1 En aquel tiempo el Señor dijo a Samuel: Ve y di a Saúl: Tú eres enviado a destruir a Amalec, para que se cumplan las palabras que habló mi siervo Moisés, diciendo: Destruiré el nombre de Amalec de la tierra de la cual hablé en mi ira. Y no olvides destruir cada alma de ellos como se te ha ordenado.
2 Y Saúl partió y peleó contra Amalec, y salvó la vida a Agag, rey de Amalec, porque le dijo: Te mostraré los tesoros escondidos. Por eso lo perdonó, lo salvó con vida y lo llevó a Armathem.
3 Y Dios dijo a Samuel: ¿Has visto cómo el rey se corrompe con el dinero en un instante y ha salvado con vida a Agag, rey de Amalec, y a su esposa? Ahora, pues, deja que Agag y su mujer se reúnan esta noche, y mañana lo matarás; pero a su mujer la guardarán hasta que dé a luz un hijo varón, y entonces ella también morirá, y el que de ella naciere será por escándalo a Saúl. Pero tú levántate mañana y mata a Agag, porque el pecado de Saúl está escrito delante de mí para siempre.
4 Al día siguiente, cuando Samuel se levantó, Saúl salió a su encuentro y le dijo: El Señor ha entregado a nuestros enemigos en nuestras manos, como él había dicho. Y Samuel dijo a Saúl: ¿A quién ha agraviado Israel? porque antes de que llegara el tiempo para que un rey gobernara sobre él, te demandó por su rey, y tú, cuando fuiste enviado a hacer la voluntad del Señor, la transgrediste. Por tanto, el que por ti fue salvado con vida, ahora morirá, y aquellos tesoros escondidos de que habló no te los mostrará, y el que de él nacerá te será una ofensa. Y Samuel vino a Agag con una espada y lo mató, y volvió a su casa.