1 Pero cuando se acercaba el día de la muerte de Abraham, el Señor Dios dijo a Miguel:
2 La muerte no se atreverá a acercarse para quitarle el alma a mi siervo, porque es mi amigo, sino que ve y adorna a la muerte con gran hermosura y envíala así a Abraham, para que pueda verla con sus ojos.
3 Y luego Miguel, tal como se le había ordenado, adornó a la muerte con gran belleza y la envió así a Abraham para que pudiera verla.
4 Y se sentó junto a Abraham, y Abraham, al ver la Muerte sentada junto a él, tuvo mucho miedo.
5 Y la Muerte dijo a Abraham: «¡Salve, alma santa! ¡Salve, amiga del Señor Dios! ¡Salve, consuelo y entretenimiento de los viajeros!
6 Y Abraham dijo: «De nada, siervo del Altísimo. Dios. Te lo ruego, dime quién eres; y entrando en mi casa, come y bebe, y apartaos de mí, porque desde que te vi sentado cerca de mí, mi alma está turbada.
7 Porque no soy digno de acercarme a ti, porque tú eres un espíritu exaltado y yo soy carne y sangre,
8 y por eso no puedo soportar tu gloria, porque veo que tu hermosura no es de este mundo.
9 Y la Muerte dijo a Abraham: «Te digo que en toda la creación que Dios ha hecho, no se ha encontrado uno como tú,
10 porque ni siquiera el Señor mismo, buscándolo, ha encontrado a nadie así en toda la tierra.
11 Y Abraham dijo a la Muerte: «¿Cómo te atreves a mentir? Porque veo que tu belleza no es de este mundo».
12 Y la Muerte dijo a Abraham: «No pienses, Abraham, que esta belleza es mía, ni que así vengo a todos los hombres. No, pero si alguno es justo como tú, así tomo coronas y vengo a él, pero si es pecador vengo en gran corrupción, y de su pecado hago una corona para mi cabeza, y los sacudo con gran temor, de modo que quedaron consternados».
13 Entonces Abraham le preguntó: «¿Y de dónde viene tu hermosura?»
14 Y la Muerte dijo: No hay otro más corrupto que yo.
15 Abraham le dijo: «¿Y eres tú realmente aquel a quien llaman Muerte?»
16 Él le respondió y dijo: «Yo soy el nombre amargo. Estoy llorando...»