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Las ayudas de la carrera de ascensión: internas y físicas/materiales | Luz y Vida — Núm. 44 — Junio 2016 — Índice | El libre albedrío |
El Libro de Urantia nombra la palabra personalidad 80 veces en el Prólogo, 875 veces en la I Parte, 300 veces en la II Parte, 669 veces en la III Parte y 220 veces en la IV Parte.
En total, el libro hace referencia en 2.144 ocasiones a las personalidades y a la condición de ser persona. De lo que se deduce que la persona y sus caracteres, formas, tratos, etc. son quizás lo más importante para el Padre Universal, para Dios.
La personalidad es todo un potencial, es la cualidad de ser persona, aquello que, si lo logramos en el desarrollo de nuestra carrera evolutiva, nos hace semejantes al Padre Universal.
Veamos algunas referencias que se hacen a la personalidad, en otros documentos distintos al documento 112 que vamos a tratar hoy aquí.
El Padre Universal es el secreto mejor guardado de la realidad como persona.
Él otorga la personalidad. A Él se llega como destino de la personalidad.
El Hijo Eterno es persona en términos cantera aseendente, la vuglta a casa. absolutos. Él es el secreto de la energía espiritual.
El Espíritu Infinito es persona que otorga la mente.
La personalidad no es ni cuerpo, ni mente, ni espíritu, ni alma, ellos son el vehículo orgánico, el sistema que sirve para que la personalidad, la persona, se manifieste.
La criatura humana como persona es una realidad única e invariable ante y bajo los efectos de la experiencia y sus consecuencias, que por otro lado siempre están expuestas al cambio, a lo largo y dentro de la existencia de la criatura.
La personalidad no es simplemente un atributo de Dios; representa más bien la totalidad de la naturaleza infinita coordinada y de la voluntad divina unificada que se manifiesta en una expresión perfecta eterna y universal. En el sentido supremo, la personalidad es la revelación de Dios al universo de universos. LU 1:5.13
La personalidad humana es la sombra-imagen espacio-temporal proyectada por la personalidad divina del Creador. Y ninguna realidad se puede comprender nunca de manera adecuada mediante el examen de su sombra. Las sombras deben interpretarse en función de la verdadera sustancia. LU 1:6.1
Para la ciencia, Dios es una causa; para la filosofía, una idea; para la religión, una persona e incluso el Padre amoroso y celestial. Para los científicos, Dios es una fuerza primordial; para los filósofos, una hipótesis de unidad; para las personas religiosas, una experiencia espiritual viviente. El concepto inadecuado del hombre sobre la personalidad del Padre Universal sólo puede mejorar mediante el progreso espiritual del hombre en el universo, y sólo se volverá verdaderamente adecuado cuando los peregrinos del tiempo y del espacio alcancen finalmente el abrazo divino del Dios viviente en el Paraíso. LU 1:6.2
No olvidéis nunca que los puntos de vista de la personalidad, concebidos por Dios y por el hombre, se encuentran en las antípodas los unos de los otros. El hombre considera y comprende la personalidad mirando desde lo finito hacia lo infinito; Dios mira desde lo infinito hacia lo finito. El hombre posee el tipo de personalidad más baja, y Dios, la más elevada, siendo incluso suprema, última y absoluta. Por eso los mejores conceptos sobre la personalidad divina han tenido que esperar pacientemente la aparición de mejores ideas sobre la personalidad humana, en especial la elevada revelación tanto de la personalidad humana como de la divina en la vida de donación de Miguel, el Hijo Creador, en Urantia. LU 1:6.3
Los conceptos más elevados sobre la personalidad en el universo implican: identidad, conciencia de sí mismo, voluntad propia y la posibilidad de revelarse. Y estas características implican además una hermandad con otras personalidades semejantes. LU 1:7.6
La inteligencia por sí sola no puede explicar la naturaleza moral. La moralidad, la virtud, es innata en la personalidad humana. La intuición moral, la comprensión del deber, es un componente de la dotación mental humana y está asociada con los otros elementos inalienables de la naturaleza humana: la curiosidad científica y la perspicacia espiritual. La mentalidad del hombre trasciende de lejos la de sus primos animales, pero es su naturaleza moral y religiosa la que le distingue especialmente del mundo animal. LU 16:7.1
Sólo una personalidad puede saber lo que hace antes de hacerlo; sólo las personalidades poseen la perspicacia con antelación a la experiencia. Una personalidad puede mirar antes de saltar y por lo tanto puede aprender tanto mirando como saltando. Un animal no personal sólo aprende generalmente saltando. LU 16:7.3
Como resultado de la experiencia, un animal es capaz de examinar las diferentes maneras de alcanzar una meta y de elegir un camino de acceso basado en la experiencia acumulada. Pero una personalidad puede examinar también la meta misma y juzgar su validez, su valor. La inteligencia por sí sola puede discernir los mejores medios de conseguir unos fines indistintos, pero un ser moral posee una perspicacia que le permite distinguir entre los fines así como entre los medios. Y un ser moral que elige la virtud es sin embargo inteligente. Sabe lo que hace, por qué lo hace, dónde va y cómo lo conseguirá. LU 16:7.4
Cuando el hombre no consigue discernir los objetivos de sus esfuerzos como mortal, está actuando en el nivel de existencia animal. No ha conseguido sacar partido de las ventajas superiores de la agudeza material, el discernimiento moral y la perspicacia espiritual que forman parte integrante de su dotación mental cósmica como ser personal. LU 16:7.5
