© 1999 François Dupont
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El futuro de nuestro planeta como una realidad «conocida» y «desconocida» | Journal — Mayo 1999 — Índice | Las Decisiones — el proceso humano |
François Dupont
Bruselas, Bélgica
Discurso presentado el 27 de octubre de 1998 en la Universidad Libre de Bruselas antes de la Sociedad Agora
El siglo XXI estará enfrentando tareas tales como la reconstrucción social, la reorganización económica y el re-establecimiento de las ciudadanías responsables. ¿Cómo resultará todo esto? Sólo estará determinado por el hecho de que prevalezca la confrontación o el entendimiento entre estas dos tendencias: religión y secularismo.
Los límites entre estas dos corrientes son casi los mismos que solo separan a los creyentes de los no creyentes. Pero tanto para los creyentes como para los no creyentes existe la otra carra de la moneda: la verdadera religión, la que yo describiría como la religión interna, o religiosidad, y su opuesta, la religión externa, o religión institucional. Así como para la secularidad existe la elección entre la cierta, i.e., secularismo humanístico y el del tipo fanático.
La necesidad de ajustes societales encuentra su justificación en el hecho que muchos grandes escritores y filósofos de este fin de siclo están en la búsqueda de un nuevo tipo de filosofía, un nuevo estilo de religión, marcado por los recientes fracasos de ideologías modernas, tales como el comunismo, el socialismo, el capitalismo, el sindicalismo y por lo más alto de los fundamentalistas, integristas y movimientos espiritistas.
La siguiente afirmación ha sido atribuida a André Malraux: «El siglo entrante será religioso o no será …». Pero Francois Périn, Profesor de la Universidad de Liège, en su artículo Le Vif Express (18 de abril de 1997) probó que esta fue una clara distorsión del texto auténtico y que se muestra a continuación:
«El principal problema al final de este siglo y al principio del próximo, será el problema religioso, pero tan diferente en forma como lo es la religión de hoy día en su cristiandad como su concepción fue de los precedentes, las más antiguas.»
Esta expresión no es un flash de agudeza, para Prenves, 1949, Malraux nos cuenta sobre una realidad dentro del hombre, sobre una transferencia de un contenido sagrado que el experimentó en los templos de Ise, Kyoto y Nara en Japón. Desde su punto de vista el sentido religioso de su descripción presagiaba la futura religión, aún el pensamiento de Malraux estuvo generalmente ligado a un incurable agnosticismo.
Secularidad es una forma de pensamiento que favorece la exclusión de las iglesias del ejercicio potencial de cualquier poder administrativo, y en particular de influenciar la educación brindada en los colegios públicos.
Religión es los credos y prácticas que intentan mantener la conexión del hombre con una realidad superior, a través de la mediación de sacerdotes, pastores, rabinos y de toda la jerarquía de la religión institucionalizada.
Religiosidad es una clase de sensibilidad, causada por una actitud religiosa, y dirigida hacia un esbozo de una religión personal.
No estando satisfecho con esta última definición, yo más bien definiría religiosidad con estas palabras: Está caracterizada por un sentimiento o sensación religiosa, totalmente independiente de cualquier religión institucionalizada. Esta sensación individualizada establece una relación con una realidad trascendental.
Esta última es la clase de pensamiento religioso descrito por los escritores y los filósofos, tales como Enmanuel Kant, Henri Bergson, André Malraux, Gérald Messadié y otros.
En su L’histoire générale de Dieu Gérald Messadié llega a la conclusión de que a través de la religión y más allá de las religiones oficiales, «siempre ha habido una irreprimible ansiedad por Dios».
H. Bergson en Les deux sources de la morale et de la religion afirma que nunca ha habido, y que nunca habrá, una sociedad sin religión. Él distingue dos moralidades y dos religiones. La primera de cada una de ellas es primitiva, estática e inmóvil, intentando de salvaguardar la cohesión de la sociedad, y en ella se incluyen ritos, ceremonias, dogmas, santos y tradiciones rígidas. Las segundas son dinámicas, abiertas y personales; ellas elevan al género humano por encima de sus condiciones empíricas, hacia aún nuevos y más elevados niveles de entendimiento.
