La lastimera amonestación de Enoc a sus hijos con llanto y gran lamentación, mientras les hablaba.
1 Oh, hijos míos, amados míos, escuchad la amonestación de vuestro padre, en la medida en que sea conforme a la voluntad del Señor.
2 Se me ha permitido ir a vosotros hoy y anunciaros, no de mis labios, sino de los labios del Señor, todo lo que es, lo que fue, todo lo que es ahora y todo lo que será hasta el día del juicio.
3 Porque el Señor me ha permitido ir a vosotros; oís, pues, las palabras de mis labios, de un hombre hecho grande para vosotros, pero yo soy uno que ha visto el rostro del Señor, como el hierro hecho brillar por el fuego que envía chispas y quemaduras,
4 Tú miras ahora mis ojos, los ojos de un hombre grande y lleno de significado para ti, pero yo he visto los ojos del Señor, brillando como los rayos del sol y llenando los ojos del hombre de asombro.
5 Hijos míos, ahora veis la diestra de un hombre que os ayuda, pero yo he visto la diestra del Señor llenando el cielo mientras me ayudaba.
6 Tú ves el ámbito de mi obra como el tuyo, pero yo he visto el ámbito ilimitado y perfecto del Señor, que no tiene fin.
7 Oís las palabras de mis labios, como yo oí las palabras del Señor, como un gran trueno que se agita sin cesar en medio de las nubes.
8 Y ahora, hijos míos, oíd los discursos del padre de la tierra: cuán terrible y malo es presentarse ante la faz del gobernante de la tierra, cuánto más terrible y malo es presentarse ante la faz del gobernante del cielo, el controlador de vivos y muertos, y de las tropas celestiales. ¿Quién puede soportar ese dolor interminable?