1 Entonces Samuel envió y reunió a todo el pueblo, y les dijo: He aquí, vosotros y vuestro rey estáis aquí, y yo estoy entre vosotros, como el Señor me ordenó.
2 Por eso os digo, delante de vuestro rey, como mi señor Moisés: el siervo de Dios, dijo a vuestros padres en el desierto, cuando la sinagoga de Core se levantó contra él: Vosotros sabéis que nada os he quitado, ni he hecho daño a ninguno de vosotros; y por cuanto algunos mintieron en aquel tiempo y dijeron: Tú tomaste, la tierra se los tragó.
3 Ahora pues, vosotros, a quienes el Señor no ha castigado, responded delante del Señor y de su ungido, si por esto habéis requerido un rey, porque os he tratado mal, y el Señor será vuestro testigo. Pero si ahora se cumple la palabra del Señor, soy libre y soy la casa de mi padre.
4 Y el pueblo respondió: Nosotros somos tus siervos y nuestro rey entre nosotros; porque somos indignos de ser juzgados por un profeta, por eso dijimos: Nombrad un rey sobre nosotros para que nos juzgue. Y todo el pueblo y el rey lloraron con gran lamentación, y dijeron: Viva el profeta Samuel. Y cuando el rey fue nombrado, ofrecieron sacrificios al Señor.
5 Después de esto, Saúl peleó contra los filisteos un año, y la batalla prosperó mucho.