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Claude Flibotte
Sainte-Julie
En esta simple descripción tenemos el aspecto de la personalidad que se designa con la palabra «Dios», porque este término siempre designa la personalidad (LU 0:2.10), luego tenemos la descripción de la naturaleza de Dios en lo que es como tanto espíritu como energía. Espíritu en el sentido de que es consciente, divino y perfecto, capaz de voluntad y elección. En referencia a la cita LU 1:3.4, el espíritu de Dios es absoluto, en el Hijo es incondicional y en el Espíritu es universal, luego por la unión de los tres en la deidad es infinito. Energía porque él es el origen de la Isla del Paraíso, el perfecto opuesto al Hijo espiritual en su naturaleza y su función, todo lo que se refiere a las cosas y las múltiples manifestaciones de la energía. De hecho, lo que distingue a la personalidad de lo material, mental y espiritual es que las tres últimas son manifestaciones diversificadas de energía, mientras que la personalidad es otra cosa. Por su personalidad, como Padre Universal y como Primera Fuente-Centro, el Padre trasciende por mucho lo que es como energía material, energía mental y energía espiritual (LU 1:7.7).
Para tener una idea de la personalidad distinta a la descripción que nos dan los reveladores en el documento 112, debemos remontarnos al origen de todas las realidades. En el momento teórico en que el YO SOY se convirtió en el Padre Eterno del Hijo Original y simultáneamente en la fuente eterna del Paraíso, el YO SOY se manifestó entonces como una personalidad, como el Padre Universal (LU 0:3.22). El Infinito, personalizado en el Padre Universal, es un nivel de valor presente que representa todo lo que es la naturaleza y los planes del Padre Eterno en su infinitud de libre albedrío absoluto y sin restricciones (LU 0:3.24). Esto es lo que nos indica la primera manifestación y la fuente de la personalidad. Esta es también la razón por la que sólo el Padre puede conferir personalidad (LU 0:5.11), y explica por qué la personalidad es un nivel deificado de la realidad (LU 0:5.1).
Cuando el YO SOY se retiró de su condición original de Absoluto Incondicionado, lo que se convirtió en el Absoluto Condicionado y Calificado se convirtió en el Absoluto de la Deidad en contraste con lo que acababa de dejar, y que llamamos el ‘Absolutamente No Calificado’. La unidad original del YO SOY será preservada por el Absoluto Universal. El poder volitivo del YO SOY se encontró en esta Deidad Absoluta en términos de potenciales y en las tres personas de la Deidad del Paraíso en términos de lo real expresado por la Trinidad del Paraíso. Lo que deja al Absoluto Incalificado y a la Isla del Paraíso como aquello que responde a la voluntad de lo actual y lo potencial. Así, es posible decir que la personalidad se superpone a la energía (LU 0:5.4) por su naturaleza de libre albedrío y su función de unificar los componentes de su sistema vivo (LU 9:4.6).
Por su altísimo origen, la personalidad es creativa por naturaleza (LU 111:4.5). Es superior (LU 112:2.4) por su búsqueda de la unificación en cada individuo debido a su origen en la unidad y unificación de la Deidad Original. Es fácil en este punto entender que la personalidad es fundamental para cualquier experiencia progresiva con la realidad espiritual (LU 12:9.1). Es esa parte del individuo que nos permite reconocer e identificar positivamente a esta persona (LU 16:8.4). La personalidad es única (LU 112:0.12). Es invariante en presencia de cambio (LU 112:0.9). Esto es lo que hace que la mediana diga que:
La personalidad es esa dotación cósmica, esa fase de la realidad universal, que puede coexistir con unos cambios ilimitados y al mismo tiempo conservar su identidad en presencia misma de todos esos cambios, e indefinidamente después de ellos. (LU 130:4.6)
Se menciona en la cita LU 16:8.3 que la concesión de un Ajustador del Pensamiento a una personalidad aumenta el aspecto cualitativo de esa personalidad, porque el Ajustador es la divinidad misma del Padre en sí mismo, pero la manifestación de la personalidad es aún mayor. condicionado y calificado por la naturaleza y cualidades de las energías asociadas de naturaleza material, mental y espiritual que constituyen el vehículo orgánico para la manifestación de esta personalidad. Lo que sugiere que en nuestros futuros cuerpos morontiales y luego en un cuerpo espiritual, ¡nuestra personalidad tendrá la oportunidad de expresar todo su potencial!
Es innegable que nuestra existencia está íntimamente ligada a la del Ser Supremo ya que en él nos movemos y tenemos nuestra existencia. ¡Es gracias a la realidad del Ser Supremo, esta nueva deidad experiencial en formación, que podemos existir!
La experiencia de la personalidad de cada criatura evolutiva es una fase de la experiencia del Todopoderoso Supremo. El sometimiento inteligente de cada segmento físico de los superuniversos es una parte del control creciente del Todopoderoso Supremo. La síntesis creativa del poder y de la personalidad es una parte del impulso creador de la Mente Suprema, y constituye la esencia misma del crecimiento evolutivo de la unidad en el Ser Supremo. (LU 116:1.1)
Recuerde lo que se nos revela acerca de las personas que no sobreviven y cuya personalidad regresa al Supremo, porque esta personalidad es de una naturaleza deificada y perfecta y no puede ser destruida a diferencia de la identidad.
Aunque cada personalidad es única, por su origen, ¡todas son UNA! De ahí sin duda el hecho de que las personalidades no pueden ser totalizadas, sino sólo asociables (LU 112:0.12)
La personalidad es uno de los misterios impenetrables del universo (LU 5:6.2), y sin duda lo seguirá siendo, porque comprender plenamente la personalidad sería comprender plenamente qué es el Padre Universal. Podemos encontrar el origen del mismo, pero no entender completamente su naturaleza. A lo sumo, sólo podemos reconocer que, en los niveles subabsolutos, nuestra personalidad está dotada de siete dimensiones de autoexpresión y que esta séptima dimensión de totalidad puede ser experimentada como un hecho de la personalidad.
Como realidad en la experiencia espiritual humana, Dios no es un misterio. Pero cuando las realidades del mundo del espíritu se intentan poner de manifiesto a las mentes físicas de tipo material, el misterio aparece: unos misterios tan sutiles y tan profundos, que sólo la captación por la fe del mortal que conoce a Dios puede conseguir el milagro filosófico del reconocimiento del Infinito por medio de lo finito, el discernimiento del Dios eterno por parte de los mortales evolutivos de los mundos materiales del tiempo y del espacio. (LU 1:4.7)