Los puntos de vista de estos tres filósofos-escritores son semejantes a la concepción de religiosidad de Enmanuel Kant. En su Crítica de la razón pura Kant profesa sus creencias en Dios y en la vida después de la muerte. Pero admite que ello está fundamentado en un sentimiento moral, no del todo lógico. Aún él aboga por una transición desde la religión de la iglesia hacia la dominación exclusiva de la pura fe religiosa. En otras palabras, Kant sale en defensa de la religión interior, la religión del corazón — la religiosidad. Es altamente plausible que estas tres prevalecientes actitudes — religión, religiosidad y secularismo — marcharán por un buen tiempo, y su interdependencia se ha confirmado a través de la historia.
En el siglo V antes de Cristo, Atenas era muy renombrada por su sistema gubernamental. Los grandes filósofos de la era discutían y analizaban sobre sus progresivas organizaciones políticas. Al margen, había algo extrañamente similar en la filosofía greca y en las enseñanzas de Jesús de Palestina, más que cuatro centurias después. Ellas tenían un objetivo común: ambas apuntaban al surgimiento del individuo. Los griegos enseñaban el liberalismo intelectual dirigido hacia una libertad política, y Jesús enseñó la liberación espiritual conduciendo hacia la libertad religiosa. En honor a la verdad podríamos decir que Jesús fue un lego, un fenómeno secular, y el más grande maestro que el mundo jamás haya conocido. Él rechazó la autoridad del templo y de sus rabinos; él descartó los credos y dogmas fosilizados.
Los atenienses no permitieron a los representantes de los misterios dentro de sus instituciones; el suyo fue un estado secular. Aparte de estas fuertes similitudes entre las aspiraciones grecas y las enseñanzas de Jesús, es valioso hacer notar que una extraña relación de complementariedad prevaleció entre las primeras centurias de existencia de la cristiandad y el imperio grecorromano. Los cristianos se encontraron a sí mismos con un solo Dios, un gran concepto religioso, pero sin un imperio. Los grecorromanos se encontraron a sí mismos con un gran Imperio, pero sin ningún Dios para servir como el adecuado concepto religioso de adoración y unificación espiritual del imperio. Los cristianos aceptaron el imperio; el imperio adoptó el cristianismo. El resultado fue la unificación religiosa del mundo mediterráneo: los romanos proveyeron las normas políticas de unidad, los griegos la unidad de la cultura y el aprendizaje, la cristiandad proveyó la unidad del pensamiento y de la práctica religiosa.
Ahora, permítannos dar un gran salto hacia la historia occidental, todo el camino hasta el siglo XVI. Los cristianos habían experimentado y pasado por una serie de metamorfosis. Por etapas, experimentaron la helenización, la romanización, la paganización, la secularización y la institucionalización. Más allá, pasó por una hibernación moral durante las eras oscuras y experimentó simultáneamente un deterioro intelectual, de modo que finalmente se atrevió a perseguir odiosamente a aquellos pensadores libres, escolásticos y científicos quienes no se conformaban con sus proclamaciones teológicas. El resultado fue el nacimiento de una nueva ciencia ateísta, lenta pero seguramente, para luchar contra las supersticiones de una iglesia totalitaria, que estaba reglamentando la mente y el corazón de los hombres, y que al mismo tiempo poseía grandes propiedades y mantenía sus propias cortes de justicia. En el próximo siglo, una gentil clase de terceros escritores, científicos y personas de clase media todas ellas seculares tímidamente vinieron en existencia, involucrados en luchas de largas centurias contra los prejuicios y dictados de la soberanidad de la iglesia cristiana que obstinadamente se negaba a abandonar sus apropiaciones de todos los aspectos de las sociedades medieval y tardía medieval.
