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La mente según la revelación (segunda parte) | Luz y Vida — Núm. 16 — Febrero 2009 — Índice | La Alquimia de la Creación |
Siempre hay un comienzo, un instante en el tiempo en el que uno se pregunta por primera vez: ¿Cuál es el sentido de la vida? ¿De donde vengo? ¿Quién soy y hacia dónde voy? ¿Qué me espera al final de esto que llamamos vida? Estas preguntas me las hice una noche mientras caminaba a solas por una desierta calle de mi ciudad. Esa noche no tuve respuestas y en verdad pensé que nunca las tendría. El misterio de lo desconocido me envolvía con un manto de miedo y desesperanza, porque ¿qué futuro puede haber para el hombre que camina por la vida, divorciado del conocimiento de Dios? Un hombre así es huérfano no sólo de esperanza, es huérfano también de presente y de cualquier perspectiva de realidad cósmica.
Lejos estaba yo de imaginarme que, sin saberlo, varios meses después mis interrogantes lanzadas en forma de súplica silenciosa no quedarían en el aire. Dios es amor y da respuesta a cada oración que brote del corazón sincero de cualquiera de sus hijos. Yo en ese momento no lo conocía, pero sin duda él sí me conocía y me amaba, y conocerlo fue descubrir que cada una de mis interrogantes tiene una respuesta. Comprendí que estar vivo es la más inmensa de las bendiciones, conocer a Dios es saber que la vida es una avenida de infinitas posibilidades, que andar con Dios hace que el hombre se vuelva verdaderamente real y un ciudadano del universo. ¡Qué gran bendición para el hombre saber que él puede convertirse en cocreador con el padre Y me pregunto si puede existir una motivación más grande para una personalidad cualquiera del universo. ¡Qué amor tan grande el de nuestro Padre que nos da a nosotros, seres evolutivos, casi materiales, la oportunidad de colaborar con él en el vasto proyecto de su creación. ¿Dejarás tú de manera negligente pasar esta maravillosa oportunidad? La respuesta a tal pregunta yace en el libre albedrío de cada uno de nosotros.
Pero conocer a Dios equivale a enfrentarse no a una seguridad falsa que pueda trasmutarse en desencanto; Dios equivale a saber que eres un ser real, una nueva criatura que tiene que enfrentarse a retos cada vez mayores, que el afán de perfección no es un estado estático de contemplación mística. El verdadero misticismo es la búsqueda continua de esa armonía interna que te llena de paz en medio de las turbulencias de la cotidianidad. Misticismo es perseguir la belleza y practicar la bondad. Misticismo es el abrazo de valores cada vez más altos, es vivir la vida con la mayor intensidad posible en aras de una meta suprema de valor cósmico. Jesús no era un místico exaltado, su fuerza radicaba en la perfecta sincronización de su vida a la voluntad del Padre y el servicio altruista al prójimo.
Hoy, más de veinte años después de hacerme las preguntas clásicas del por qué de la vida, no significa que ya lo sé todo. La búsqueda de la verdad es un camino tan largo como el infinito. Por cada peldaño que subes existen miles por escalar, cada victoria te conduce a una nueva batalla y cada batalla ganada se traduce en una mayor comprensión del universo porque cada victoria es una victoria de Dios. Ese es uno de los mayores descubrimientos que puede hacer un ser mortal: la certeza de que no estamos solos en nuestra lucha en la ascensión hacia el Paraíso. La promesa de que «yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo» no es una mera metáfora; ciertamente Él está con nosotros en la presencia del Ajustador del Pensamiento. Y qué regocijo cuando en las edades futuras podamos fusionarnos con ese fragmento de la divinidad; sin lugar a duda de aquí surgen nuevas interrogantes, interrogantes no de incredulidad sino más bien de curiosidad, que me impulsan cada día a tener más fe y más esperanza en ese futuro grandioso para el cual nuestro Padre nos ha creado. ¿Quién puede penetrar las profundidades de los misterios de Dios? Cuando pienso en esto me sobrecoge el asombro y doy gracias a ese padre amante que, siendo yo un hombre finito, con una fuerte tendencia animalística, lleno de imperfección y limitaciones, no obstante me da la oportunidad de ir penetrando en esos misterios, pero ahora desde una óptica nueva. Ahora puedo disfrutar por antemano de que todas mis dudas irán siendo evacuadas a medida que ascienda en mis aspiraciones de volverme un finalista, es decir un ser nuevo completamente espiritualizado.
