1 Entonces Miguel hizo girar el carro y llevó a Abraham hacia el este, a la primera puerta del cielo;
2 Y Abraham vio dos caminos, uno angosto y angosto, el otro ancho y espacioso,
3 y allí vio dos puertas, una ancha en el camino ancho y otra estrecha en el camino angosto.
4 Y fuera de las dos puertas vio a un hombre sentado sobre un trono dorado, y el aspecto de aquel hombre era terrible, como el del Señor.
5 Y vieron muchas almas conducidas por ángeles y conducidas por la puerta ancha, y otras almas, pocas en número, que eran conducidas por los ángeles por la puerta estrecha.
6 Y cuando el maravilloso que estaba sentado en el trono de oro vio que pocos entraban por la puerta estrecha y muchos por la ancha, en seguida aquel maravilloso se rasgó los cabellos de su cabeza y las laterales de su barba, y se arrojó en tierra desde su trono, llorando y lamentándose.
7 Pero cuando vio muchas almas entrar por la puerta estrecha, se levantó del suelo y se sentó en su trono con gran alegría, regocijándose y regocijándose.
8 Y Abraham preguntó al capitán: «Señor, capitán, ¿quién es este hombre tan maravilloso, adornado con tanta gloria, que a veces llora y se lamenta, y a veces se regocija y se regocija?»
9 El incorpóreo dijo: «Este es el primer Adán creado, que está en tanta gloria y mira al mundo porque todos nacen de él,
10 y cuando ve muchas almas pasar por la puerta estrecha, se levanta y se sienta en su trono, gozoso y exultante de alegría, porque esta puerta estrecha es la de los justos, que lleva a la vida, y los que entran por ella van al Paraíso. Por esto, pues, se alegra el primer Adán creado, porque ve las almas salvadas.
11 Pero cuando ve muchas almas entrar por la puerta ancha, se arranca los cabellos y se tira al suelo llorando y lamentándose amargamente, porque la puerta ancha es la de los pecadores, que conduce a la destrucción y al castigo eterno. Y por esto el primer Adán cae de su trono llorando y lamentándose por la destrucción de los pecadores, porque son muchos los que se pierden, y son pocos los que se salvan.
12 Porque entre siete mil apenas se encuentra una persona salva, que sea justa e inmaculada.