dos primeros hijos. Y el mayor se levantó y mató al menor, y la tierra se apresuró y tragó su sangre. Pero expulsé a Caín, maldije la tierra y hablé a Sión diciendo: No tragarás más sangre. Y ahora los pensamientos de los hombres están muy contaminados.
3 He aquí, yo mandaré a la tierra, que se tragará el cuerpo y el alma a la vez, y su morada será en oscuridad y destrucción, y no morirán, sino que desfallecerán hasta que yo me acuerde del mundo y renueve la tierra. Y entonces morirán y no vivirán, y su vida será quitada del número de todos los hombres; ni el infierno los vomitará otra vez, y la destrucción no se acordará de ellos, y su partida será como la de la tribu de las naciones de las cuales dije: «No me acordaré de ellas», es decir, del campamento de los egipcios, y del pueblo que destruí con el agua del diluvio. Y la tierra se los tragará, y no les haré más.
4 Y cuando Moisés habló todas estas palabras al pueblo, Coreb y sus hombres todavía no creían. Y Coreb envió a llamar a sus siete hijos que no estaban de acuerdo con él.
5 Pero ellos le enviaron una respuesta, diciendo: Así como el pintor no muestra una imagen hecha por su arte sin haber sido previamente instruido, así también nosotros, cuando recibimos la ley del Poderoso que nos enseña sus caminos, no lo hicimos ingresar en él salvo que podamos caminar en él. Nuestro padre [no] nos engendró, pero el Todopoderoso nos formó, y ahora, si andamos en sus caminos, seremos sus hijos. Pero si no crees, sigue tu camino. Y no subieron a él.
6 Y aconteció después de esto que la tierra se abrió ante ellos, y sus hijos enviaron a decirle: Si tu locura todavía está sobre ti, ¿quién te ayudará en el día de tu destrucción? y él no los escuchó. Y la tierra abrió su boca y se los tragó a ellos y a sus casas, y cuatro veces se movieron los cimientos de la tierra para tragarse a los hombres, como le había sido ordenado. Y después Choreb y su compañía gimieron, hasta que el firmamento de la tierra fuera devuelto.
7 Pero las asambleas del pueblo dijeron a Moisés: No podemos quedarnos en los alrededores de este lugar donde Choreb y sus hombres han sido tragados. Y él les dijo. Alzad vuestras tiendas alrededor de ellos, y no os unáis a sus pecados. Y así lo hicieron.