El tiempo, como una corriente en constante movimiento, se lleva a otra generación de hombres.
1 Cuando Enós tenía novecientos años, todos los hijos de Set y de Cainán, y sus primogénitos, con sus esposas e hijos, se reunieron a su alrededor, pidiéndole una bendición.
2 Entonces oró sobre ellos, los bendijo y los conjuró con la sangre de Abel el justo, diciéndoles: «Que ninguno de vuestros hijos descienda de este monte santo, ni tengan comunión con los hijos de Caín el asesino».
3 Entonces Enós llamó a su hijo Cainán y le dijo: «Mira, hijo mío, pon tu corazón en tu pueblo y confírmalo en la justicia y la inocencia; y estarás ministrando delante del cuerpo de nuestro padre Adán, todos los días de tu vida».
4 Después de esto, Enós entró en reposo, cuando tenía novecientos ochenta y cinco años; y Cainán le dio cuerda y lo puso en la Cueva de los Tesoros a la izquierda de su padre Adán; y le hicieron ofrendas, según la costumbre de sus padres.