Por eso llevaron a Enoc al Séptimo Cielo.
1 Y aquellos dos hombres me elevaron de allí al séptimo cielo, y vi allí una luz muy grande y tropas de fuego de grandes arcángeles, fuerzas incorpóreas y dominios, órdenes y gobiernos, querubines y serafines, tronos y muchos Los de ojos oscuros, nueve regimientos, las estaciones de luz ioanitas, y tuve miedo y comencé a temblar de gran terror, y esos hombres me tomaron, me llevaron tras ellos y me dijeron:
2 «Ten ánimo, Enoc, no temas», y me mostró al Señor desde lejos, sentado en su altísimo trono. Porque ¿qué hay en el décimo cielo, puesto que aquí habita el Señor?
3 En el décimo cielo está Dios, en lengua hebrea se le llama Aravat.
4 Y todas las tropas celestiales vendrían y subirían a los diez escalones según su rango, se postrarían ante el Señor y volverían a sus lugares con alegría y felicidad, cantando canciones en la luz infinita con pequeñas y voces tiernas, sirviéndole gloriosamente.