© 2005 Chris Ragetly
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Le Lien Urantien — Número 35 - Otoño/Invierno de 2005 | Le Lien Urantien — Número 35 — Otoño/Invierno $2 | Ciencia, filosofía, religión y revelación. |
Dios es inherentemente bondadoso, compasivo por naturaleza y perpetuamente misericordioso. Nunca es necesario ejercer ninguna influencia sobre el Padre para suscitar su bondad. La necesidad de las criaturas es enteramente suficiente para asegurar todo el caudal de la tierna misericordia del Padre y de su gracia salvadora. Puesto que Dios lo sabe todo acerca de sus hijos, le resulta fácil perdonar. Cuanto mejor comprende el hombre a su prójimo, más fácil le resulta perdonarlo, e incluso amarlo. (LU 2:4.2)
Para comprender a nuestro prójimo, sigamos el ejemplo de Dios. Primero conozcamoslo, sepamos discernir sus cualidades, y sus defectos, necesariamente los tiene, ¿cómo podemos conocer estas cualidades? Simplemente observando la vida de nuestro prójimo rápidamente tomamos conciencia de sus cualidades y sus defectos. Aunque parezca extraño, perdonando aprendemos a amar mejor al prójimo. El verbo amar adquiere aquí un significado completamente diferente al que podemos darle en el caso de enamorarnos de la futura pareja. Para perdonar tiene que haber algo que perdonar, es decir, tiene que aparecer un defecto, una imperfección, una debilidad, un vacío, una falta, incluso un vicio. Perdonar un mal que nos han hecho es la solución para comprender mejor y luego intentar amar a nuestro prójimo. Aunque no se nos haya hecho ningún daño, puede suceder que la “cabeza” de nuestro prójimo no “vuelva” a nosotros, es entonces cuando entra en juego nuestra capacidad de dar el primer paso en una amistad transformable. enamorado. Esta es una de las cosas más difíciles de lograr. “…es esta falta de atracción fraternal natural lo que actualmente obstaculiza la realización inmediata de la hermandad de los hombres en Urantia.” (LU 68:1.1). La guía de nuestro Ajustador del Pensamiento es esencial para nosotros aquí. ¡Y “funciona”! ¿Por qué “funciona”? Porque al contactar con el Padre ponemos en marcha nuestra fe, nuestra facultad de discernimiento, nuestra potencialidad para convertirnos en amigos de Dios y todo ello se refleja en una experiencia que satisfará y edificará a nuestro prójimo tanto como a nosotros mismos. Nuestra acción nos habrá dado la oportunidad de quizás haber acercado a un mortal a Dios. Y esta acción es beneficiosa para nuestro prójimo, para nosotros y para Dios. Es el comienzo de la hermandad entre los hombres.
CM Ragetly
(Las citas de El libro de Urantia están en cursiva)
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