© 2000 The Brotherhood of Man Library
Los apóstoles aprendieron que los judíos estaban espiritualmente estancados y moribundos porque habían cristalizado la verdad en un credo; que cuando se formula la verdad como una línea divisoria de exclusivismo presuntuoso, en lugar de servir como un poste indicador para la orientación y el progreso espiritual, dichas enseñanzas pierden su poder creativo y vivificante, y acaban por volverse simplemente conservadoras y fosilizantes.
Aprendieron cada vez más de Jesús a considerar a las personalidades humanas en términos de sus posibilidades en el tiempo y en la eternidad. Aprendieron que a muchas almas se les puede inducir mejor a amar al Dios invisible, si primero se les enseña a amar a sus hermanos que pueden ver. En relación con estas lecciones, se atribuyó un nuevo significado a la declaración del Maestro sobre el servicio desinteresado a los semejantes: «Puesto que lo habéis hecho por el más humilde de mis hermanos, lo habéis hecho por mí».
Una de las grandes lecciones de esta estancia en Cesarea tuvo que ver con el origen de las tradiciones religiosas, con el grave peligro de permitir que se atribuya un carácter sagrado a las cosas no sagradas, a las ideas corrientes o a los acontecimientos cotidianos. De una de estas conferencias salieron con la enseñanza de que la verdadera religión es la lealtad que un hombre siente en el fondo de su corazón hacia sus convicciones más elevadas y más sinceras.
Jesús advirtió a sus creyentes que, si sus anhelos religiosos eran únicamente materiales, el conocimiento creciente de la naturaleza acabaría por quitarles su fe en Dios, debido a la sustitución progresiva del origen supuestamente sobrenatural de las cosas. Pero si su religión era espiritual, el progreso de la ciencia física nunca podría perturbar su fe en las realidades eternas y en los valores divinos.
Aprendieron que cuando la religión tiene unos móviles enteramente espirituales, hace que toda la vida valga más la pena, llenándola de objetivos elevados, dignificándola con valores transcendentales, inspirándola con móviles magníficos, y confortando todo el tiempo el alma humana con una esperanza sublime y vigorizante. La verdadera religión está destinada a disminuir las tensiones de la existencia; libera la fe y el coraje para la vida diaria y el servicio desinteresado. La fe fomenta la vitalidad espiritual y la fecundidad de la rectitud.
Jesús enseñó repetidas veces a sus apóstoles que ninguna civilización puede sobrevivir mucho tiempo a la pérdida de las mejores cosas que posee su religión. Nunca se cansó de señalar a los doce el gran peligro que supone aceptar los símbolos y las ceremonias religiosos como sustitutos de la experiencia religiosa. Toda su vida terrestre estuvo firmemente consagrada a la misión de derretir las formas congeladas de la religión, para darles las libertades líquidas de una filiación iluminada. (LU 155:3.3-8)
El camino a Dios es doble, para ser recorrido simultáneamente. Un camino es para encontrar y hacer la voluntad de Dios; el otro es para servir a sus hijos. Tomados individualmente, estos caminos se vuelven circulares y no conducen a ninguna parte.