1 Cuando el ángel hizo estas palabras a nuestro padre Jacob, ascendió de él al cielo, mientras Jacob se despedía de él.
2 Los que estaban alrededor de Jacob lo oyeron mientras daba gracias a Dios y lo glorificaba con alabanzas.
3 Y todos los miembros de su casa, grandes y pequeños, se reunieron a su alrededor, llorando sobre él, profundamente afligidos y diciendo: «Te vas y nos dejas huérfanos».
4 Y ellos seguían diciéndole: «Padre nuestro, amado, ¿qué haremos, ya que estamos en tierra extraña?»
5 Entonces Jacob les dijo: «No temáis; Dios mismo se me apareció en la Alta Mesopotamia y me dijo: «Yo soy el Dios de tus padres; no temas, porque yo estoy contigo para siempre y con tu descendencia que vendrá después de ti.
6 Esta tierra en la que estás te la daré a ti y a tu descendencia después de ti para siempre.
7 Y no temáis descender a Egipto.
8 Haré para ti un gran pueblo y tu descendencia aumentará y se multiplicará para siempre.
9 José pondrá su mano sobre tus ojos y tu pueblo se multiplicará en la tierra de Egipto.
10 Después vendrán a este lugar y estarán desamparados.
11 Por amor de vosotros les haré bien, aunque por el momento serán desplazados de aquí.»»