1 Entonces Saúl pensó y dijo: Ciertamente quitaré a los hechiceros de la tierra de Israel. Así me recordarán los hombres después de mi partida. Y Saúl dispersó a todos los hechiceros de la tierra. Y dijo Dios: He aquí, Saúl ha quitado de la tierra a los hechiceros, no por miedo a mí, sino para hacerse un nombre. He aquí, a los que él ha dispersado, que acuda a ellos y reciba de ellos adivinación, porque no tiene profetas.
2 En aquel tiempo los filisteos decían cada uno a su vecino: He aquí, el profeta Samuel ha muerto y no hay nadie que ore por Israel. También David, que peleaba por ellos, se convirtió en adversario de Saúl y no está con ellos. Ahora, pues, levantémonos y luchemos poderosamente contra ellos, y venguemos la sangre de nuestros padres. Y los filisteos se reunieron y subieron a la batalla.
3 Y cuando Saúl vio que Samuel había muerto y que David no estaba con él, se le soltaron las manos. Y consultó al Señor, y no le escuchó. Y buscó profetas, y ninguno se le apareció. Y Saúl dijo al pueblo: Busquemos un adivino y preguntémosle lo que tengo en mente. Y el pueblo le respondió: He aquí ahora hay una mujer llamada Sedecla, hija de Debin (o Adod) madianita, la cual engañaba a los hijos de Israel con hechicerías; y he aquí que ella habita en Endor.
4 Entonces Saúl se vistió con ropas horribles y fue a ella, él y dos hombres con él, de noche, y le dijo: Levántame a Samuel. Y ella dijo: Tengo miedo del rey Saúl. Y Saúl le dijo: No recibirás ningún daño de Saúl en este negocio. Y Saúl dijo para sí: Cuando yo era rey en Israel, aunque los gentiles no me veían, sabían que yo era Saúl. Y Saúl preguntó a la mujer, diciendo: ¿Has visto a Saúl alguna vez? Y ella dijo: Muchas veces. Y salió Saúl y lloró y dijo: He aquí ahora sé que mi hermosura ha cambiado, y que la gloria de mi reino ha pasado de mí.
5 Y aconteció que cuando la mujer vio que Samuel se acercaba y vio a Saúl con él, gritó y dijo: He aquí, tú eres Saúl, ¿por qué me has engañado? Y él le dijo: No temas, pero cuéntame lo que viste. Y ella dijo: He aquí, estos 40 años he resucitado muertos para los filisteos, pero esta aparición no se ha visto, ni se verá más adelante.
6 Y Saúl le dijo: ¿Cuál es su forma? Y ella dijo: Tú me preguntas acerca de los dioses. Porque he aquí, su forma no es forma de hombre. Porque está vestido con un manto blanco y tiene un manto sobre él, y dos ángeles lo guían. Y Saúl se acordó del manto que Samuel había rasgado mientras vivía, y juntó sus manos y se arrojó en tierra.
7 Y Samuel le dijo: ¿Por qué me has inquietado para que me haga subir? Pensé que había llegado el momento de recibir la recompensa de mis obras. Por tanto, no te jactes, oh rey, ni tú, oh mujer. Porque no sois vosotros los que me habéis criado, sino el precepto que Dios me habló mientras aún vivía, de que viniera y os dijera que habías pecado por segunda vez al descuidar a Dios. Por esto están turbulentos mis huesos, después que entregué mi alma, para hablarte, y estando muerto, se me oiría como a un vivo.
8 Ahora pues, mañana estarás conmigo tú y tus hijos, cuando el pueblo sea entregado en manos de los filisteos. Y por cuanto tus entrañas se han conmovido de celos, por tanto, lo que es tuyo te será quitado. Y oyó Saúl las palabras de Samuel, y se desmayó su alma, y dijo: He aquí, yo voy a morir con mis hijos, por si acaso mi destrucción puede ser expiación de mis iniquidades. Y Saúl se levantó y se fue de allí.