La virtud es la rectitud — la conformidad con el cosmos. Nombrar las virtudes no es definirlas, pero vivirlas es conocerlas. La virtud no es el simple conocimiento ni tampoco la sabiduría, sino más bien la realidad de una experiencia progresiva para alcanzar los niveles ascendentes de consecución cósmica. En la vida diaria del hombre mortal, la virtud se hace realidad eligiendo firmemente el bien en lugar del mal, y esta capacidad para elegir es la prueba de que se posee una naturaleza moral. LU 16:7.6
La elección del hombre entre el bien y el mal no está influida solamente por la agudeza de su naturaleza moral, sino también por otras influencias tales como la ignorancia, la inmadurez y las ilusiones. Cierto sentido de la proporción también está implicado en el ejercicio de la virtud, porque se puede cometer el mal cuando se elige lo menor en lugar de lo mayor, a consecuencia de la deformación o del engaño. El arte de la valoración relativa o de la medida comparativa entra en la práctica de las virtudes del ámbito moral. LU 16:7.7
La naturaleza moral del hombre se encontraría impotente sin el arte de la medida, sin el discernimiento que está incorporado en su capacidad para examinar a fondo los significados. La elección moral sería igualmente inútil sin esa perspicacia cósmica que proporciona la conciencia de los valores espirituales. Desde el punto de vista de la inteligencia, el hombre se eleva hasta el nivel de un ser moral porque está dotado de personalidad. LU 16:7.8
Nunca es posible hacer progresar la moralidad por medio de la ley o de la fuerza. Es un asunto personal y de libre albedrío, y ha de propagarse por contagio mediante el contacto entre las personas con fragancia moral y aquellas que son menos sensibles a la moral, pero que tienen también en cierta medida el deseo de hacer la voluntad del Padre. LU 16:7.9
Los actos morales son las acciones humanas caracterizadas por la inteligencia más elevada, dirigidas por una diferenciación selectiva tanto en la elección de los fines superiores como en la elección de los medios morales para alcanzar dichos fines. Una conducta así es virtuosa. La virtud suprema consiste pues en elegir de todo corazón hacer la voluntad del Padre que está en los cielos. LU 16:7.10
Una criatura de mente normal es persona que desarrolla todos los sentidos físicos a la vez que por la experiencia adquiere el deber, la moral, la razón, se hace consciente del bien y del mal relativos, evoluciona en la religión, aumenta los valores espirituales y asegura la supervivencia. La condición de ser persona unifica todos estos aspectos del individuo.
… Nosotros, las personas de Urantia poseemos una personalidad de tipo finito-mortal y actuamos en el nivel de los hijos ascendentes de Dios. LU 16:8.1
… La personalidad es un don único de naturaleza original cuya existencia es independiente de, y anterior a, la llegada del Ajustador del Pensamiento. LU 16:8.3
… Hay dos fenómenos característicos en la criatura que como persona se manifiestan en la conducta substancial humana; la conciencia de sí mismo y el libre albedrío relativo asociado. LU 16:8.5
El libre albedrío relativo que define ser consciente de sí mismo como persona es cómplice de las decisiones morales, o sea de una sabiduría elevada; de las elecciones espirituales, que es equivalente al discernimiento de la verdad; del amor desinteresado, que se trasmite en servicio fraternal; de la cooperación intencionada, lo que se vuelve en lealtad al grupo; de la perspicacia cósmica, la captación de los significados universales; de la implicación como persona, en hacer la voluntad del Padre y de la adoración, la búsqueda sincera de valores divinos y amar sin condiciones a Dios. LU 16:8.7-14
Se puede considerar… La concesión del don divino de la personalidad a ese mecanismo mortal dotado de una mente le confiere la dignidad de la ciudadanía cósmica y permite que esa criatura mortal reaccione inmediatamente al reconocimiento constitutivo de las tres realidades mentales fundamentales del cosmos:
- El reconocimiento matemático o lógico de la uniformidad de la causalidad física.
- El reconocimiento razonado de la obligación de tener una conducta moral.
- La comprensión por la fe de la adoración con comunión de la Deidad, asociada al servicio amoroso a la humanidad. LU 16:8.15-18
La criatura personal dotada de la mente cósmica y habitada por un Ajustador posee la capacidad innata de reconocer y comprender la realidad de la energía, la realidad de la mente y la realidad del espíritu. La criatura volitiva está equipada así para discernir el hecho de Dios, la ley de Dios y el amor de Dios. Aparte de estos tres elementos inalienables de la conciencia humana, toda experiencia humana es realmente subjetiva, excepto esta comprensión intuitiva de lo que es válido vinculada a la unificación de estas tres respuestas del reconocimiento cósmico a la realidad universal.
La conciencia de sí mismo es en esencia una conciencia comunitaria: Dios y el hombre, Padre e hijo, Creador y criatura. Cuatro comprensiones de la realidad universal se encuentran latentes en la conciencia humana de sí mismo, y son inherentes a ella:
- La búsqueda del conocimiento, la lógica de la ciencia.
- La búsqueda de los valores morales, el sentido del deber.
- La búsqueda de los valores espirituales, la experiencia religiosa.
- La búsqueda de los valores de la personalidad, la capacidad para reconocer la realidad de Dios como personalidad, y la comprensión simultánea de nuestra relación fraternal con las personalidades de nuestros semejantes. LU 16:9.9-13
La actitud es el pincel con el que la mente Colorea nuestra Alma Inmortal y somos nosotros quienes elegimos los colores
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