¿Qué significa ser un finalista? ¿Qué deberes y derechos tendremos cuando logremos tal nivel de existencia? ¿Qué tareas se nos asignarán? ¿Qué forma tienen las cosas en un planeta mucho más espiritualizado? (Como los mundos de Jerusem, por ejemplo) Estas y otras preguntas me hago en mis ratos de meditación y, aunque el LU ofrece ciertas informaciones sobre nuestro futuro, pienso que estamos muy lejos de reconocer el valor real de tan alta dimensión de vida. La experiencia es lo único que podrá validar una completa satisfacción, pero para llegar a tan sublime experiencia es necesario vivir la vida cada día como un simple mortal, un mortal en vía de perfección, un mortal con anhelo de trascendencia, un mortal que de forma espontánea ha consagrado su voluntad a la voluntad del Padre celestial.
Enormes son los descubrimientos, así como enormes son las preguntas que irán surgiendo a medida que avancemos en el tiempo. Se nos revelarán nuevas facetas de Dios, nuevas metas y nuevos valores serán la motivación de nuestra existencia. Atrás quedarán los días en que la fe era el bastón que torpemente nos guiaba en la espesa bruma de este mundo materializado y relativista. Entonces caminaremos por una avenida saturada de sabiduría y amor en la presencia misma del Padre. ¿Qué ser humano como nosotros podrá siquiera imaginarse sentir tan sublime bendición? Porque entonces ninguna tarea será una carga, y se habrá de emprender con tal regocijo que, al acabarla, el alma y el espíritu han de quedar con sed de nuevos empeños. Porque no habrá mayor motivación que la entrega y la adoración en el servicio a la obra del Padre.
Todas estas reflexiones me sirven de acicate a mi espiritualización. Por cada nueva interrogante surge una nueva motivación para anhelar la sabiduría divina; saber que cada día puedo conocer un poco más a Dios es la fuerza que hace que me sacuda cuando la apatía y la pereza amenazan con convertir mi vida en una rutina sin sentido. Hacerme cada vez preguntas más profundas me hace ver lo ignorante y lo lejos que estoy del verdadero conocimiento, y entonces me sumerjo en la búsqueda y me empequeñezco en la adoración a ese Padre inmenso en misericordia y majestuosidad para darle gracias por la vida, y para darle gracias por esa fe menor que un grano de mostaza que ha puesto en mi corazón, pero sin la cual mi vida carecería de propósito.
¿Pero lo comprenderemos todo o lo sabremos todo? ¿Llegará el momento en que podamos decirnos «ya llegué al final de toda obra y de toda búsqueda»? ¿Es el Paraíso ese lugar de dicha inefable donde sólo viviremos en la contemplación estática de nuestro Padre? Ciertamente que no, los que proponen tal teoría se equivocan, ignoran que el universo es movimiento, que la creación es ilimitada, que por cada segundo de nuestra vida mortal la creación de Dios crece en una infinitud que ningún ser es capaz de asimilar en su totalidad. El reposo en el sentido de inactividad es sólo una utopía, nuevos y mayores retos nos aguardan. ¿Cuáles serán esos retos? ¿Tendremos alguna tarea que cumplir en las creaciones futuras? ¿Se nos asignará alguna misión en mundos evolutivos como el nuestro o en el nuestro? El LU deja entrever algo de eso, y particularmente creo que debe de ser así, pero el cuándo, el cómo y qué significado tendrá experiencialmente para nosotros es algo que sólo pertenece al futuro, allá en esa lejanas edades en que la realidades de Dios dejarán de ser una mera incertidumbre, porque para entonces seremos personalidades verdaderamente espiritualizadas donde la fe se unirá al conocimiento y la experiencia cara a cara con las diferentes órdenes de seres altamente espiritualizados será una realidad permanente. El misterio de Dios poco a poco se nos irá revelando, la eternidad nos aguarda, el crucigrama infinito de conocer a nuestro creador nos exigirá la consagración total de nuestros pensamientos y nuestras vidas, porque siempre habrá preguntas y siempre se extenderá lo desconocido ante nuestros pies. El camino está listo para recorrerlo y junto a él la seguridad de la victoria. Es cierto que en la actualidad tal realidad nos podría parecer imposible, la rebelión de Lucifer y la falta de Adán influyeron en que ahora los urantianos seamos seres tan poco espiritualizados, pero que seamos poco espirituales no significa en ninguna manera que nuestro Padre nos niegue la posibilidad de conocerle y de disfrutar de su amor. El camino para los buscadores se extiende ante nuestro horizonte. Caminarlo no será fácil, pero a los de mentes inconformes y ansiosos de conocer la verdad les será de estímulo saber que cada día les traerá nuevos retos para el espíritu y la mente.
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