Este sentimiento de rebelión contra la intolerancia espiritual e intelectual constituye el principio del secularismo moderno. Este espíritu de revolución literalmente se inició como una protesta contra el totalitarismo eclesiástico. Y nos-otros podríamos, con toda razón, establecer que la madre del secularismo moderno es la misma iglesia totalitaria, y que su padre es el ateísmo científico.
Durante los siglos XVII (la Era del iluminamiento) y XIX, la ciencia y los científicos alcanzaron más y mayor prestigio. El siglo XX, caracterizado por la irresistible aparición de la ciencia nuclear y la ingeniería genética, atestigua un mundo mayormente dominado por los científicos, lo que nuevamente es visto como una amenaza por algunas personas. Su importancia es una réplica exacta de aquello de los tiempos de los antiguos profetas en el Antiguo Testamento.
A continuación exploraremos los aspectos positivos y negativos de ambas, religión y secularismo. La religiosidad no tiene ninguna de ellas, excepto cuando está virando hacia el misticismo, que podría evolucionar hacia una técnica de escape de la realidad.
(1) Aspectos positivos
(2) Aspectos negativos
(1) Aspectos Positivos
(2) Aspectos Negativos
La cristiandad sufre bajo una gran desventaja porque su identificación en las mentes de todo el mundo se ha transformado como parte de un sistema social, la vida industrial y los estándares morales de la civilización occidental. Y por lo tanto la cristiandad aparece como auspiciadora de una sociedad que recae bajo la culpabilidad de tolerar:
No hay ninguna excusa que disculpe la participación de la iglesia en comercio y política. Tales alianzas no sagradas son una flagrante traición al Maestro. Y los amantes genuinos de la verdad no olvidarán que esta institucionalizada y poderosa iglesia frecuentemente ha amenazada con ahogar y perseguir a los portadores de la nueva fe quienes convinieron aparecer con vestimentas no ortodoxas.
La religión institucional está ahora cautiva en un punto muerto de un círculo vicioso. Ella no puede reconstruir la sociedad sin primero haberse reconstruido a sí misma; y siendo por demás una parte integrante del orden establecido, no se puede reconstruir a sí misma hasta que la sociedad se halla reconstruido radicalmente.
La cristiandad ha desafiado con disminuir sus ideales ante el reto de la codicia de la humana, locura de guerra y el deseo vehemente del poder. Por lo que la religión se ha transformado en una experiencia de segunda mano, avalada por aceptados profesores religiosos, cuyas enseñanzas no estaban basadas en su propia experiencia.
De todo lo anterior, podemos concluir que la religiosidad -religión verdadera- y el secularismo humanístico, son todos factores potenciales para la reunión de todas las fuerzas saludables para la inminente lucha del siglo XXI. Hombres y mujeres convendrán en una nueva forma de religión o de ideales humanísticos, y totalmente independientes de una religión legal o de un secularismo ido por un mal camino, serán capaces de comprometer a sí mismos en las reformas sociales, políticas y económicas del futuro cercano.
Urantia se tambalea en el borde mismo de una de las épocas más sorprendentes y cautivantes de reajuste social, aceleración moraly esclarecimiento espiritual [LU 195:9.2].
¿Estamos preparados para una lucha -llevada hasta que una u otra alcance una victoria total- entre las fuerzas de la religión y del secularismo? Si fuera así, ello significaría un final amargo para ambos: los defensores y los triunfadores.
Hemos apreciado que la religión oficial se descalifica por sí misma cuando se compromete con los sistemas del poder político y se transforma en parte del gobierno secular. Esperemos que esto produzca las necesarias reevaluaciones y encuentre el sendero del retorno hacia sus verdaderos cometidos: relacionar a unas con otras a las personas, razas y naciones, con lo natural, con el cosmos y con una realidad trascendente.
Permítannos esperar que el humanismo se dirija por sí mismo a un objetivo puramente humanístico: reconectar a los hombres con los tesoros de sus derechos, libertades y deberes.
