1 Ahora bien, [mientras que] Elchana tenía dos esposas, el nombre de una era Ana y el nombre de la otra Fenena. Y como Fenena tenía hijos y Ana no tenía ninguno, Fenena la reprochó, diciendo: ¿De qué te aprovecha que Elchana tu marido te ame? pero tú eres un árbol seco. Sé además que me amará, porque se deleita en ver a mis hijos en pie a su alrededor como la plantación de un olivar.
2 Y aconteció que cuando ella la reprochaba todos los días, y Ana estaba muy afligida de corazón, y temía a Dios desde su juventud, aconteció que cuando se acercaba el buen día de la Pascua, su marido subió a hacer sacrificio, que Fenena injuriaba a Ana diciendo: Una mujer no es amada aunque su marido la ame a ella o a su belleza. Por tanto, no se jacte Ana de su belleza, pero el que se jacta, que se jacte cuando vea su descendencia delante de su rostro; y cuando no sea así entre las mujeres, incluso el fruto de su vientre, entonces el amor quedará en vano. ¿De qué le sirvió a Raquel que Jacob la amara? Si no le hubieran dado el fruto de su vientre, ¿seguramente su amor habría sido en vano? Y cuando Anna escuchó eso, su alma se derritió dentro de ella y sus ojos se llenaron de lágrimas.
3 Y su marido la vio y dijo: ¿Por qué estás triste y no comes, y por qué está abatido tu corazón dentro de ti? ¿No es tu conducta mejor que la de los diez hijos de Fenena? Y Ana le escuchó, se levantó después de haber comido y vino a Silo, a la casa del Señor, donde moraba el sacerdote Heli, a quien Finees, hijo del sacerdote Eleazar, había presentado como le había sido ordenado.
4 Y Ana oró y dijo: ¿No has examinado, oh Señor, el corazón de todas las generaciones antes de que formaras el mundo? Pero ¿qué es el vientre que nace abierto, o el que está cerrado, que muere, si no lo quieres? Y ahora suba mi oración ante ti hoy, para que no baje de aquí vacío, porque tú conoces mi corazón, cómo he andado delante de ti desde los días de mi juventud.
5 Y Ana no oraba en voz alta como lo hacen todos los hombres, porque en ese momento pensó: No sea que no sea digna de ser escuchada, y Fenena me envidiará aún más y me reprochará como lo hace cada día dice: ¿Dónde está tu Dios en quien confías? Y sé que no la que tiene muchos hijos se enriquece, ni la que carece de ellos es pobre, sino la que abunda en la voluntad de Dios, se enriquece. Porque los que saben por qué he orado, si ven que no soy escuchado en mi oración, blasfemarán. Y no sólo tendré testimonio en mi propia alma, porque también mis lágrimas son esclavas de mis oraciones.
6 Y mientras ella oraba, el sacerdote Heli, viendo que estaba afligida de ánimo y que se comportaba como una ebria, le dijo: Ve, quita tu vino de ti. Y ella dijo: ¿Es tan escuchada mi oración que me llaman ebria? En verdad estoy ebrio de dolor y he bebido la copa de mi llanto.
7 Y el sacerdote Helí le dijo: Cuéntame tu afrenta. Y ella le dijo: Soy esposa de Elchana, y porque Dios ciertamente ha cerrado mi vientre, por eso oré delante de él para que no pudiera partir de este mundo hacia él sin fruto, ni morir sin dejar mi propia imagen. Y el sacerdote Heli le dijo: Ve, porque yo sé por qué has orado, y tu oración es escuchada.
8 Pero el sacerdote Helí no quiso decirle que de ella estaba previsto que naciera un profeta, porque había oído cuando el Señor hablaba de él. Y Ana llegó a su casa y se consoló de su dolor, pero a nadie contó aquello por lo que había orado.