1 Había un hombre de la tribu de Dan, cuyo nombre era Manue, hijo de Edoc, hijo de Odo, hijo de Eriden, hijo de Phadesur, hijo de Dema, hijo de Susi, el hijo de Dan. Y tenía una esposa que se llamaba Eluma, hija de Remac. Y ella era estéril y no le dio hijos. Y cuando Manue su marido le decía de día en día: He aquí, Jehová ha cerrado tu vientre, para que no concibas; Déjame, pues, libre para que pueda tomar otra mujer, no sea que muera sin descendencia. Y ella dijo: No me ha impedido el Señor dar a luz, sino a ti, para que no dé fruto. Y él le dijo: Que la ley aclare nuestra prueba.
2 Y como discutían día tras día, y ambos estaban muy afligidos porque les faltaba fruto, una noche la mujer subió al aposento alto y oró diciendo: Tú, oh Señor Dios de toda carne, revela a Yo sé si a mi marido o a mí no me es dado engendrar hijos, o a quien está prohibido o a quien se le permite dar fruto, para que a quien le está prohibido, llore por sus pecados, porque continúa sin fruto. O si ambos somos privados, revélanos esto también, para que carguemos con nuestro pecado y guardemos silencio delante de ti.
3 Y el Señor escuchó su voz y le envió su ángel por la mañana, y le dijo: Tú eres la estéril que no da a luz, y tú eres el vientre que está prohibido dar fruto. Pero ahora el Señor ha oído tu voz y ha visto tus lágrimas y ha abierto tu vientre. Y he aquí, concebirás y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Sansón, porque será santo para tu Señor. Pero mirad que no pruebe ningún fruto de la vid, ni coma cosa inmunda, porque como él mismo ha dicho, él librará a Israel de la mano de los filisteos. Y cuando el ángel del Señor hubo dicho estas palabras, se apartó de ella.
4 Y ella entró en casa de su marido y le dijo: He aquí, pongo mi mano sobre mi boca y guardaré silencio delante de ti todos mis días, porque en vano me jactaba y no creía en tus palabras. Porque el ángel del Señor vino a mí hoy y me mostró, diciendo: Eluma, eres estéril, pero concebirás y darás a luz un hijo.
5 Y Manuel no creyó a su esposa. Y él, avergonzado y entristecido, subió también él al aposento alto y oró diciendo: He aquí, no soy digno de oír las señales y prodigios que Dios ha hecho en nosotros, ni de ver el rostro de su mensajero.
6 Y aconteció que mientras él hablaba así, el ángel del Señor vino otra vez a su esposa. Ahora ella estaba en el campo y Manue en su casa. Y el ángel le dijo: Corre y llama a tu marido, porque Dios lo ha tenido por digno de oír mi voz.
7 Y la mujer corrió y llamó a su marido, y él se apresuró y vino donde el ángel en el campo en Ammo (?), el cual le dijo: Entra con tu esposa y haz rápidamente todas estas cosas. Pero él le dijo: Mira, Señor, que se cumpla tu palabra sobre tu siervo. Y él dijo: Así será.
8 Y Manue le dijo: Si pudiera, te convencería de que entraras en mi casa y comieras pan conmigo, y saber que cuando te vayas te daría regalos para que los lleves contigo y puedas ofrecer un sacrificio al Señor tu Dios. Y el ángel le dijo: No entraré contigo en tu casa, ni comeré tu pan, ni recibiré tus presentes. Porque si ofreces un sacrificio de lo que no es tuyo, no puedo mostrarte gracia.
9 Y Manue edificó un altar sobre la roca y ofreció sacrificios y holocaustos. Y aconteció que cuando cortó la carne y la puso en el lugar santo, el ángel extendió su mano y la tocó con la punta de su cetro. Y salió fuego de la roca y consumió los holocaustos y sacrificios. Y el ángel subió de él con la llama del fuego.
10 Pero Manue y su mujer, al ver esto, cayeron sobre sus rostros y dijeron: Ciertamente moriremos, porque hemos visto al Señor cara a cara. Y no me bastó verlo, sino que también pregunté su nombre, sin saber que era ministro de Dios. El ángel que vino se llamaba Padahel.