Estos nuevos seres humanos, perfilados a través de una religiosidad o de un secularismo sincero, serán adecuados y provistos de un talento que les permita ir por sus propios caminos hacia todos los caminos humanos de pensar y actuar; es decir, investigación y actividades en lo científico, filosófico, artístico, moral y religioso, con respecto a todas las demás formas individuales de actuar y pensar.
Todo ello conducirá a los buscadores de la verdad al descubrimiento de la necesidad de converger y completar las diferentes corrientes intelectuales y espirituales, preparando el camino a los individuos sinceros para un mejor entendimiento y para centros de investigación colectiva.
El secularismo parece haberse visto favorecido por la fortuna, al margen de su lenta separación de los sistemas e ideologías políticas y socio-económicas. Las inglesas oficiales se están estremeciendo desde sus cimientos, y concurrentemente una multitud de sectas, tanto espiritualmente motivadas como fundamentalistas, están surgiendo a todo alrededor del mundo.
Hemos visto a Messadié evocando una irreprimible ansia por Dios y a Bergson proclamando que nunca ha habido, y que jamás habrá, una sociedad desprovista de una religión. Como una confirmación de estas observaciones, filósofos de todas las escuelas están organizando reuniones periódicas en filo-cafés, buscando nuevos ideales, éticas y métodos de gobierno. A despecho de sus históricas altas y bajas, la civilización occidental por largo ha satisfecho en cierto grado la liberación política e intelectual y la libertad religiosa y espiritual. Recientemente hemos sido testigos de un movimiento que se perfila con una inclinación hacia la aseguración de la libertad socio-económica, es decir: la liberación de la dominación política de las multinacionales, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
Las futuras generaciones tendrán que determinar, en una perspectiva democrática, que hacer en cuanto al medio ambiente urbano, la administración del planeta; como perfilarán el futuro de sus niños y de su educación; donde encontrarán los instrumentos socio económicos necesarios para liberar a la gente del Tercer Mundo; como salvar al mundo desarrollado occidental de una apropiación de sus sistemas económicos por parte de instituciones supranacionales, que en su momento estarán atados a sufrir por el impacto negativo de sus propias políticas.
Las generaciones más jóvenes necesitan recibir una preparación para estas tareas vitales. Ellos necesitan adquirir los instrumentos y recursos necesarios para llevar este enorme y sustancioso esfuerzo a una conclusión exitosa. Pero el principal aspecto a ser generado en sus mentes es un espíritu crítico tanto constructivo como tolerante, en relación a todos los aspectos de las actividades humanas de sus proponentes.
Al fin y al cabo, lo que realmente importa es la evolución incesable del hombre y sus proyectos en la dirección adecuada.
El centro de gravedad de nuestro objetivo de tener en el futuro a una mejor humanidad recae en el dominio de la educación. Una vez un educador dijo, que ninguna de las actividades propias del género humano tiene que permanecer sin considerar o sin cultivar fuera del temor de un desarrollo enfermizo de la sociedad.
También es de gran preocupación la formación de una personalidad balanceada dentro de un cuerpo saludable.
Reconocemos que las dos principales y más profundas tendencias del alma humana — la religiosidad y el secularism — tienen los mismos derechos a progresar en libertad con la única restricción: de que ellos no deben obstruir los iguales derechos y libertades de los demás.
Una parte de la humanidad siempre se inclina hacia la creencia de un Dios Padre amoroso y trascendente, mientras que la otra busca que realzar el bienestar del género humano. Estas aparentemente conflictivas situaciones constituyen el objeto de la total reversión futura de la enseñanza y la educación. Pero nada puede prevenir que estas dos tendencias converjan por sí mismas a expresarse de la misma manera con respecto a la creación, las criaturas y la naturaleza; al mismo tiempo que demuestren un profundo respeto por la verdad, la belleza y el bienestar; y finalmente revelar una idéntica ansiedad por desenredar los secretos del hombre, la vida y los reinos estelares. Los esfuerzos por el futuro bienestar, aquellas respetuosas actitudes y anhelantes intelectos, son aplicaciones, prácticas nacidas de una experiencia religiosa personal -consciente o inconsciente. Y esto es comprendido así por muchas religiones y filosofías.
Desde este punto de vista, estos hombres y mujeres — humanistas, científicos, filósofos y artistas — deben tomar la responsabilidad de la educación, tanto secular como religiosa, ello generará nuevas formas de conciencia — en otras palabras esto es: tener conciencia de la relatividad y validez de todas etas cosas, hechos, seres, teorías, ideologías, filosofías y religiones.
El objetivo más importante del conocimiento de esta relatividad y validez consiste en la aparición de un espíritu original de criticismo resaltado, templado por un espíritu constructivo resoluto y por una tolerancia aceptable hacia otras personas, ideas y comportamientos. Este criticismo exterior está dirigido hacia todos los fenómenos mundanos y hacia las realizaciones de todos los demás miembros de la sociedad.
Concurrentemente, este nuevo tipo de criticismo tiene que ser enseñado y estimulado, esto es, al interior de uno, dirigido hacia los propios pensamientos, sentimientos, emociones, imaginaciones e intuiciones de uno. Pero como un asunto de estudio, ninguna de estas dos esenciales formas de observaciones críticas deben ser destructivas de la personalidad.
Por este camino los más jóvenes reconocerán y respetarán sus propias normas interiores evolucionarias y reconocerán la evolución similar o divergente de sus amigos estudiantes y compañeros de trabajo.
Como preocupa a la educación hay un factor más que se debe tomar en consideración: la gente joven tiene que estar lista para el matrimonio, la vida familiar, y para los multiplicados componentes sexuales, emocionales, sentimentales e intelectuales, y las responsabilidades, derechos, placeres y riesgos que vienen con ella. El número de matrimonios fracasados es desastrosamente alto, y es urgente preparar a los más jóvenes para las dificultades y los obstáculos de una vida en sociedad. Todo esto requiere de una profunda transformación de la enseñanza y la educación, una reforma libre de pasión y presión, sea esta secular o religiosa. Éste es el camino a tomar en cuenta en todos los aspectos de la personalidad, de la fragilidad del alma humana, y de la diversidad de comportamientos y entendimientos. ¿Qué clase de servicios son necesarios para todo este discernimiento? Para una más profunda penetración hacia el maquillaje material y sustancia de nuestro medio ambiente cósmico y planetario, las ciencias exactas, como la física, la química, etc., serán por siempre indispensables. Pero para explicar la relación entre materia y espíritu, cuerpo y alma, cantidad y calidad — siempre estarán disponibles procedimientos y técnicas filosóficas, religiosas, sociológicas y psicológicas.
La moralidad y la ética siempre contribuyen a la dignidad y seguridad de la vida en sociedad. Ambos, el medio ambiente material y los anhelos espirituales de la mente humana embellecerán y mejorarán por siempre a través de realizaciones y apreciaciones artísticas.
Los hombres y mujeres individuales se están sintiendo abandonados por aquellas autoridades e instituciones cuya labor es la de guiarlos y garantizarles su seguridad. La causa de esta confusión es la actual procesión de imágenes, sonidos y palabras que distorsionan y desfiguran la realidad, mal informan al intelecto, obstruyen e impiden el reflejo balanceado indispensable. La gente se está tornando desdeñosa, ansiosa y aún repleta de odio hacia lo que está sucediendo, ya sea en casa o fuera de ella, ya sea en salas de conferencia o centros de diversión, tan poco significativos como tan caros — y ellos ya no se sienten responsables por nada. Ellos están en una encrucijada y al final de su agudeza. Éste es un gran momento para reconectar al hombre, primero consigo mismo, después con sus amigos y su medio ambiente, con la naturaleza y el cielo estrellado, y finalmente con una fuerza trascendente o entidad, dándole el nombre que más le agrade: Dios, el Padre Universal, el Gran Arquitecto, el Ser Supremo, la Causa Primera, el Uno Incausado.
En otras palabras, es tiempo de enseñarles a los hombres un nuevo:
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